Granada

Mucho más que EDUCACIÓN

  • La Orden de San Juan de Dios gestiona desde 1959 un colegio en los bajos del Hospital de San Rafael, donde 70 alumnos con necesidades especiales reciben atención educativa y social

En la planta baja del Hospital de San Rafael hay todo un mundo de esperanza, de ilusión, de alegría de vivir y de superación. Se respira humanidad, cercanía, compromiso y, sobre todas las cosas, amor. Entrar es meterse de lleno en un entorno en el que se lucha contra la injusticia de la enfermedad, contra la marginación al diferente. Pasar un rato entre esas paredes es recibir una lección vital de las que no se olvidan. Mirar, escuchar y recorrer ese espacio despeja de un plumazo las vanas preocupaciones de una sociedad falta de realidad.

Se trata del colegio de Educación Especial Clínica San Rafael de Granada, donde 70 alumnos de entre 3 y 20 años con algún tipo de discapacidad reciben la mejor educación, la que necesitan y se adapta a su vida, la que les permite aprender lo fundamental para vivir y convivir y la que les puede dar una opción de futuro. Una labor que corresponde a un equipo educativo entregado a una tarea dura en la que los libros, las calculadoras y los trabajos se sustituyen muchos días por caricias, abrazos y comprensión. Porque son niños con necesidades educativas especiales ya que presentan patologías motóricas (espina bífida, parálisis cerebral, lesiones producidas por accidentes), trastornos generales del desarrollo y enfermedades que evitan un completo desarrollo mental .

El colegio cuenta con 10 unidades, 8 de Educación Básica Obligatoria (EBO) y 2 de formación para la Transición a la Vida Adulta y Laboral (FTVAL), con autorización y concierto pleno de la Consejería de Educación a la Orden de San Juan de Dios, titular del mismo.

Dada la particularidad de sus alumnos, el centro cuenta con distintos departamentos como el de orientación, trabajo social, logopedia, rehabilitación (con fisioterapia y terapia ocupacional), psicomotricidad, estimulación multisensorial, informática, pastoral y ocio y tiempo libre. Todo está coordinado para trabajar con la mayor especialización. De hecho, el personal lo componen 13 maestros especialistas en pedagogía terapéutica, dos logopedas, dos fisioterapeutas, una psicóloga-psicomotricista, tres auxiliares de clínica, cinco cuidadores, una trabajadora social y una monitora de taller. También dan atención a niños gravemente afectados con un modelo educativo que en su día fue premiado por el Ministerio de Educación y con el que están en proceso de conseguir la acreditación de calidad.

Nada más entrar, la primera clase es la de Pedro Romero, que lleva 18 años trabajando en el centro por auténtica vocación. "Este trabajo es vocacional, es duro y consigues avances mínimos, así que el que no esté preparado que ni entre", asegura mientras sigue con su mirada a los niños de su clase, un aula nueva en la que está evaluando la situación de cada uno. Hay una niña ciega, otro niño con un implante coclear... Pero la clase es como cualquier otra de Infantil, con mucho color, juguetes y en la que se trabaja con música y juegos.

Justo al lado están las dos unidades de Transición a la Vida Adulta, donde los niños de 16 a 20 años participan en talleres y clases de refuerzo en las que se trabajan actividades pedagógicas y se les enseña desde trabajos manuales, como la cerámica o la marquetería, hasta rutinas del hogar, como hacer el desayuno o barrer. Antonia Molina es la tutora del aula y explica cómo le enseñan, en el caso de la marquetería, a pintar el dibujo y recortarlo. Son los docentes los que tienen que estar pendientes de que todo el material esté bien y que lo utilicen sin problemas los nueve niños que están este curso en el aula.

Cada clase del pasillo es un mundo. De las aulas de Transición a la Vida Adulta se da el salto a la infantil, con niños de entre 3 y 8 años. Allí está Cristina, Hugo, Abraham, disfrutando de la estimulación de sus profesores y de la convivencia con sus compañeros. Mientras Cristina disfruta con su pequeño ordenador portátil de formas y colores, Conchi Castillo, la profesora, relata cómo disfruta de su trabajo. "Estoy muy contenta. Me encanta, sobre todo por el contacto con los niños y con los padres y por el cariño que dan, aunque al sufrimiento del niño nunca te acostumbras y también es muy dura la parte de los padres". Al fondo de la clase, uno de los dos fisioterapeutas del centro aplica unos ejercicios. Lo hacen en la propia clase en función de la recomendación médica y de la situación de cada niño. Juan Carlos Navarro es uno de los fisioterapeutas. "Con la doctora vemos el tratamiento que necesita cada niño y nos dividimos las clases para trabajar con ellos todos los días", dice.

Por la particularidad de los niños, los profesores reciben cursos de primeros auxilios.

Aunque también hay casos extremos, como los grandes afectados, que necesitan cuidados médicos y vigilancia continua. Carlos Pérez, profesor de siete niños, tiene en su clase a un pequeño que tiene su rincón totalmente adaptado. Colchón de agua, Piolín -su muñeco favorito- rodeándolo por todas partes y mucha vigilancia. "Yo con que no se ponga malo me conformo", dice Pérez, que se encarga de la estimulación sensorial de grandes afectados.

Como todos los colegios, el horario del recreo es el momento más esperado por los niños. Allí, juegan al fútbol, charlan, se cuentan sus secretillos y establecen relaciones entre clases y con otros niños. Eso sí, el compañerismo es tal que los mayores con mejor movilidad se encargan de ayudar a los que están en silla de ruedas o tienen algún problema motor.

En el recreo aprovechan también para hablar de su deporte favorito, el fútbol. Incluso tienen un equipo que compite con otros colegios de educación especial de la provincia. Rubén, Iván, Jero, Jose, José Manuel, Iván Ortega y Antonio forman parte de ese equipo. Y el mensaje lo tienen muy asimilado. "No pasa nada si no ganamos. Lo importante es jugar", dice Rubén, que tiene otro hermano también en el colegio y que divide su pasión con la Fórmula 1. Cuando mete un gol, hace el símbolo de la victoria de Sebastian Vettel.

En el equipo de fútbol también participan alumnos del taller ocupacional del centro, para los mayores de 21 años. Allí, Loli Esteban es la encargada de dirigir a los jóvenes, que practican materias educativas como las matemáticas y la lengua y realizan trabajos de manualidades como la pintura o la fabricación de pequeños complementos que después venden en la exposición anual de Navidad. Lo que ganan lo revierten en la compra de material. También hacen jabón con sosa y aceite usado (que se puede entregar en el colegio o en San Rafael para que tengan material) y dedican mucho tiempo al vivero, la joya de la corona y para el que también aceptan plantas como donaciones. Allí se preparan las macetas que después se venden en la puerta del hospital. Aloe Vera, cintas, jacaranda, pascueros, geranios ...

Coordinando el centro está Marisa Pérez, que lleva 30 años vinculada a este colegio ya que cuando abrió en 1959 para afectados de poliomelitis -su primera actividad-, su padre fue el primer maestro y ella pasaba allí mucho tiempo. Ahora está ilusionada con los proyectos de futuro. "Vamos a construir en un solar cedido por el Ayuntamiento en La Chana un centro con 20 plazas de residencia, 20 de unidad de día y centro ocupacional. En total tendrá capacidad para 65 usuarios y queremos empezar la construcción en breve". La inversión total será de casi dos millones de euros, para lo que están abiertos también a donaciones.

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