Granada

La Fiscalía recurrirá la sentencia del juez Torres que condena al arzobispo

  • El fiscal sostuvo que ni las pruebas ni los testimonios demuestran su culpabilidad

La Fiscalía recurrirá la sentencia del juez Miguel Ángel Torres que condenó al arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, al pago de una multa por un delito de coacciones y una falta de injurias cometidos contra un cura que lo denunció.

El recurso de apelación de la Fiscalía, que se hará público en los próximos días, se sumará al del propio prelado, quien la semana pasada ya anunció a través de un comunicado que recurriría la resolución judicial.

Durante el juicio, celebrado en noviembre en el Juzgado de lo Penal 5 de Granada, el fiscal reiteró su petición de absolución para el arzobispo, basándose en que había sido la única víctima de un caso que le llevó a sentarse en el banquillo de los acusados en un proceso "insólito y único en España".

Durante la exposición de sus conclusiones finales, el fiscal también solicitó que se condenara al pago de las costas por "temeridad y mala fe" a la acusación particular, ejercida por el sacerdote Francisco Javier Martínez Medina.

El fiscal señaló entonces que ninguna de las pruebas practicadas ni los testimonios aportados en el caso demostraban la culpabilidad de Martínez, de quien dijo que sí ha podido sentir el "acoso, vejación y humillación" que aseguró haber sufrido el cura querellante.

No obstante, el juez Torres, quien instruyó la Operación Malaya en Marbella (Málaga), condenó a Martínez al pago de una multa de 3.750 euros por un delito de coacciones y una falta de injurias, aunque absolvió al prelado de lesiones psicológicas y del delito contra la integridad moral y otro más de coacciones que también le atribuía la acusación particular.

El juez atribuyó el origen de todas las acciones de Martínez contra el cura a la vinculación de éste con CajaSur, con la que el prelado mantenía un enfrentamiento desde que ejerció en Córdoba.

El arzobispo de Granada, quien ha reiterado su inocencia en diversas ocasiones alegando que nunca quiso dañar al cura, se convirtió en el primer prelado español en sentarse en el banquillo de los acusados, en un juicio que despertó un gran interés social y mediático.

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