Covid-19

Granada con coronavirus: una tarde de compras en cuarentena

  • Bajar a llenar la despensa, y otras 'salidas extraordinarias', sirven para reconectar con la ciudad

Salir la compra en cuarentena es algo más que ir a llenar la despensa. Quien más quien menos se busca la excusa para cambiar el recorrido, coger el coche con el pretexto preparado de "es que tengo que hacer una compra gorda" por si se cruza con algún agente del orden, o de un legionario que eso impone incluso más respeto si cabe. Algunos incluso tiran del muy granadino "poyaque" para unir bajadas al súper, visita a la farmacia, comprar el pienso del perro, o comprar el periódico, que para eso el Estado dice que somos bienes esenciales. Esta es una de tantas 'estrategias' que tienen los ciudadanos para poder, aunque sea, respirar un poco dentro de esta vorágine de malas noticias, esperanzas que no se sabe si realmente lo son, que se viven dentro de las mismas cuatro paredes que hace ya cuatro semanas. Que se dice pronto.

Como todos parecen ser el mismo día, a algunos se les olvidó que, pese a que hace un sol de justicia, el Jueves y el Viernes Santo no abrían algunos supermercados. Y entonces volvieron esas imágenes de colas en las puertas. Tres días llevaban así en el Mercadona de Camino de Ronda, el que está más pegado a Neptuno, como si los clientes se fueran a quedar desabastecidos por dos días en los que no abren pese a que otros sí lo hacen. "¿A dónde llega la cola?", pregunta un cajero al vigilante de seguridad que controla el aforo en el supermercado. "Hasta el final de la calle, pero se ha puesto así en dos minutos, antes solo llegaba a la puerta del parking", le contesta. Por cierto, ya no vale el 'truco del almendruco' de ir en coche para saltarse la cola: lo metes, te sales y esperas tu turno como todos.

Como en los primeros días del estado de alarma, se vuelven a ver estanterías vacías, especialmente las de frutas, completamente arrasadas. Un empleado se encarga de realizar inventario para realizar los pedidos mientras otro pasa por detrás, le suelta una chanza, y mientras se aleja hacia la pescadería, le pregunta con sorna "¿es que la gente se va a ir de puente?".

Hay un 'kit del comprador', compuesto por guantes y gran variedad de mascarillas

También se ha impuesto entre la población confinada el 'kit del comprador'. El conjunto compuesto por bolsas grandes reutilizables bajo el brazo, o carrito de los de toda la vida en su defecto, sudadera pese a que ya haga algo de calor, guantes mayormente de los morados, y mascarillas. Que las hay de todos los gustos. Desde las quirúrgicas a las de carpintero, pasando incluso por un hombre mayor, de aspecto rudo, que fue al supermercado con una visera protectora, que para el caso que se trata, es más útil en un hospital.

Sin fruta a la vista, con los puerros desaparecidos, y algunas ensaladas supervivientes, al cliente al menos le consuela que alguna frutería quedará abierta estos días en el barrio para, aunque sea, echarse unas manzanas que en casa ya escasean, y dan mucho juego para evitar antojos inesperados a media tarde. Más si cabe si a quien le da le toca teletrabajar, con la ansiedad que da eso. Y pensado bien, es otra excusa para aunque sea bajar a la calle, doblar la esquina, y salir de la reclusión aunque sea por cinco minutos.

El ‘kit del comprador’: carrito, mascarilla y guantes El ‘kit del comprador’: carrito, mascarilla y guantes

El ‘kit del comprador’: carrito, mascarilla y guantes / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Estas salidas para ir a por víveres, usando términos más de novela aventurero-apocalíptico-bélica por los tiempos que se están viviendo, son una toma de contacto también con esa ciudad que, los que pueden, ven desde sus balcones, y los que no porque sus casas dan a patios o urbanizaciones anteriores, acuden a su reencuentro. Los primeros días impactaban las calles vacías, sobre todo las del centro, principalmente Recogidas, a todas horas copada. La foto fija siempre era la misma. Ahora, con el paso de las semanas, la imagen sigue sin cambiar y ya pesa, ya empieza a hacerse insoportable tanta quietud, tanta persiana echada. ¿Cuándo han visto cerradas las puertas del Garaje Rex a las cinco de la tarde de un miércoles? Horror vacui en el sentido más real de la expresión.

Por momentos, la ciudad aparece congelada, como si se hubiera parado en el tiempo aquel viernes 13, que no podía venir más al pelo el día. Como muestra, la bandera del Granada CF sigue ondeando en el mástil del cruce de Camino de Ronda con Recogidas. Izada para la ocasión de la Copa del Rey, la enseña rojiblanca sigue pontificando y ondeando en la conjunción de dos de las arterias que hacen ser a esta ciudad. Cabe pensar que, muy seguramente, a estas alturas del año, y más de un mes después de la noche en la que Granada fue el pueblo más feliz del mundo durante seis minutos, el Ayuntamiento ya hubiera arriado el banderón para devolver el rojo y verde con el escudo de los Reyes Católicos. No es prioritario ese trabajo. Tampoco molesta que siga ahí puesta.

La bandera del Granada CF sigue ondeando en el cruce de Recogidas

Tocaba comprar aspirinas en la farmacia, nada grave, solo por evitar embotamientos de cabeza mientras se teletrabaja, que ventajas tiene las justitas. En algunas boticas no han podido protegerse lo que quisieran, apenas las marcas en el suelo para mantener las distancias. La escasez de equipos de protección hace mella. Hace dos semanas había una en el barrio de La Magdalena donde separaban el mostrador del público con cintas de obra, de esas rojas y blancas, sujetas a sillas, un mensaje en folios impresos y algo apresurados: "Sólo dos clientes en el interior". Cualquier medida parece poca después del fallecimiento del primer de un técnico de farmacia de Granada por el maldito Covid-19.

Parada por casa para dejar las cosas, bajar del coche y una vecina pregunta "¿tú eres de los que hace mandaos?". "No señora, pero ya sabe que mi puerta es la del final para cuando lo necesite". "Ya. Ahora no necesito nada. Gracias". Tras aparcar, de nuevo Recogidas, que está igual que hace una hora pero con algo de menos luz. Empiezo a sentir lo que Bill Murray en Punxsutawney. Falta que alguien ponga por la ventana de casa I got you, babe en vez de Resistiré, y que los perros que se pasean sean marmotas.

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