Obituario

Mari, una vida dedicada a sus niños del Ave María

  • Alma del Ave María Casa Madre durante más de 60 años, será recordada por el cariño con el que trataba a los alumnos y a los maestros

Mari, el alma del Ave María, en el homenaje que recibió hace un mes en el centro.

Mari, el alma del Ave María, en el homenaje que recibió hace un mes en el centro. / Colegio Ave María

La comunidad avemariana de Granada está de luto. El colegio Ave María Casa Madre ha dado una noticia que no quería: la muerte de Mari, alma del centro y una persona querida por todos, alumnos, docentes, padres y trabajadores. No en vano, ha estado más de 60 años con ellos siendo una segunda madre.

"Lamentamos comunicaros que nuestra querida Mari nos ha dejado. Sin duda en el cielo hoy habrá una fiesta por el encuentro que esta magnífica mujer habrá tenido con D. Andrés Manjón, a quien tanto quería. Damos gracias a Dios por haber puesto en nuestras vidas a esta generosa mujer que lo dio todo por sus niños y maestros del Ave María y que quedará siempre en nuestro recuerdo. Descanse en paz", ha informado el centro. Un mensaje acompañado con un montaje fotográfico en el que se puede ver a Mari vendiendo bocadillos a los niños en su cueva, participando en actividades del centro o con la estatua del fundador, el padre Manjón, a cuya figura tenía un gran cariño

Y rápidamente se desencadenaron los comentarios por decenas. Más de cien en unas horas sobre todo de antiguos alumnos que recuerdan todavía el amor que desprendía a los niños, su carisma y cómo, también para los internos, era como una segunda madre siempre pendiente de ellos. 

Su cariño es lo más repetido, el gran legado que deja. Lo que resaltan los antiguos alumnos, maestros y toda la comunidad avemariana de Granada, que el pasado mes de octubre le rindió un homenaje a "la madre de todos los que por allí pasan", recogía el propio centro en su red social Facebook. "Con su bondad, su alegría, su generosidad y su sencillez, esta mujer ha sido capaz de darle un aire especial a nuestro centro. Le hemos dado nombre a su mítica cueva, donde ha dado de comer a tantos niños (y mayores) que a diario nos hemos encontrado con ella. ¡Muchas gracias por todos tus años de entrega al colegio!". Un homenaje que afortunadamente le llegó en vida para recibir el cariño del centro. Emocionada, los alumnos de todos los cursos, desde los más pequeños a los mayores, le dieron el recibimiento más cariñoso aplaudiendo en todo su recorrido hasta llegar a descubrir la placa de su cueva. Una despedida cariñosa y llena de amor de "sus niños".

Mari vendía chuches y bocadillos a los niños del colegio en la cueva que ya lleva su nombre y que, curiosamente, estaba situada al lado de la cueva del primer maestro gitano, Enrique Amaya Heredia. Era capaz de venderte el tradicional bocadillo de carne en salsa pero también uno de patatas a lo pobre. "Pensabas que eso no iba a estar bueno nunca pero estaba riquísimo", recuerda Francisco Torres, antiguo alumno del centro, que reconoce que "hoy hay mucha gente triste". 

Destaca de Mari su cariño. "Era como una segunda madre sobre todo para los niños que estaban en el internado y que tenían lejos a su familia".

"Era muy querida y ha repartido mucho amor. Y recordaba a todos los alumnos que habíamos pasado por allí, con nombre, apellidos y de dónde eras", recuerda. Y sus bocadillos han aliviado en más de una ocasión los estómagos de los niños cuando no les gustaba la comida que servían en el comedor. "Y hasta te fiaba cuando no tenias".

Toda su vida ha estado ligada al colegio, donde incluso su marido murió de un infarto cuando ella era joven. Y nunca se ha separado de su centro, donde hasta el último momento, y mientras la salud y las fuerzas se lo han permitido, ha estado ayudando y atendiendo a sus niños.

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