Granada

El Maristán: crónica de una desaparición anunciada

  • Pocas veces los restos de un edificio han tenido tanta repercusión Es urgente la intervención arqueológica

Pocas veces un edificio, o mejor dicho los restos de un edificio, han tenido tanta presencia en la prensa local como el Maristán, aunque ello no haya servido todavía para garantizar su conservación. La primera aparición fue en 1843, en el diario político El Grito, desde donde se comenzó una campaña a favor de la conservación del monumento que se saldó con una rotunda contestación desde el ayuntamiento de la época, que decía así: Un edificio completamente inútil y de tal modo ruinoso, que ha llegado al estado de que de un momento a otro se desplome. Por más que los incompletos y desfigurados restos de su antigua fábrica arabesca recuerden su remoto origen y sean materia de críticas y curiosas tradiciones, no es una adquisición que deba hacerse, aunque hubiera recursos para ella, porque ha desaparecido ya casi todo lo que constituía su mérito y el resto no se puede sostener. En resumidas cuentas, se apoyaba la demolición por su estado ruinoso, cosa que como veremos no sucedió en su integridad, habiéndonos llegado restos, más que aptos, para su declaración como Bien de Interés Cultural.

Ante la inminencia del derribo, el arquitecto granadino F. Enriquez sacó planos y dibujos del antiguo edificio, aproximándonos a su estructura original, lo que ha servido para cotejar los restos que aparecían. Así en 1976, ciento treinta años después de su demolición, el historiador y arqueólogo Juan Antonio García Granados identificaba el solar y la construcción, muy transformada, ante el convento de la Concepción, consiguiendo entrar en 1978 y probar que se conservaban abundantes fragmentos, suficientes como para impedir una nueva demolición. A partir de ese momento, el Maristán -que había estado en silencio desde su fundación en el siglo XIV como hospital para árabes pobres y enfermos mentales, que había sido transformado en Casa de la Moneda y por último en casa de vecinos- comienza a ser un invitado habitual de la prensa. Incluso, en 1982, la Unesco recomienda la recuperación de los restos existentes en un nuevo edificio que recuerde el musulmán, aprovechándose esta circunstancia para realizar un proyecto de apartamentos, de nueva planta, que afortunadamente no prosperó. Tras esto, el Ayuntamiento intenta comprar los restos del Maristán, pero poco después muestra su desinterés a los propietarios y los autoriza a retirar escombros del solar, lo que casi acaba con los restos conservados, pues un sábado entran las máquinas a derribar el lado Sur, que se conservaba desde los cimientos hasta el alero del tejado. Gracias a una acción vecinal, las obras se interrumpen y se llega a un acuerdo para iniciar unas prospecciones arqueológicas que comienzan en 1984, al tiempo que se declaraba monumento y se iniciaba el proceso de adquisición por la Junta de Andalucía, lo que se hacía efectivo en 1987.

Entre tanto, se fueron realizando campañas de excavación que sacaron a la luz gran parte de los restos del edificio. Como dijimos más arriba, la parte mejor conservada era la crujía Sur, mientras que, arqueológicamente, la crujía Este dio gran cantidad de información sobre la estructura del antiguo hospital musulmán, al tiempo que aparecía la monumental alberca que tuvo como surtidores los dos grandes leones que, en los ochenta, estaban en la Torre de las Damas y, hoy, se custodian en el Museo de la Alhambra. Se pudo comprobar que la construcción era porticada en todos sus lados y que se sostenía por pilares de ladrillo con zapatas de madera, todo ello casi igual que el Corral del Carbón, lo que fortalecía la datación del siglo XIV como fecha en que fue mandado construir por Muhammad V. Por tanto, los restos permitían realizar esa integración que proponía la Unesco, salvar, de esa manera, lo conservado y posibilitar un uso cultural en este espacio. Pero, en vez de eso, en 1988 se realizó una estructura metálica para proteger la galería sur, lo que destruyó la única techumbre que se conservaba con policromía original y eliminó los revocos de yeso de los pilares que estaban pintados imitando ladrillos, como pasa en varias edificaciones de la Alhambra o en el propio Corral del Carbón. Esta nueva obra impidió, también, la excavación hasta el nivel medieval del suelo del edificio, trastocando la interpretación y escala de lo existente. Han sido varias más las campañas de excavación y las veces que el Maristán ha vuelto a aparecer en prensa. Las últimas para dar por hecho un proyecto de recuperación en 2009 y, posteriormente, la denuncia de los vecinos porque la estructura metálica se había convertido en un insoportable nido de palomas.

Como vemos, es una triste historia que comenzó hace 170 años y que, desde hace 25, está bloqueada por la desidia y la falta de toma de decisión clara y rápida, lo que está llevando lo descubierto a la ruina absoluta, pues el solar se ha convertido en varias ocasiones en muladar y posterior selva de malas hierbas que destruyen definitivamente la hallado. Estamos en un momento crucial, en el que se hace necesaria la limpieza e intervención arqueológica en la integridad del solar, recuperar los niveles medievales, proceder a su consolidación y posterior integración, en un espacio útil para la cultura y el turismo. Pues, de no ser así, solamente nos quedarán, como recuerdo de su pasado esplendor, los leones citados y la lujosa inscripción fundacional de mármol, con forma de herradura, que se conserva en el Museo de la Alhambra -piezas que adquirió durante el derribo don Fernando del Acebal y Arratia para colocarlas en su Carmen de la Mezquita en la Alhambra- y la reproducción de la portada, a tamaño natural, que se realizó para el patio árabe del Museo Arqueológico Nacional, donde parece ser, que se conserva embalada, a la espera de un viaje hasta Granada.

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