Opinión | Pablo Luque | La Trinchera

Día 22: Alcaldes y confinamiento

  • En la administración cercana, el dolor tiene cara. Al sufrimiento se le pone nombre

Dia 22: Alcaldes y confinamiento

Dia 22: Alcaldes y confinamiento / Photographerssports

Me lo decía un alcalde muy cercano: “Por cierto, mírame si hubiere algún paquete de medidas económicas y sociales para paliar de alguna forma esta situación a familias vulnerables. Mira también si hay alguna medida que administraciones o ayuntamientos hayan acordado para favorecer el tejido empresarial local. Y mírame si…” No doy nombres. Pero ese es su día a día: esfuerzos sin recompensa, insatisfacción de querer y no poder, no dormir por las noches, desconocer lo que a sus pueblos se les viene encima. Porque mientras otros hablan en grandes púlpitos, en ruedas de prensa, entre innumerables equipos de imagen, aquí, en la administración cercana, el dolor tiene cara. Al sufrimiento se le pone nombre. Y la incertidumbre tiene una calle que atraviesa el municipio. Nadie les dice nada. Nadie les dice qué van a hacer mañana.

Sus vecinos, como los de la tele pillan muy lejos, recurren allí, a su ayuntamiento, pidiendo, suplicando si alguien les puede ayudar. Un día y otro. Un día y otro. Pocas competencias sociales tenían. Menos tendrán ahora. Y menos aún querrán, si vuelven a lo de siempre: a darles actividades sin presupuesto para hacer frente a las mismas (acompañamiento presupuestario, decía la ley). Y ahora, economía de guerra. No sé qué harán, qué inventarán para la ocasión. Esta es la jodida realidad para el día después. Ese es el cruel destino de una crisis que ya está aquí.

Es injusto descargar nuestras conciencias y traspasar nuestra obligación social en quienes trabajan en los consistorios. Son los más cercanos, pero también los que más se preocupan de sus pueblos, de las familias que viven allí. Hacen y harán piruetas para que nadie se sienta abandonado, maltratado por la vida, dejado de la mano de Dios. A veces, es justo no mirar sólo la justicia social en las grandes cifras, ni en los debates de los parlamentos; es más justo fijarnos en ésta, en la que espera a las ocho de la mañana a que abran la puerta para preguntar por lo suyo para poder comer, en la que se practica a pie de calle, en la que no sabe de nóminas ni de uno a cinco de cada mes.

Es la cara amarga de la política. Y en esa cara amarga, la honradez del cargo hace que haya muchas noches sin dormir, imaginando que el día siguiente será como el de hoy. Mas miseria sin respuesta. En ocasiones, hace falta otra pasta. La política tiene otra cara que no se regodea con fastuosas recepciones, ni actos con que vanagloriar sus egos. No. No es sólo eso. O al menos, no es la que conocí. Los que conocí, de todo signo y creencia, son personas que se preocupan por las demás. Que comprenden, aceptan y ejercen la responsabilidad del cargo. Que creen que pueden hacer algo por los demás. Que asumen con dignidad el cargo para el que fueron elegidos. Que aceptan la crítica política, pero no la que se dirige a sus personas, a su intimidad, a sus familias.

Alcaldes. Alguien decía que la leyenda de los grandes hombres de la historia no es el epitafio que puedes leer en sus tumbas, sino el relato que te puedan narrar aquellas personas que los conocieron en vida. Pues eso. El orgullo de que son tus vecinos, los que a diario pasean contigo, quienes te eligieron. Buena suerte.

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