La Rayuela

Lola Quero

lolaquero@granadahoy.com

Ciudad probeta: de lo inaudito al 'Informe Sebastián'

A veces a los políticos les traiciona el subconsciente y se echan otra tonelada de lodo encima. Para justificar su resistencia como alcalde napoleónico, Luis Salvador llegó a decir que no había ninguna dificultad en prescindir del resto de concejales de gobierno porque, como cualquiera sabe en esa casa -el Ayuntamiento-, son los técnicos municipales los que dan cada día al interruptor de la ciudad. Y no es la primera vez que escuchamos un argumento similar. Es el mismo trasfondo de la explicación de todos los políticos imputados o acusados por delitos de corrupción que en los últimos tiempos han tenido que comparecer ante un juez, de Granada hasta Murcia o de Madrid a Cataluña. "Me limitaba a firmar lo que decían los técnicos", "los informes eran favorables"… Hasta se ha escuchado en una sala de vistas que el alcalde de una ciudad como Granada necesitaba a su secretaria para encender el ordenador. Literal.

Escuchar o leer estas cosas lleva a cualquiera a hacerse las típicas preguntas: ¿Para qué queremos a los políticos? ¿Para qué les pagamos? ¿Y si no los necesitáramos? El problema para Granada es que esas ideas de barra de bar, fruto del hartazgo colectivo y peligrosas para la democracia, se han hecho realidad. Hoy esta ciudad es un experimento nacional, una ciudad probeta. A todos los niveles, como inaudita forma de gobierno o como lugar de ensayo para la guerra abierta que no ha hecho más que empezar entre los partidos de centroderecha en España.

En el origen del sistema constitucional hay una palabra clave: responsabilidad. El poder democrático tiene que ser responsable y si no es así, deja de ser democrático. Así que sí, por mucho que aquí se quieran hacer experimentos insanos o se hayan tratado de eludir consecuencias judiciales de las decisiones libremente tomadas, necesitamos a los políticos, personas elegidas que han de responder de sus actos ante una mayoría. Otra cuestión es la de qué políticos nos hacen falta. Cuando Luis Enrique saca al campo a sus once jugadores de fútbol el asunto se convierte de inmediato en debate nacional; si no hay gol, el público pita, protesta y exige. ¿Pero en política quién hace la alineación? Se supone que somos los ciudadanos, al votar a los que van a jugar el partido, pero luego no nos enfadamos tanto si el equipo no tiene gol. Ni siquiera se oyen pitos si algunos de los implicados se quitan las botas y se van del campo en pleno encuentro.

Una concentración de poco más de un centenar de personas es lo más que estos días se ha visto en las calles de Granada para protestar porque el equipo que dirige la ciudad se ha desintegrado. Pero el partido sigue. Otras ciudades de España ya tienen perfilados sus proyectos de transformación para aprovechar los fondos europeos, firman convenios y atraen innovación, mientras que aquí se ha dejado la máquina al ralentí y el futuro que miramos no va mucho más allá del próximo pleno mensual, donde casi todos esperan que el alcalde se encuentre ya al final del callejón sin salida.

El socialista Paco Cuenca le ha dado esta semana un plazo más perentorio: 72 horas que se cumplían ayer. ¿Y después qué? Lo mismo. Cada uno en su rincón. Para una moción de censura con su nombre como alcalde alternativo sólo cuenta con las diez firmas de sus propios concejales. Para saber qué ediles podría sumar ya tiene el informe de un profesor de la UGR sobre transfuguismo. Con todos los respetos al pulcro trabajo del experto, el documento se podría titular Informe Sebastián, porque tras vueltas y vueltas, la conclusión es que el legendario presidente provincial del PP, Sebastián Pérez, es la única firma legal para que Cuenca pueda sumar 14. Más experimentos.

De otro lado está la opción de reconstruir el pacto de centroderecha. Salvador dice que esto ahora es cosa de Arrimadas y Casado en Madrid, pero el presidente provincial del PP granadino sigue esperando una llamada de Luis para decirle que no puede más en soledad. Luego vendría la otra batalla, la de poner nombre al próximo alcalde. Y Sebastián Pérez sigue firme: tiene que llamarse Paco. De Luis, nada de nada.

Mientras, a esperar. La vida sigue. Concejales y responsables de los partidos políticos obligados a actuar celebran los actos del Corpus, van a los toros o disfrutan de los magníficos conciertos del Festival de Música y Danza de Granada. Allí se encuentran casi todos y hasta conversan, pero a lo mejor hablan del tiempo o de la alineación de Luis Enrique, porque la crisis de Granada sigue abierta.

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