Granada

Un congreso socialista para la historia democrática

  • El camino para recuperar el crédito perdido ni será fácil ni será corto

ESTOY convencido de que así será recordado el Congreso extraordinario del PSOE de finales de julio. Un congreso para la historia democrática del partido y del país. Habrá quienes, dentro y fuera de las filas socialistas, consideren como el mejor legado del congreso la representación obtenida en los diversos órganos que se han elegido en el mismo. De un lado, por los diversos poderes territoriales. De otro, por las diferentes sensibilidades políticas que cohabitan en el socialismo español, no necesaria ni obligatoriamente representadas por las tres candidaturas que hubo en liza, ni por sus grupos de apoyo. Todo ello aderezado del inevitable y maniqueo juego mediático que acompaña tales disquisiciones.

Sin embargo, ni desde los sectores mas contrarios al PSOE ni desde los peores augurios, nadie ha negado, porque no es posible, que el hito democrático más importante en la reciente historia española, ha sido la elección por sufragio universal de toda la militancia del secretario general del partido. Una participación similar a la que se obtiene en las grandes citas electorales acredita el acierto del proceso, que cambiará nuestra realidad política de cara al futuro.

Solo por eso, ya cabría hablar de la frase que titula estas reflexiones como de una evidencia. Pero estamos ante el primer paso únicamente. Un paso decisivo, sí, pero el primer paso en el camino que hemos de recorrer para recuperar el crédito perdido; un camino que al igual que el que emprendimos para perder dicho crédito, ni será fácil, ni será corto. Recuperar el crédito no es proclamarlo; exige en primer lugar recuperar la identidad política como opción socialista reconocible en la sociedad global. Y en segundo lugar, exige asumir colectivamente que en la democracia actual, el funcionamiento interno de la organización sólo puede albergar procedimientos de sufragio universal, libre e igual para la elección de cargos, siempre y en todo lugar.

Ese primer paso se ha visto completado, en el propio congreso, por la asunción general en todos los niveles del PSOE del principio "un@ militante, un voto". Asunción en la conciencia colectiva y también, que es lo más importante, en los estatutos federales. A partir de ahora esa será nuestra norma, sin necesidad de más debates al respecto, ni más interpretaciones. Insisto, un hito en nuestra democracia que ya no dejará indiferente a nadie.

Y esa reafirmación democrática en la vida interna tendrá que venir acompañada de la misma reafirmación en nuestra relación con la ciudadanía, sus organizaciones, sus causas y su acción política. El compromiso firme del secretario general de abrir la organización a la calle, mediante el establecimiento de asambleas abiertas al debate, en las que, de igual a igual, militantes y no militantes compartan opiniones, estrategias y visiones de la realidad, es la constatación de que el camino emprendido es el correcto. Ya he dicho que éste no será fácil ni corto. El PSOE es mirado por buena parte de la gente como algo ajeno a sus inquietudes. La credibilidad no vendrá sola, los lazos de confianza y complicidad habrá que tejerlos con constancia y con lealtad mutua. El hecho de haber emprendido, tiempo atrás, una senda semejante en la ciudad de Granada, no hace sino corroborar la firmeza de apostar por conectar con la calle de manera sincera y profunda.

Junto a lo anterior, una muestra más de la incidencia que sobre nuestra democracia ha tenido el pasado congreso socialista, ha sido el contraste de ideas producido durante el proceso, que ha puesto en evidencia la necesidad de articular políticamente nuestro modelo de sociedad en consonancia con la realidad global y cambiante en la que nos movemos. Una realidad caracterizada por la crisis internacional, por la preponderancia del capital financiero y la pérdida de valores colectivos, que ocasiona una sociedad injusta, con cada vez más diferencias y más dificultades de identificar a la llamada clase media.

Esa articulación política ha de llevarnos a implantar en nuestra sociedad un nuevo esquema de valores, de modo que algunos principios dejen de constituir objeto de competencia política y pasen a ser patrimonio del conjunto de la sociedad. La honestidad y la transparencia como rectoras de la acción pública, en primer lugar. La multilateralidad cooperativa, en permanente tensión democrática, pero bañada de la lealtad federal, como eje de la articulación territorial de un Estado, que nunca será uniforme, pero ha de ser uno en su pluralidad. La aconfesionalidad manifiesta de los poderes públicos, dentro del respeto a las creencias individuales de cada cual, como valor a perseverar en una sociedad que quiere y debe ser (porque lo es) tolerante, abierta y multicultural. Y los valores cívicos, de ciudadanía, de actitud para lo colectivo y para la búsqueda del interés general, como gran bóveda que preside el funcionamiento de la sociedad.

Quedará así, finalmente, la identificación del proyecto político socialista, como el paso definitivo para imbricarnos plenamente en la vida y en el sentimiento de la gente. Nuestro modelo económico justo y equitativo, que no abandone a nadie y que potencia los sectores productivos en claro detrimento de los meramente especulativos. Nuestra propuesta para obtener los recursos suficientes para ello, y nuestra forma de emplear esos recursos, de modo que se garanticen los servicios y prestaciones fundamentales a toda la población sin atisbo de duda. En definitiva, nuestra propuesta que, en el marco democrático, aspira a transformar la realidad.

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