Cabalgata 2014

Una fiesta para los niños y un laboratorio para los mayores

  • El 6 de enero de 1923 sucedía en Granada un hecho fundamental en la historia del arte y de la cultura: tres grandes artistas se entregaron a la realización de una función de humildes títeres.

El 6 de enero de 1923 a las tres de la tarde, en una casa acomodada de Puerta Real propiedad de la familia Lorca, tenía lugar una función de títeres de cachiporra y teatro planista, inspirada por tres de los artistas más importantes que en ese momento se encontraban en Granada: Manuel de Falla, Hermenegildo Lanz y Federico García Lorca. Según cuentan las crónicas, un nutrido grupo de niños, acompañados de mayores situados en segunda fila, disfrutaron de una velada teatral en la que se representaron tres obras literarias de alto nivel que fueron acompañadas por música de Stravinsky, Albéniz, Debussy, Pedrell, las Cantigas de Alfonso X el Sabio, junto a otras canciones medievales y populares españolas, como la Cançó de Nadal, armonizada por Romeu.

Para ese día, Federico García Lorca había realizado una adaptación del cuento tradicional andaluz, La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón, al tiempo que revisaba el entremés de Cervantes Los dos habladores y la obra medieval El Misterio de los Reyes Magos, obra del siglo XIII, al tiempo que movía alguno de los personajes junto a su hermana Conchita.

Hermenegildo Lanz diseñó y pintó la embocadura del teatrillo, talló las cabezas de las marionetas de guante, realizando los escenarios y decoraciones de las dos primeras obras, así como todo lo relativo al teatro planista, o lo que es lo mismo, todas las figuras pintadas y recortadas en cartulina para ilustrar el Misterio de los Reyes Magos, para las que usó como fuente de inspiración el magnífico códice propiedad de la Universidad de Granada, De natura rerum, vulgarmente conocido por Codex granatensis, contemporáneo de la obra literaria.

Por su parte, Manuel de Falla seleccionó las músicas que habrían de sonar durante las representaciones, eligiendo obras de estricta contemporaneidad, como dos fragmentos de La historia del Soldado de Stravinsky, arreglados por Don Manuel para clarinete, violín y piano, que suponen el estreno de esta obra en España. Como ya dijimos, se acompañó de música de Ravel, Debussy o Albéniz, todos ellos amigos de Manuel de Falla, pero también se realizó un trabajo de recuperación de la música antigua española de la mano de Felipe Pedrell, maestro y mentor del gran compositor gaditano. Acompañaron en la interpretación musical a Manuel de Falla, que tocaba y dirigía desde el piano, José Gómez al violín, Alfredo Barrés en el clarinete y José Molina al laúd.

Por si todo esto fuera poco, se realizó un programa-invitación que se repartió entre los niños para que sirviera de entrada, en el que se detallaban con total precisión los pormenores de la representación. Obviamente, esta representación dirigida a los niños, no fue una simple puesta en escena que divirtiera a la chiquillería, en un día tan señalado para la infancia como el 6 de enero; esta función es la culminación de un intenso trabajo de documentación que Falla, Lanz y Lorca habían ido realizando durante los años anteriores por diferentes comarcas; recuperando personajes, estructura narrativa y carácter de los muñecos para con el público. La diferencia estribaba en que, si bien las actuaciones callejeras contaban historias con desenlace moral y ejemplificador de carácter popular, en esta ocasión las obras elegidas pertenecían al parnaso literario, la música aportaba un carácter de modernidad inusitada y la escenografía y personajes estaban dentro de la más elaborada y contemporánea técnica teatral europea.

Por eso hubo un interés especial en difundir esta pequeña sesión local a través de la prensa nacional, se hizo un importante reportaje fotográfico que se publicó en revistas ilustradas como La Esfera de Madrid. También dio nota de ello el diario La Voz de Madrid en dos artículos firmados por Mora Guarnido, bajo el epígrafe de El teatro de 'Cachiporra' andaluz, lo que infiere también un cierto grado de recuperación nacionalista de una tradición filtrada por la modernidad de sus protagonistas. Desde luego, los presentes tuvieron que disfrutar de una sesión sin igual y es probable que para ellos no tuviera más trascendencia que la de haber sido espectadores de una memorable función teatral. Pero para sus protagonistas, todo este trabajo iba más lejos de la mera representación episódica; para Lanz, Falla y Lorca, se trataba de un trabajo interdisciplinar de gran complejidad, resultado de sus indagaciones y piedra de toque para sus futuros proyectos profesionales.

Federico siguió trabajando el mundo del guiñol y, sobre todo, de su forma espontánea de conectar con el público como deja bien claro en el Retablillo de don Cristóbal, en cuya alocución inicial de la representación bonaerense, dirá que las marionetas "son de carnecilla" pues sienten, al igual que sienten los espectadores. Manuel de Falla, ya pergeñaba El retablo de Maese Pedro -inspirado en un pasaje del Quijote, en el que los títeres son los personajes protagonistas- que se estrenaría en casa de la princesa de Polignac el 25 de junio de 1923, con la colaboración de Manuel Ángeles Ortiz, Hernando Viñes y la incorporación tardía, pero fundamental, de Hermenegildo Lanz. Y es que Lanz, este 6 de enero resolvió brillantemente todos los problemas escénicos derivados de tan específica técnica teatral, adquiriendo una experiencia que le llevaría, en un futuro no muy lejano, a producir complejas escenografías teatrales para los Autos Sacramentales de Lope de Vega y Calderón o los Cuentos de Hoffman, en donde la luz modela el espacio.

Como vemos, el 6 de enero de 1923, sucedía en Granada un hecho fundamental en la historia del arte y de la modernidad cultural granadina: tres grandes artistas se habían entregado, en cuerpo y alma, a la realización de una función de humildes títeres con destino a un público infantil, utilizando el proyecto como banco de pruebas para sus grandes creaciones artísticas. Hicieron un laboratorio temporal de cuyos resultados dejaron memoria y de cuyas consecuencias, aún hoy nos asombramos.

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