ayer y hoy

Los levantamientos populares en Granada vienen de lejos

  • En 1648 el corregidor Francisco Arévalo tuvo que esconderse en San Jerónimo porque por poco lo matan

  • La figura pacificadora de dos Luis de Paz aplacó a los granadinos

Era importante la ciudad de Granada en el siglo XVII; rondaba los 50.000 habitantes, cifra parecida a la que tenían Valencia y Barcelona. Algo quedaba del brillo del siglo anterior, aunque la expulsión de los moriscos hizo honda mella y a partir de ahí, la decadencia. Se mantenía como centro administrativo, conservaba uno de los arzobispados más ricos de España, tenía su Universidad, la Chancillería con competencias en toda la España al sur del Tajo; una Granada de numerosos propietarios, ricos terratenientes, talleres para una próspera industria de la seda, la mejor de España; pero también una Granada de mendigos, niños abandonados, esclavos y moriscos muy descontentos.

Una bajada de la moneda de vellón en 1642 produjo una catástrofe económica en la ciudad porque se paralizó el comercio de la seda, vino el paro y la población industrial se levantó en el Campo del Príncipe a donde se concentraba la mayor parte de los talleres. Para colmo se produjo una epidemia de peste en 1648 unida a una de las más graves sequías, por lo que el precio de pan empezó a subir. Las calles se llenaron de padres con sus hijos pidiendo limosna. Pero se sigue llamando al siglo XVII el Siglo de Oro (de las Letras y las Artes, es verdad).

Era entonces corregidor de Granada el Caballero de la Orden de Santiago don Francisco Arévalo de Zuazo, uno de los alcaldes más odiados contra el que se levantó el pueblo en protesta muy agresiva, hasta el punto de que tuvo que huir y esconderse en la iglesia de San Jerónimo. En el Libro de Cabildos del Ayuntamiento se lee que "…el 18 de mayo de 1648 el pueblo amotinado en el Albaicín por falta de pan bajó en tropel al centro de la ciudad, dando vivas al rey [Felipe IV] y mueras al Gobierno. Las turbas se dirigieron a la casa del Corregidor Francisco de Arévalo que había huido… pidiendo por aclamación que se nombrara Corregidor a don Luis de Paz…". Y así fue; al día siguiente se nombró por voluntad popular a don Luis de Paz y Medrano, caballero de la Orden de Calatrava que, montado en un caballo y con un crucifijo en la mano, recorrió las calles de Granada ordenando que los que almacenaban trigo lo sacaran y que los panaderos abastecieran el mercado a buen precio. En palabras de Domínguez Ortiz don Luis de Paz se convirtió en "el ídolo de las clases menesterosas de Granada". Ante la actuación de este buen hombre dicen los documentos que se repicaron campanas y hasta se sacaron procesiones.

No conforme Arévalo con su destitución y para conservar sus privilegios no se le ocurre otra cosa que presentarse con los suyos en el Ayuntamiento. Esto hizo que de nuevo se levantaran unos 4.000 granadinos con cuchillos, palos y piedras (lo de las pancartas con agujeritos soportadas por los más fotogénicos granadinos vendría después). De nuevo intervino el bueno de don Luis para poner paz y pedir calma al pueblo y benevolencia al rey para evitar represalias. Todo terminó con rezos del pueblo en la Iglesia de San Cecilio, cohetes y luminarias en el Campo del Príncipe, mientras el corregidor Arévalo huía de la ciudad disfrazado de monje. El precio del trigo bajó de 72 a 42 reales la fanega, tomándose duras medidas contra aquellos que lo habían acaparado para luego revenderlo más caro, mientras el corregidor Arévalo miraba para otro lado.

Don Luis de Paz calificado como "santo caballero de bonísima intención", fundador en Granada del Hospital de Convalecientes o Cristo de las Penas, fue llamado por el propio rey Felipe IV al sentir curiosidad por su generosidad. Murió hace 350 años, un 26 de septiembre de 1667; vemos que los granadinos venimos levantando la voz desde hace tiempo, aunque a veces parece que es la voz que clama en el desierto.

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