Covid-19

Una noche de patrulla policial durante la desescalada en Granada

  • Cambios en el menudeo de drogas, "jóvenes descontrolados" y tardes más conflictivas que las madrugadas es el panorama con el que lidia ahora la Policía Local de la capital en el camino hacia la nueva normalidad

"La noche es oscura y alberga horrores". Jorge es un agente de la Policía Local de Granada que tiene como fondo de pantalla en su móvil el blasón de los Stark, la familia norteña de Juego de Tronos, de la que lleva a gala haberse leído los libros. La frase parece que se la aplican los granadinos, que en plena desescalada, optan por saltarse las normas por las tardes en vez de por las noches. Las calles vacías martillean el recuerdo. La madrugada del pasado viernes, Granada Hoy acompañó a una patrulla de la unidad Dauro 10 de Apoyo a la Policía de Barrio para comprobar cómo palpitaba la ciudad en la primera noche previa a la que en próximas semanas se llamará la nueva normalidad.

El cielo se estaba encapotando y la temperatura más bien parecía la de la noche de marzo en la que el Gobierno anunció que el país se cerraba a cal y canto para evitar la expansión del coronavirus. Jorge y Ramón, con Enrique al mando, son los tres agentes que componen la unidad que ya había tenido que acudir de apoyo a una llamada. En las calles no parecía una madrugada de jueves a viernes, siempre bulliciosa y activa, más en una Granada de mediados de junio, donde las brisas suaves y agradables llenan los huecos libres entre examen y examen de la UGR.

Uno de los agentes examina los efectos personales de uno de los jóvenes que hacía botellón y fumaba porros en la placeta de la Puerta del Sol Uno de los agentes examina los efectos personales de uno de los jóvenes que hacía botellón y fumaba porros en la placeta de la Puerta del Sol

Uno de los agentes examina los efectos personales de uno de los jóvenes que hacía botellón y fumaba porros en la placeta de la Puerta del Sol / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

"Se está notando que no están los estudiantes", comentan los agentes, que estos se fueron en cuanto pudieron tras suspenderse las clases, añaden. Pero eso no implica que la cosa esté tranquila. Al revés, los agentes observan "muchísimo" más movimiento de botellón y de drogas, "sobre todo de marihuana, porque "los jóvenes han salido desbocados de las casas", dice el agente Jorge. Enrique, que conduce el furgón policial, afirma que desde incluso la "víspera de la fase 2" ya se observaba más gente en las calles de gente joven haciendo botellón o reuniones que no estaban permitidas: "No se esperaron".

Albaicín

La ruta se inició en la Jefatura de la Huerta del Rasillo sobre las once de la noche. El primer destino es un lugar frecuentado por jóvenes durante estos días, normalmente miradores, y los mejores de Granada suelen estar en el Albaicín, que es donde están notando que la situación post-coronavirus está más "descontrolada". Con habilidad, Enrique encauza el furgón policial por Santa Isabel la Real y aparca junto a un muro en el Carril de la Lona. Días atrás tuvieron que intervenir en el Mirador del Ojo de Granada, situado justo encima del Aljibe del Zenete. La Policía Local de Granada tiene que realizar seguimientos de estos lugares para que se corra la voz de que acuden, y así no ser un lugar donde quienes van a hacer botellón o menudeo de drogas se sientan seguros. A la llegada no hay rastro de nada, tan sólo un joven duerme mal tapado ante el frío que empieza a caer. Ramón le alumbra para ver su estado pero ni se inmuta.

"Al principio del confinamiento había más fiestas en casas, pero conforme se ha ido saliendo había más en la calle. Ahora tenemos más problemas de concentraciones de botellones. Siempre va a haber fiesta en las casas, pero ahora más en plazas, grupos y la marihuana, que los jóvenes de hoy están más al día", comenta Jorge de vuelta al furgón. La franja de edad de las personas jóvenes a las que han tenido que sancionar oscila entre los 16 y los 25 años, quienes protestan porque "a nadie le agrada" una sanción de cien euros, añade.

Uno de los agentes de la patrulla, tras inspeccionar el Mirador del Ojo de Granada Uno de los agentes de la patrulla, tras inspeccionar el Mirador del Ojo de Granada

Uno de los agentes de la patrulla, tras inspeccionar el Mirador del Ojo de Granada / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Realejo

La ruta policial anti-botellón en la primera noche de fin de semana en fase 3 es la de los miradores. Toca ir al Realejo, al mirador del lavadero de la Puerta del Sol. De camino la patrulla se cruza con otra unidad que se encuentra interviniendo en una propiedad: un hombre había sido detenido tras intentar entrar en una casa a través de una obra contigua y se estaba procediendo a la identificación.

Gran Vía, Plaza Nueva, Cuesta de Gomérez y ya es medianoche. Camino a la placeta una litrona de cerveza abandonada en una ventana enrejada anuncia la primera intervención de la patrulla, que sorprende a dos grupitos de jóvenes que estaban tranquilamente infringiendo la ley. Cinco chicas sentadas en el poyete del mirador hablaban con un acento que no era de Granada. Una de ellas hace el ademán de tirar algo al ver a los agentes, reacción que también tienen dos chavales que hacían lo propio en el lavadero. "Esta plaza no falla", confiesa más tarde uno de los agentes. Lo peinan todo hasta encontrar lo que han tirado y empiezan los registros. El grupo de los dos hombres jóvenes son los primeros en someterse al cacheo mientras llaman a otra patrulla con una mujer para les haga el registro a ellas.

Enrique, al mando de la patrulla y al volante del furgón policial Enrique, al mando de la patrulla y al volante del furgón policial

Enrique, al mando de la patrulla y al volante del furgón policial / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Ramón pregunta al primero si lleva encima algo que le comprometa y lo niega, pero miente, y el agente le incauta una bolsa de marihuana que posteriormente será enviada a la Subdelegación del Gobierno. La multa ya va por 100 euros por beber alcohol en la calle y 600 por tenencia y consumo de sustancias estupefacientes en vía pública. "Lo que tengas en los bolsillos lo sacas; es la diferencia en que lo que tengas que pagar es más o menos", avisa Enrique al segundo joven al que van a registrar, que sale indemne.

En las ventanas de las casas nadie se asoma, quizás por la costumbre de encontrarse esta escena habitualmente, y más ahora después del confinamiento. Una pareja de enamorados se ve de pronto rodeada de policías locales: acababa de llegar el apoyo femenino para los cacheos. Pero no se van, se mantienen sin hacerle ningún caso a la situación. Finalmente tan sólo se queda en una sanción a la chica que tiró el porro, las demás se libraron por la suerte de que el 'rule' no les había tocado a ellas cuando llegaron los agentes.

La intervención se salda con dos propuestas de sanción y multa en una hora. Muy poco comparado con lo que las patrullas se encuentran por las tardes durante esta vuelta del botellón. "Entre las siete y las nueve de la noche ayer –por el miércoles– llegamos a poner 10 u 11 multas por botellón o drogas", cuenta Jorge. Ese es el volumen en un día entre semana. De jueves a domingo esa proporción sube. Aunque también depende de la meteorología. Hace fresco y "como empiece a llover, esto se acaba", dice Ramón en la delantera del furgón mientras va hacia la zona Norte.

Uno de los agentes de la patrulla habla con el sospechoso de la zona Norte Uno de los agentes de la patrulla habla con el sospechoso de la zona Norte

Uno de los agentes de la patrulla habla con el sospechoso de la zona Norte / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Zona Norte

La siguiente visita es a una plaza donde suele haber menudeo de drogas y prostitución. No hace falta entrar. Una persona normal ve un coche que se dispone a incorporarse a Joaquina Eguaras. Enrique tiene otro olfato. Pone el furgón ante la monovolumen sospechosa y le indica al conductor que no avance, pero no le hace caso. Persecución policial que dura menos de cien metros. En el coche un hombre de mediana edad con rasgos de haber tenido una vida muy complicada. El interior de su vehículo está destrozado y lleno de papel de aluminio. Los agentes piensan en la ITV y el seguro de forma automática y proceden a registrar al sospechoso. A nuestras espaldas, fantasmagórico, el ferial que debía estar abarrotado se sumía en la oscuridad. Varios coches dan vueltas a la manzana a paso lento pero y una distancia prudencial.

"Cuando uno no sabe lo que lleva en los bolsillos es que lleva algo que no debe llevar", le dice Jorge, que le encuentra droga para uso propio y un proyectil de bala que pone a la patrulla en alerta. No hay arma. Las pesquisas avanzan y se confirman las sospechas: seguro caducado, inspección también, y el carnet estaba retirado. No quedaba otra que abrir diligencias en la Jefatura, inmovilizar el vehículo, y llamar al Juzgado de Guardia para someter a esta persona a un juicio rápido a la mañana siguiente.

La zona Norte no ha sido muy conflictiva durante el confinamiento, cuentan los agentes que durante la noche regresaron a ella para disipar una fiesta que cuando llegaron ya se había disuelto. "No ha habido muchos problemas más allá de los que puede haber por tema de drogas". Las luchas de clanes implican grandes cantidades de dinero, y ahí empieza el foco de los conflictos. "¿Cómo se pasa el miedo?" "Cuando llevas 15 años entrando y en concreto esta unidad, que hacemos muchas intervenciones, te terminas acostumbrando", relata Jorge camino de la Jefatura.

Cuentan que el coronavirus también ha cambiado las formas de menudeo de droga en la ciudad. Enrique y Ramón recuerdan a un repartidor de Glovo que aprovechaba para vender sustancias prohibidas y al dueño de un perro que, al estar permitidos los paseos con las mascotas, aprovechaba para hacer lo mismo. El confinamiento no ha frenado el consumo de droga, sólo se ha adaptado a las circunstancias, convenian.

Proyectil de bala encontrado en el vehículo inmovilizado en Joaquina Eguaras Proyectil de bala encontrado en el vehículo inmovilizado en Joaquina Eguaras

Proyectil de bala encontrado en el vehículo inmovilizado en Joaquina Eguaras / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Mientras se acaban las diligencias en Jefatura, Enrique y Ramón se comen el bocadillo de mitad de noche. Otros compañeros llegan para lo mismo. Hay camaradería. Jorge no tiene mucha hambre y mientras vigila al sospechoso del Polígono relata la angustia que se pasó en el cuerpo durante la peor parte de la pandemia. "Ha habido muchos compañeros contagiados que lo han pasado mal. No me considero alguien que haya tenido estrés, pero llegaba aquí y tenía como un pellizco en el estómago", cuenta este agente que alaba que la dirección reaccionara rápido para evitar más contagios con turnos de quince días.

"Como no salgamos ya no llegamos a los bares", dice Enrique para que Ramón y Jorge se pongan en marcha. La Mae West sigue cerrada. Chispea en Neptuno, en Ganivet ya es lluvia, y en Pavaneras ha escampado. No hace falta intervenir. Parece que se sigue en confinamiento: muy pocos fiesteros y locales cerrados o casi vacíos. Sólo a las 4 de la mañana hay que ir a un local de Pedro Antonio de Alarcón que se había pasado de la hora de cierre. Para el dueño la sanción irá en función de la reincidencia. A la tercera se clausurará. A la segunda se toca el bolsillo. Nueva normalidad, viejos problemas.

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