Opinión | Pablo Luque | La Trinchera

Día 18: Los pequeños héroes

  • Jamás pidieron explicaciones. Aceptaron de buen grado esta experiencia. Lo llevan mucho mejor que nosotros

Dia 18: Los pequeños héroes

Dia 18: Los pequeños héroes

Caye lo anunciaba desde lejos. Llegó impaciente al despacho. “Papá, han dicho que por primera vez en Granada hay más curados que fallecidos”. Yo, recuperado del primer impacto, le contesté que era una gran noticia, sobretodo para las familias angustiadas que festejan la vuelta de su ser querido como si hubiera vuelto a nacer. Aunque le dije que no era suficiente, que quedaba bastante aún. Bastante para salir, bastante para reunirnos con nuestras familias, bastante para jugar con amigos, bastante para recobrar la normalidad.

No pronunció palabra. La sonrisa se le fue, o peor, se la fui desdibujando. Agachó la cabeza. Bajó la mirada. Sin decir nada, cerró la puerta. No hacía falta decir nada. Creyó que hoy era distinto, que a partir de hoy había un antes y un después. En aquel momento, creí que mi misión como padre era devolverle la realidad, hablar con la razón, bajarla de su optimismo, decirle que no era fiable aquéllo. Destruir su dosis diaria de esperanza. Creo que en sus adentros debió pensar que la habían engañado, que el titular no era malo; pero estamos como al principio, y el día no era muy distinto del anterior… y el anterior del anterior…

Confieso que me hizo sentir mal. Por un momento, no supe distinguir el mayor del pequeño, el alma que sólo sabe seguir y seguir, caminar hacia delante, todo pasión, todo fuerza, del alma que renquea, de la que está en modo pause, de la que le cuesta excesivo trabajo avanzar y creer en lo bueno de cada día. Sí. Me sentí mal. Carecí de mano izquierda para proponer un campo de juego que nuestros pequeños desean más que nosotros, aunque no lo digan a diario. Hay muchos héroes, claro. Nuestra sociedad está llena de ellos que a diario lo demuestran. Muchos sacrificios, muchos. Pero hoy viernes, nuestros pequeños cumplen tres semanas desde que hicieron sus maletas, cerraron el pupitre, y dieron el último vistazo a su cole. Sin saber lo que les proponíamos, sin saber cómo era este mundo del confinamiento, sin comprender que cuando decían adiós a sus compis, era un adiós de verdad.

Sin contemplaciones. La vida les trató así. Sin contemplaciones. Jamás pidieron explicaciones. Aceptaron de buen grado esta experiencia. Lo llevan mucho mejor que nosotros., con la mirada siempre más allá y diciendo en sus gestos y en sus formas que no hay prisa, que están bien, que no nos agobiemos. ¿Saben lo que les digo? Que son ellos. Que ellos son también los héroes de este confinamiento. Que hagamos sonar las sirenas. Que les aplaudamos. Que los abracemos. Que levantemos su brazo y digamos que son unos campeones. Mañana cumplen tres semanas en casa y están nuevos. Ven la nieve. Y el sol. Y la luna, como dice Pablo estudiando la metáfora, es un queso gruyere. Y sonríen. Y esperan. Y no pasa nada. Nunca les pasa nada…

Salí corriendo del despacho. Abrí la puerta. “– Caye, espera. - ¿Qué quieres, papá?. – Caye, que era broma. Que es un notición. Que por fin salimos. Que salimos, Caye, que salimos”. Caye miró sonriendo y dio un salto de la estática. Y un abrazo. Y un beso. Se le achinaron los ojos.

Y mientras su madre volvía del trabajo, preparamos una paella para celebrarlo… ¿os apetece?

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