Investigación en la Universidad de Granada

Los parásitos que reescriben la historia de la humanidad

  • El arqueólogo Ramón López Gijón estudia las condiciones de vida del medievo a partir de la presencia de parásitos en restos humanos

Ramón López Gijón realiza su doctorado sobre paleoparasitología.

Ramón López Gijón realiza su doctorado sobre paleoparasitología. / Carlos Gil

Unas letrinas de la época califal en Córdoba y Mértola (Portugal) dieron a luz un artículo del investigador Piers D. Mitchell, director del Laboratorio de Paleoparasitología de Cambridge, en el que vino a confirmar que, pese a la imagen que se tiene de la diferencia de costumbres y hábitos –sobre todo en lo referente a la higiene– entre cristianos y musulmanes, la presencia de parásitos venía a rubricar que la limpieza de unos y otros era muy similar. Más bien escasa.

Ramón López Gijón, sentado frente al ordenador en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada (UGR), busca sus propias conclusiones. Atesora muestras de tierra recogida del interior de restos humanos de dos enterramientos de entre los siglos XII y XIII en Baza y la localidad murciana de San Esteban. En botecillos y bolsitas zip guarda sedimentos de la zona en la que debían estar los intestinos.Los parásitos que encuentre en esta tierrecilla permitirá certificar las condiciones de vida de la época tanto en la localidad bastetana –entonces frontera entre reinos– y la murciana, una boyante ciudad con relaciones comerciales y con unas características únicas. En San Esteban, además de necrópolis, hay letrinas. Los dos puntos se hallan estos testigos, microscópicos, que revelarán, por ejemplo, hábitos, relaciones y enfermedades de la época. Como aperitivo, se tiene asumido que las condiciones de vida de la época no precisamente son envidiables desde el punto de vista del siglo XXI.

El análisis de letrinas en Córdoba determinó las malas condiciones de higiene de la población

López Gijón cursó Arqueología en la UGR. Posteriormente realizó el máster de Antropología. Sus trabajos de fin de grado y de máster –en los que investigó con momias guanches de Tenerife y Gran Canarias cedidas por el antropólogo Conrado Rodríguez– versaron sobre paleoparasitología, una disciplina dentro de la especialidad de la Bioarqueología. Relativamente nueva, la Bioarqueología tuvo su punto de ebullición en la década de los 70 en Brasil, momento y lugar en el que se buscaban enfermedades endémicas precolombinas. Para ello se analizaron parásitos en restos humanos de 4.000 años. Análisis de este tipo determinaron que, por ejemplo, no pudo haber migración humana, en esa época, por el estrecho de Bering. La clave estaba en los parásitos encontrados dentro de las momias. Los que se identificaron no hubieran sobrevivido al frío extremo, por lo que esa ruta quedó descartada para los estudiosos de los movimientos migratorios de esa época. “La paleoparasitología abre un prisma nuevo en el saber del pasado”, indica López Gijón, que realiza su doctorado sobre los parásitos hallados en los enterramientos de Baza y San Esteban en el departamento de Antropología Física de la Facultad de Medicina de la UGR.

Cuerpos en el enterramiento medieval hallado en Baza. Cuerpos en el enterramiento medieval hallado en Baza.

Cuerpos en el enterramiento medieval hallado en Baza. / R. G.

Los parásitos ofrecen información del entorno, el medio en el que se mueven, y también de su hospedador, su compañero vital no siempre voluntario. Para hallar a estos parásitos se extraen sedimentos de la zona de la pala ilíaca y perianal de los restos himanos. Como control, se toman también sedimentos de otras zonas. Si el parásito intestinal que se busca apareciera en el cráneo o en una mano, evidentemente no sería intestinal. De cada individuo se extraen cinco muestras.

“Las poblaciones pasadas vivían muy contaminadas”, revela López Gijón. Los parásitos encontrados en las momias guanches permitieron a este investigador trazar cuestiones climáticas o de alimentación de la población insular antes del siglo XV. El guanche era un pueblo ágrafo, sin metelurgia y los únicos datos que se tiene son los escritos por los que llegaron después.

En tinajas que en su momento, hace cientos de años, guardaron garum –la salsa de pescado romana– se han encontrado parásitos de ballena. Este hallazgo puede servir para trazar una nueva línea en la historia de la industria ballenera o en la distribución de especies animales de épocas remotas. “Se pueden establecer conexiones a través de estos parásitos”, arguye el investigador. En el Hospital Militar de Cádiz, los restos de parásitos entre los siglos XVII y XVIII permiten conocer, de otra manera, los intercambios comerciales de la época.

¿Cómo se llega al parásito? Tras recoger la muestra y garantizar que no hay contaminación del entorno se lleva al laboratorio. Para el análisis de los sedimentos se emplea la microscopia óptica y también paleogenética, disciplina en la que Brasil es punta de lanza, gracias a la labor del centro Oswaldo Cruz, al fundación biomédica más importante de América Latina con la que Lóepz Gijón también trabaja.

La identificación del parásito dependerá de la morfología, el tamaño y el color. En algunos casos se puede determinar la especie. En otros no. “Existen miles de parásitos”, explica el investigador.

A partir de su identificación “podemos saber determinados hábitos ligados a la presencia de ese parásito”. La presencia de ascaris, por ejemplo, se relaciona con contaminación ambiental.

“El parásito depende del hospedador –en este caso, seres humanos– y no va a matarlo. Hay un equilibrio”, explica el arqueólogo, que, sin embargo, incide en que “lo peligroso son las reinfestaciones”, que se pueden determinar por la presencia en el individuo de parásitos en diferentes etapas.

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