Granada

Los parlamentarios no escarmientan

  • Hace un siglo se pidió la reforma del reglamento

  • Parlamentar es hablar sin insultar y con educación

  • No discursos pomposos, ni frasecitas de bata de cola con aplausos y gritos de olé

Vista interior del Congreso.

Vista interior del Congreso. / G. H.

Leemos en la prensa que el Congreso va a destinar medio millón de euros para que los diputados aprendan idiomas. Primero tendrán que aprender a hablar Castellano, sin mentiras ni florituras y sobre todo con respeto y educación. Pero no escarmientan. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando leemos esto en la prensa local, nada menos que hace 100 años. Es verdad que hace mucho tiempo, pero precisamente por eso nos quedamos sorprendidos. ¡Ah, las hemerotecas!

Con el título La tasa parlamentaria, un periodista granadino que firmaba como Luis León, escribía esta nota que transcribimos casi literal.

Se está discutiendo [1918] en el Congreso la reforma del reglamento; entre otras cosas la referida al abuso que los diputados hacen del uso de la palabra. ¿Limitar el tiempo a nuestros oradores? ¿Obligar a nuestros diputados a que prescindan de floreos retóricos y latiguillos y se ciñan a exponer claramente sus ideas? ¡Vamos! Esto es pedir la luna…Nuestros políticos son eso, ante todo habladores, seres verbalistas, dotados en grado sumo de la facultad de charlar…Los diputados vienen al Parlamento para pronunciar discursos y fían su carrera en la mayor o menor potencia oratoria; son eso, parlamentarios. Pero, ¿Qué ha hecho un político para llegar al Parlamento? ¿En qué rama del saber se ha significado? No importa. Todo lo que sabemos de él es que es un buen “parlamentario”. Se distingue por su palabra en una capital de provincia o en el pueblo de al lado; catedráticos, abogados, maestros que pronuncian bonitos discursos en sus pueblos; pregoneros de Juegos Florales a los que los ignorantes de alrededor aclaman y admiran. ¿Pero, cómo es que no está este hombre en el Parlamento? ¿Pero, cómo no es Diputado con lo bien que habla? Pronto, pronto, que no se pierda este verbalismo; que no se vaya a estropear esa garganta.

Parlamentarios. Parlamentarios.

Parlamentarios. / J. L. D.

Y, en efecto, nuestro hombre entra en un partido político cualquiera (el color político es lo de menos), lo votan en las primeras elecciones y… ¡Hala, al Congreso!El orador –sigue diciendo la nota–se presenta con su discurso embotellado, muy floreado, con algunas citas históricas mal aprendidas, con párrafos bien redondeados, con brillantes imágenes y con todos los recursos de la oratoria. No es preciso que diga nada importante; lo interesante es que suene bien y provoque el aplauso final…

¡Carrera hecha! ¡Porvenir asegurado! Y así, entre gorjeos de ruiseñores parlamentarios, se pasan graciosamente las legislaturas. Los problemas fundamentales apenas se tocan, aunque tales parlamentarios se denominan “defensores del pueblo”; cuando en realidad lo que han venido es a hablar y hablar, convirtiendo la oratoria en el veneno de la política y de nuestra vida social.

Hasta aquí la referencia de esta nota de prensa de hace un siglo. Naturalmente no deja de ser una opinión y, aunque con las lógicas reservas, no exenta de razón. Pero choca mucho oír a catedráticos de Derecho hablar de las prospecciones mineras o a maestros de obras disertar sobre los últimos avances en la ingeniería aeronáutica. A menos que se rodeen de doce asesores, con sus respectivos sueldos mensuales.

Las palabras son muy hermosas y nuestra lengua muy rica. Como con las flores, podemos construir bonitos ramos con rositas de pitiminí y lacito blanco muy mono.

Duran cuatro días y al final se secan. Y menos mal que se cruzan palabras; porque a veces son algo más que palabras.

Parlamentarios. Algo más que palabras. Parlamentarios. Algo más que palabras.

Parlamentarios. Algo más que palabras. / J. L. D.

Pero lo nunca visto es que pueden decir una cosa de concejales, la contraria de alcaldes, otra distinta si son diputados y la opuesta si llegan a presidentes; incluso, con todo descaro, llegan a no compartir por la tarde lo que dijeron por la mañana. Que aprendan primero a hablar Castellano con respeto y sin mentiras y gasten luego sus propios dineros en clases de inglés o en el chamicuro del Amazonas si les da la gana.

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