Granada

Un pulso a la enfermedad

  • Rafaela Anera quiere lanzar un mensaje de optimismo, esperanza y lucha a todos los enfermos de párkinson, con el que convive desde que se lo diagnosticaron hace 6 años

Rafaela Anera vive su particular oasis en el desierto, en una fase de luna de miel, como lo llaman otros enfermos. Tiene párkinson y ha entrado en una nueva fase de la enfermedad, pero es luchadora y por eso recoge beneficios de sus esfuerzos. No para de hacer actividades, es consciente de lo importante que es el factor psicológico a la hora de afrontar la enfermedad y sobre todo está dispuesta a hacer todo lo que esté en su mano por vivir con calidad dentro del avance de la patología, para lo que el último tratamiento le está ayudando mucho. Y, consciente de que habrá recaídas, quiere aprovechar el buen momento que vive ahora para dar ánimo a otros enfermos y lanzar un mensaje de esperanza.

Ella conoce el nombre de su enfermedad desde hace seis años, cuando se la diagnosticaron tras empezar a notarse "rara" y ver cómo comenzaba a fallarle la movilidad de un brazo. "Me hicieron pruebas y una resonancia y me la diagnosticaron en un estado inicial. No me lo creía pero ahora veo que lo tomé con deportividad", comenta. Desde el principio comenzó a medicarse y tuvo claro que el ejercicio iba a ser su gran aliado dados los efectos que produce la enfermedad, por lo que cambió su ritmo de vida.

Se apuntó a la piscina y andaba mucho. Al principio se veía bien, pero los neurólogos ya le avisaban de que la enfermedad avanzaría. Y pasó. Hace un año ya le cambiaron la medicación y le añadieron un fármaco más, pero por miedo a los innumerables efectos secundarios lo guardó en un cajón. Creía que podía pasar sin él. Pero empezó a notarse "más torpe. Me costaba mucho levantarme, sentarme", y este verano llegó la puntilla. En una de sus jornadas diarias de playa le llegó un bloqueo total mientras estaba "haciendo el muerto" para descansar de una de sus tandas de ejercicio. "Eran las siete y media de la mañana y de repente me di cuenta de que no podía incorporarme para volver a nadar. Comencé a gritar y mover los brazos como podía pero a esa hora no había gente en la playa. Por fortuna había un pescador cercano que me vio y vino a socorrerme. Durante ese tiempo se me pasó toda la vida por delante. Pensé que me moría y dije para mí, 'si salgo de esta me tomo la pastilla". Y así fue. Inmediatamente fue a casa y la cogió. Esperó a bajar a la playa de nuevo y advirtió a sus amigos de lo que le había pasado y los efectos de la medicación por si le daba alguna reacción. "Me di cuenta de que no podía retrasarlo más. Que había entrado en una nueva fase de la enfermedad y que no le tenía miedo al fármaco sino a esa realidad. Pero me lo tomé y a la hora comencé a sentirme mejor, menos agarrotada, hasta el punto de que bailé unas sevillanas allí mismo", cuenta. "Recuperé algo tan sencillo como la movilidad normal de los dedos, que había perdido, fue una inyección de alegría y de esperanza", cuenta no sin emocionarse.

Desde entonces hace más todavía, si cabe, por ponérselo difícil a la enfermedad aprovechando el beneficio que la medicación le está ocasionando, "aunque soy consciente de que será temporal". Acude a la Asociación del Párkinson de Granada donde recibe terapia de logopedia y fisioterapia, anda, va a la piscina siempre que puede a seguir las tablas de ejercicios que le manda la fisioterapeuta, hace manualidades, pinta y ha recuperado, gracias al buen momento que vive ahora, su pasión por el piano. "Yo estudié de joven hasta sexto de carrera y el recuperar la sensación de poder dar con fuerza a las teclas y extender las manos para las octavas fue impresionante. Me puse a llorar de la emoción de poder hacer sonidos de nuevo".

"Pero soy realista. No sé lo que me va a durar porque es una enfermedad degenerativa. Vivo mi oasis en el desierto, que en la asociación llaman estar de luna de miel, pero se que tengo un reto conmigo misma. Hay una parte de mí que puede hacer algo. Por mí no va a quedar. La enfermedad se va a encontrar siempre conmigo de frente. Puedes medicarte y no hacer nada pero yo tengo claro que en esta enfermedad depende mucho de cómo te lo tomes y lo que hagas por mantener cierto bienestar y calidad de vida mientras puedas", asegura.

Por eso quiere dirigirse a otros enfermos para que no se vengan abajo, para que luchen, estén activos, acudan a la asociación, reciban terapia de logopedia, "que es muy importante porque se pierde volumen y afecta a la deglución" y hagan mucho ejercicio. Todo un mensaje de esperanza y superación.

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