violencia de género

"Te salvaste una vez, no pienses que si hay una segunda te vas a librar"

  • Pese a las mejoras de las Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, aún hay mujeres que están "desprotegidas" y viven con miedo

"Pese a que mi expareja ha quebrantado la orden de alejamiento que tenía, estoy desprotegida. Lo que no entiendo es ¿por qué somos nosotras quienes tenemos que escondernos e irnos, y hacer que nuestras familias tengan que dejar su vida si no hemos hecho nada?". Esta es la pregunta que muchas de las víctimas de violencia de género se hacen cada día.

En lo que va de año, esta lacra ha dejado un total de 31 mujeres y seis menores asesinados por agresiones machistas, de las que seis y un bebé son andaluzas. El último caso tuvo lugar este mismo mes de julio en el municipio granadino de Huéscar, donde una mujer de 66 años fue asesinada por su pareja, de 71 años, que se ahorcó tras cometer el crimen.

Tan solo una de cada cinco víctimas de violencia de género denuncia a su agresor, por lo que solo se tiene constancia de un 20% de los casos que suceden en el país. Sin embargo, pese a denunciar, hay víctimas que se sienten desamparadas. Este es el caso de Ángela, nombre ficticio con el que llamaremos a una granadina de 49 años que, pese a haber denunciado las agresiones machistas de su expareja en 2012, se siente totalmente "desprotegida".

Durante 15 años, Ángela estuvo compartiendo su vida en Armilla con quien luego se convertiría en su agresor. Más de una década de matrimonio que, pese a que en un principio todo iba bien y sin problemas, acabó convirtiéndose en un infierno. "Con el paso del tiempo comencé a sospechar que me engañaba y en una discusión comenzó a romper objetos y me agarró por el cuello". Así fue la primera vez que él le ponía una mano encima, pero pese a que luego se mostró arrepentido, no fue la última. "Él se mostraba arrepentido e intentamos ir a terapia. Visitábamos psicólogos, pero no servía de nada", relata Ángela a este diario.

Casi sin poder articular palabra esta víctima revive una de las situaciones en las que ella creía que se pondría fin a su vida: "Un día al pillarlo en una de sus múltiples mentiras y ver que lo había descubierto tuvimos una de las peores agresiones. Ahí se puso a romper cosas (muebles, cristales, ...) y se llegó a partir una falange, pero al principio eso no le impidió que empezase a estrangularme. Yo estaba ya perdiendo el conocimiento cuando me soltó, pero no lo hizo por eso, al psicólogo le llegó a decir que me soltó porque vio la sangre de su mano. Salí viva de esta porque él se había hecho esa fractura y los cortes en la mano".

Este fue el desencadenante para que en 2007 Ángela le pidiese el divorcio pero solo "previo acuerdo": "Él me hizo ver que iba a dejar a mi hija, que por entonces acababa de empezar el instituto, sin padre. Acordamos que mientras ella estuviese en la ESO, él viviría en casa pero si continuaba la terapia. Sin embargo, comenzó a amenazarme diciéndome que o estaba con él o con nadie". Y esta situación cada vez fue a peor: "Él comenzó a beber y yo cada vez tenía más miedo. Una vez, durante una pelea, él me agredió y me llegó a violar".

En 2012, gracias a la ayuda de un psicólogo, Ángela consiguió que su agresor abandonara el domicilio: "Publicó una foto de mis pechos en bikini con una cuenta muy parecida a la mía. Ahí el psicólogo lo convenció para que se fuese de casa, con el pretexto de que intentar conquistarme desde fuera era la mejor opción".

Él continuaba frecuentando la zona donde estaba el domicilio conyugal y se acercaba a un bar junto a la vivienda, donde una tarde de septiembre de ese mismo año se inició una fuerte discusión que hizo a Ángela finalmente denunciar. "Estaba en el bar de al lado de casa y él había dejado de pasarme la pensión de mi hija menor. Empezó una discusión con mi otra hija por este motivo. Antes incluso me había llegado a decir que ya me había salvado una vez, que no pensase que iba a escaparme una segunda. Apareció la Guardia Civil y la Policía Local y fueron ellos quienes me hicieron testificar. Por miedo no había denunciado antes, pero finalmente ese día lo hice".

Una vez interpuesta la denuncia, Ángela recibió atención. "Interpones la denuncia, te dan tranquilizantes y tienes el juicio al día siguiente, por lo que vas medio drogada y solo quieres que acabe rápido". La condena fueron 14 meses de prisión y una orden de alejamiento por la que el agresor no podía acercarse a la víctima a más de 200 metros o comunicarse con ella durante tres años y cuatro meses, la cual incumplió.

"Se fue a vivir a otro municipio, pero continuó frecuentando el barrio donde vivíamos. Iba a la carnicería de allí y también a los bares de la zona, y también se acercaba a mi lugar de trabajo, por lo que tuve que pedir el traslado. Incluso se creó un perfil falso de Facebook y me agregó para tenerme controlada, de lo que me enteré en 2015", explica la víctima, que incluso volvió a denunciar esta situación. Pero el mayor problema vino después.

Durante todos esos años, Ángela formaba parte de VioGen, el sistema desarrollado por el Ministerio de Interior para garantizar la seguridad de las víctimas de violencia de género. Sin embargo, a principios de año la condena interpuestas por la jueza cumplió el periodo estipulado, por lo que ella perdió la protección. "Cuando se cumplía la fecha para que terminase la orden solicité una ampliación y presenté la sentencia en la que la jueza admitía que él la había quebrantado, pero aún sigo sin nada", advierte la víctima. "Incluso desde hace un año está condenado a prisión. Tiene dos sentencias que lo condenan a entrar a la cárcel y sigue en la calle porque no deja de recurrir, mientras yo estoy sin protección. Pero parece que todo esto no sirve de nada".

Pese a seguir todos los pasos de la vía judicial y recurrir tanto a la Guardia Civil como a la Policía Local de su municipio, Ángela continúa sin protección y, como en su caso, se encuentran más mujeres que sienten completamente "desamparadas". Al margen de un supuesto sistema de protección y haciéndose la misma pregunta: "¿Por qué si nosotras somos las víctimas y no hemos hecho nada tenemos que ser quienes nos escondamos?". Esta es otra de las caras de la violencia de género, una lacra que, aunque las instituciones y fuerzas de seguridad intentan erradicar, tiene aún un largo camino por recorrer.

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