Un joven que fue monaguillo en la parroquia de San Juan María Vianney del barrio granadino del Zaidín declaró ayer que "desapareció de allí" tras experimentar situaciones de "excesivo contacto físico" y "cariño" por parte del padre Román M.V.C, como "besos en el cuello", "caricias en el muslo debajo del brasero" y proposiciones de masajes, aunque garantiza que nunca sufrió abusos sexuales.

De hecho, todos los testigos que declararon en esta cuarta sesión del juicio contra el padre Román, que está acusado de abusos a un menor desde 2004 a 2007, coincidieron en señalar que no fueron víctimas de agresión sexual. Sus testimonios muestran discrepancias, no obstante, entre quienes sí experimentaron conductas "anormales" que les hicieron "romper la relación" con el llamado grupo de los Romanones y los que niegan "en rotundo" que esto pudiera ocurrir.

Una de las testigos califica al denunciado como "seco, distante y muy respetuoso"

Uno de los primeros testigos en declarar fue José M.S., un amigo del denunciante, con el que ha compartido actividades en la parroquia del barrio cuando ambos era menores. Relató que en este entorno religioso se producían situaciones con las que no se sentía "muy cómodo" y centró su declaración en un episodio que le "impactó" especialmente y que se produjo, según sostiene, durante una convivencia en la vivienda que el grupo de sacerdotes tiene en Los Pinillos (Granada).

Allí, según su relato, el padre Román le dijo al caer la noche que tenía que dormir en la misma cama con él. "Me negué en rotundo", señaló, precisando que tras colocar un colchón en el suelo para que se acostara, el sacerdote le pidió que le hiciera un masaje que tampoco le quiso realizar, a pesar de la "insistencia" del párroco, que según mantiene se encontraba "en calzoncillos" durante toda la conversación. "Al día siguiente me fui y desaparecí de allí (...) Me impactó mucho y decidí guardarlo en mi interior, no se lo conté a nadie, ni a mis padres", dijo, hasta que se "desahogó" años más tarde con el denunciante. Antes de llegar a esto afirmó que se produjeron otras situaciones, a veces "frecuentes", como que el padre Román supuestamente le acariciara el muslo cuando estaban tapados debajo del brasero, todo ello con un "exceso de cercanía" para lo que correspondía a su entender a un párroco.

Otro testigo narró otra situación en la que, estando en la vivienda del padre Román por ser invitado a pasar la noche, se fue a duchar tras hacer ejercicio y "al descorrer la cortina se lo encontró allí", momento en el que el sacerdote "extendió la mano hacia sus genitales". Afirma que en aquel momento, con unos 20 años, se tapó y tras vestirse y cenar "se fue de allí en cuanto pudo y sin decir nada".

En contraposición, otros dos testigos, concretamente dos mujeres, negaron haber sufrido los supuestos abusos sexuales por parte del padre Román que el denunciante les atribuye. Una de ellas fue una joven que conoce al padre Román desde los 13 años, que ha participado de manera intensa en las actividades parroquiales y que ha dormido en algunas de las propiedades que tiene este grupo de sacerdotes. Garantizó que nunca ha sido objeto de abusos ni ha protagonizado una escena sexual junto al padre Román y el denunciante de los abusos. Tampoco ha visto "nunca" que los curas se besaran entre ellos en la boca ni ha oído "rumores" o "quejas" de padres cuyos hijos reciben catequesis por un comportamiento inadecuado del sacerdote. Afirma que el denunciante siempre le dijo que quería ser cura y tacha lo que cuenta como una "barbaridad" y a lo que no ve "explicación alguna".

En el mismo sentido se pronunció otra testigo que dio catequesis al denunciante y que afirma que jamás le hicieron proposición sexual de ningún tipo, al tiempo que calificó al sacerdote como "seco, distante y muy respetuoso". Relató que la supuesta víctima le contó sus pretensiones de denunciar y trató de convencerla a ella de que había sufrido abusos, extremo que negó tajantemente, subrayando que el padre Ramón ha sido su párroco de siempre y de hecho, ofició su boda.