Crisis del Covid-19

"La vida es un regalo de la hostia"

  • Un año después, el catedrático de la UGR Jorge Durán recuerda su paso por la UCI, valora su recuperación y lanza un mensaje de agradecimiento

Jorge Durán, en el Patio de la Capilla del Hospital Real, donde en unos meses se comenzarán las tareas de restauración.

Jorge Durán, en el Patio de la Capilla del Hospital Real, donde en unos meses se comenzarán las tareas de restauración. / Antonio L. Juárez (Photographerssports)

Jorge Durán Suárez tiene un pronóstico. Este catedrático del Departamento de Escultura de la Universidad de Granada se ve dentro de un año en su aula, con sus estudiantes. Durán Suárez es uno de los nombres propios de este año de pandemia. Fue el primer paciente granadino en ingresar en una UCI por Covid y hoy su relato engarza momentos dolorosos y tiernos, sueños y pesadillas, y sobre todo agradecimientos. En el Hospital Real, sede del Rectorado y lugar elegido para la entrevista, recibe afectos y abrazos de esos que no se dan con los brazos pero se sienten en la mirada. Durán Suárez, rebosante, promete algún baile. “La Universidad genera gente muy buena y todos los compañeros han estado fenomenal”. Accede a recordar su estancia en la UCI como fórmula para agradecer una vez más la labor de los sanitarios. Y entre todos los brazos que le cuidaron y calmaron en los duros meses de estancia hospitalaria y de recuperación en su domicilio destaca los de Marisol, su fisioterapeuta.

Físicamente se reconoce “al 200%” aunque también confiesa que la enfermedad todavía no es pasado y ha hecho mella en su cabeza. “Sigo con medicación para reconducir esos procesos depresivos. Bendita la medicina y benditos los profesionales sanitarios”.

Desde septiembre está de nuevo al frente de sus clases en Bellas Artes. Esa Facultad fue la primera en cerrar sus puertas el pasado curso por la pandemia. Fue hace justo un año, un 13 de marzo. Esa jornada Jorge Durán ya había ingresado en el hospital, donde “rocé dos veces la muerte”. Una de ellas en estado de inconsciencia. La segunda sí se dio cuenta de lo que podría ocurrir.

Todo comenzó, presumiblemente, tras el contacto con un grupo de erasmus italianos. “Recuerdo a una chica que tosía terriblemente” en la cola de la cafetería de la Facultad. Lo achacó al hábito fumador de la joven. “Poco después comencé a sentirme mal”. La medicación no conseguía eliminar la fiebre, pero sí la aplacó lo suficiente para que pudiera viajar a Madrid para ayudar a su hijo, el animador Jorge César Durán, con los preparativos de un viaje. “Yo iba malo”.

El lunes 9 de marzo, en Atención Primaria, se le recomendó ir a Urgencias. No se le hizo la prueba del Covid y se culpó a un proceso gripal de los síntomas. El miércoles 11 de marzo “me ahogaba”. Una ambulancia se llevó a Jorge Durán al hospital a las diez y media de la noche. Su mujer, Pili, ya no pudo acompañarle. Estuvo ingresado hasta el 15 de mayo, fecha en la que le dieron en alta. Tras ingresar se decidió ponerle ventilación mecánica y sedarle. Despertó a primeros de abril. De esas semanas recuerda “los sueños, unos divertidos y otros terribles, pero todos marcados por el calor y el ahogo”, la sensación de asfixia y los sonidos del respirador. “Tengo escritos esos sueños”. Comenzó esa redacción “por hacer ejercicio, y ahora, no lo sé, cualquier detalle me puede retrotraer” a esas experiencias que tienen incluso un color, el gris, y que califica como “extrañas” e “inquietantes”. En casi todas estas ensoñaciones se vio a sí mismo postrado, y cuando caminaba lo hacía con extraordinaria dificultad. Hoy se mueve, reivindica el pasear, ir en bicicleta, ejercitar un cuerpo que ya se ha recuperado. “Deseas vivir, respirar, respirar bien, beber agua, ver, mirar, estar con gente. Y ya está”.

Recuerda la “desesperación” que pasaron su mujer y Mari, una amiga de la familia que se trasladó al domicilio del profesor tras su ingreso. Esa angustia creció cuando se publicó la noticia de los dos primeros fallecimientos por Covid en Granada. También rememora los momentos en los que se vio en el filo de la navaja. “Yo me decía “no, no me quiero morir”.

Cuando despertó de la sedación –semanas en las que recuerda que sintió el apoyo de sus compañeros, amigos y familia– comenzó a tener alucinaciones. Se vio “lleno de tubos”, con una traqueotomía y conectado a un respirador mecánico. “Lo más terrible es cuando fui consciente de que no me podía mover”.

Únicamente, y de forma muy limitada, era capaz de agitar su mano derecha. Perdió unos 35 kilos. “Ahí sí se me dio desesperación y ganas de... estaba lleno de llagas y tenía grandes dolores. Me acuerdo de que me ponían en vena los opiáceos y la medicación para el dolor y pensar “a ver si me meten una buena dosis”. Aquel “requiebro” le duró dos horas. “He tenido ayuda energética de todo el mundo”.

Enfermeros, celadores, auxiliares, personal del hospital, médicos y especialmente Marisol –“Ha sido la persona que me ha tocado a diario”– proporcionaron a Jorge Durán el consuelo de un trato diario, atento y preocupado por sacarle adelante y que se prolongó después del alta gracias al programa de rehabilitación para enfermos de Covid puesto en marcha por el hospital del PTS. “Siempre he tenido a los sanitarios y a la ciencia sanitaria, aparte de respeto, una confianza ciega”, asegura. “No pararé de dar las gracias” a un colectivo al que “le debo la vida” y que es para este profesor femenino y plural. “El 95% de las personas que recuerdo son mujeres”.

Ahora, mantiene su actividad. Cree que estamos delante de una generación de jóvenes digna de elogio y que “la vida hay que vivirla. Es un regalo de la hostia”.

Por delante ve cercano retomar las clases y tiene entre manos el proyecto de la restauración de la parte pétrea del singular espacio renacentista del Patio de la Capilla, en el Hospital Real, con financiación del 1,5% Cultural, de la propia Universidad de Granada y del Plan Alhambra de la Junta de Andalucía. Se retirará “todo el cemento” y la superficies se recuperarán con el mortero inventado por el propio Durán y el profesor Antonio García Casco.

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