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Pues va a ser que no (2-0)

  • Lamentable y penoso partido, uno más, del equipo rojiblanco para dilapidar las pocas opciones de promoción de ascenso que quedaban

Baena, desafiante en un momento del encuentro.

Baena, desafiante en un momento del encuentro. / Javier Alonso

El Granada echó por la borda en Almería (2-0) las pocas opciones que le quedaban de pelear por el ascenso en las eliminatorias. Lo hizo con una actuación lamentable, penosa, decepcionante, incomprensible. Se jugaba la vida y pareció estar disputando un partido amistoso, podía aprovechar los buenos resultados de la jornada pero se volvió a hundir en su propia miseria, en una incapacidad sorprendente para propios y extraños. El Almería tuvo las ideas mucho más claras y ganó como Portugal sabía que el oponente podía vencer. El Granada ni siquiera tuvo ideas.

Dos 'tiritos' entre los tres palos en 95 minutos y sólo una ocasión clara, en el 96 y con 2-0 ya en contra. Vergonzoso, ruinoso, catastrófico, irrespetuoso con esa camiseta y esa fiel afición. Corren y lo intentan mas la falta de fe, de intención, de mala leche, de espíritu, de fútbol y casi de todo es flagrante.

El choque de anoche fue un fiel reflejo de lo que ha sido el Granada en los dos últimos meses y medio: un muerto andante que ha ido de mal en peor. Echaron a Oltra porque perdió tres partidos seguidos, pero medio convencía lo que se veía; con Morilla las sensaciones y el juego estaban muy cerca de lo negativo, aunque al menos empataba de vez en cuando; con Portugal se han perdido los frenos en la cuesta abajo y sólo vienen a la mente palabras como debacle o hecatombe.

Tan duro como real. La temporada del ascenso directo va a terminar con el equipo sin jugar ni promoción, el Granada del 'plantillón' es al final el del plantel pusilánime, inofensivo y frágil. Dan ganas de llorar de pena si es que quedaran ya lágrimas.

La irregular actuación firmada contra el Rayo provocó que Portugal probara ante el Almería con otros efectivos. Con Montoro a medias y Alberto Martín carne de banquillo, el técnico apostó con un novedoso doble pivote formado por Raúl Baena y Kunde, con Espinosa por delante. También cambió la banda derecha. Quini y Pedro mandaron a la suplencia a Víctor Díaz y Agra. El desastre por ese lado fue similar al del lunes pasado. El resto, los mismos. El resultado, también similar.

La primera parte del Granada fue tan pobre como sus últimas actuaciones. Es habitual que el inicio sea esperanzador, y en Almería también lo fue, pero el azucarillo se disolvió en el agua en 'cero coma dos'. René sólo tuvo que trabajar, y el verbo le viene grande a su actuación, en el primer tiempo, ante un testarazo flojo de Chico Flores y un chut lejano, aún con menos fuerza, de Adrián Ramos.El Almería lo tenía claro, asfixiar al Granada, darle el balón a Pozo y correr. Y el Granada, que lleva tiempo ahogándose en un vaso de agua, en el Mediterráneo fue un náufrago sin brújula, un equipo con nula capacidad con el balón y permeable sin él. Lo visto en los últimos meses.

Raúl Baena dio a la medular, por momentos, la fuerza y el empuje que no había con Alberto Martín, pero si el capitán es el menos malo del equipo, mal vamos. Él hizo bien su trabajo: se metió entre los centrales, ayudó en la salida, pero tras los muchos pases entre los centrales y el malagueño estaba la nada.

Ni Espinosa, ni Kunde, ni los laterales, ni los extremos, ni Adrián Ramos fueron capaces de enganchar una acción potable. Al Almería, guiado por un imperial Sulayman, sólo le hicieron falta un par de acercamientos para marcar. Avisó al cuarto de hora con una triple ocasión, en la que pudo haber falta a Varas, y firmó el 1-0 cerca del descanso. Machís pugnó por la pelota con Motta como lo haría un benjamín y el italiano asistió a la perfección a Juan Muñoz, criticado en Almería por su falta de gol, para que el atacante retratara a los centrales por su mala colocación y marcara a placer el 1-0.

El Granada se empeña en hacer imposibles y en Almería firmó uno más. Hacerlo peor en la segunda mitad que en la primera. Fue más de lo mismo con un grado menor de intención y uno mayor de incapacidad, desesperación y frustración.

Machís no se fue de nadie demostrando ser una sombra de lo que fue, los laterales no llegaron, Pedro no estuvo, Kunde y Espinosa no pudieron y Adrián Ramos estaba solo rodeado de zagueros almerienses. La imagen, con lo que había en juego y con un equipo de abajo enfrente, no es que dejara mucho que desear, es que fue sonrojante.

El Almería vivió plácidamente. Incluso eran ellos los que, de vez en cuando, llegaban a la meta rival. En el caso del Granada, pocas veces sirvió para tan poco tanta posesión.

¿Portugal? Bien, gracias. Tardó en mover el banquillo y al único que podía cambiar el panorama, Sergio Peña, no lo sacó. Agra mejoró algo a Pedro porque era imposible no hacerlo, pero tampoco alcanzó el aprobado. Después salieron Montoro y Joselu sin que cambiara la sensación de que el Granada no iba a ser capaz ni de empatar y que el último tren no es que perdía, es que ya estaba en Guadix.

Dio el árbitro seis minutos de añadido pero como si hubiera dado seis días. Ni un cuarto de ocasión tuvo el Granada. Increíble. Juan Muñoz anotó el 2-0 en una contra con los nazaríes no volcados, porque nunca se volcaron, sino más descolocados de lo mucho que estuvieron en todo el partido. A seis puntos con nueve en juego. Colorín colorado.

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