Corría el minuto 16 del encuentro entre el Granada CF y Levante cuando el viento empezó a soplar de otra manera y en otra dirección. Hasta entonces, ese día era el 1 de noviembre, todo era miel sobre hojuelas en el seno y el entorno del conjunto que dirige Diego Martínez, pero en ese instante el colegiado del partido el aragonés Santiago Jaime Latre echó la mano a su bolsillo para mostrar la cartulina roja a Maxime Gonalons y, sin saberlo, naturalmente, marcó el momento en el que la dinámica del equipo rojiblanco cambió de forma radical.

Antes y después

Hasta el día de autos, el Día de Todos los Santos, el Granada iba como el bajel pirata que cantaba Espronceda: viento en popa a toda vela. Los números eran de equipo campeón para un equipo que en mes y medio había disputado ¡¡once partidos!! El saldo, impresionante: ocho victorias (cuatro en Liga y otras tantas en la Liga Europa), dos empates (uno en cada competición) y sólo una derrota, ante el Atlético en la tercera jornada de Primera División. A esto hay que añadir que en el momento en el que el centrocampista galo es expulsado el mentado 1 de noviembre, el Granada ganaba por 1-0 al Levante con un golazo de Machís.

La roja a Gonalons ante el Levante supuso un antes y un después.

Entonces, todo cambió. El Levante empató y el Granada no volvió a ganar en la Liga, competición en la que acumula desde ese día dos empates y tres derrotas.

En Europa, eso sí, los rojiblancos se impusieron al Omonia de Chipre ahí y aquí y la derrota en casa ante el PSV al final tuvo un sabor dulce porque el la derrota del PAOK hizo que los de Diego Martínez completaran la machada de clasificarse para los dieciseisavos de final de la Liga Europa. Este jueves se juegan acabar líder la fase de grupos pero se me antoja que a día de hoy eso ya es lo de menos.

Cansancio

Nadie duda que detrás de este cambio en los vientos que empujan (o no) al Granada está la acumulación de partidos en una plantilla que, como corresponde a un club modesto como es el Granada, no está pensada para tantos esfuerzos.

Los jugadores se exprimieron ante los oscenses.

Si a ello se añade las lesiones, que son un goteo constante, y todo aderezado de un poco de coronavirus, el resultado es que la plantilla acumula en las piernas y las mentes de casi todos sus efectivos tantos minutos como si ya estuvieran ya a mitad de temporada... cuando aún queda todo un mundo. Mucho ha hecho y bien este Granada que se está multiplicando por la cifra que ustedes quieran para firmar una temporada que ya es histórica.

Lección

A pesar de todos los pesares, que no son pocos, en el Granada se saca fuerzas desde donde parece que ya no hay. Eso ocurrió el pasado domingo ante el Huesca.

En el conjunto rojiblanco todo era un querer y no poder frente a un Huesca que buscaba su primera victoria y que estuvo en un tris de firmarla en el vacío Nuevo Los Cármenes. La falta de gasolina fue evidente en las filas granadinistas y los aragoneses lo aprovecharon para traducir en el marcador su dominio sobre el terreno de juego.

Todo apuntaba a una nueva derrota y una vez más, tras los malos resultados frente al Levante, Valladolid y Celta, ante un equipo de la zona más meridional de la tabla. Pero si algo tienen los de Diego Martínez es reaños para seguir remando aunque las paladas a veces ni rocen el agua. Los partidos duran 90 minutos y en un último y titánico esfuerzo se salvó un punto. Y a punto se estuvo de conseguir los tres.

Priorizar

Dado el panorama, el famoso encaje de bolillos de Diego tendrá que reinventarse, seguro que pensando sobre todo en LaLiga.