A los mil granadinistas que les tocó en suerte una de las entradas que el Real Madrid entregó al club se sumaron otros miles que aficionados rojiblancos que acudieron a la capital del Reino con el sueño de ver a su equipo asaltar de una tacada el Santiago Bernabéu y el liderato de Primera División, ahora conocida comercialmente como LaLiga Sandander.
Ya, a escasa horas de que el colegiado aragonés Santiago Jaime Latre indicara el inicio de un encuentro que tenía todos los ingredientes para entrar en la historia granadinista , los aledaños del coso blanco se habían teñido de color rojiblanco.
El prepartido
El primer objetivo antes de ocupar asientos, era coger fuerzas. En bares sin tapa la salvación eran las raciones. La espera, con unas cervecitas, se hizo más corta. Más aún si el ambiente era festivo.
Eran los momentos en el que estaba vivo el sueño de ver ganar al Granada en todo un Bernabéu estaba vivo. Mientras, las agujas del reloj se iban acercando a las cuatro de la tarde, una hora más futbolera que taurina.
A las tres de la tarde se abrieron las puertas y en menos que canta un gallo una de las zonas altas de un fondo cualquiera del estadio de las 13 copas los granadinistas empezaron a hacerse notar. La proporción de 300.000 granadinos frente a los, dicen, unos seis millones de granadinos, se hizo patente en los más de 80.000 mil asientos que tiene que Santiago Bernabéu. Pero el ánimo y las ganas de disfrutar se concentraron en ese rincón del alma... blanca.
Los jugadores del Granada, de los que no pocos hace un año estaban jugando en Reus, se hicieron esperar. Las gargantas estaban afinadas, pero el minutero seguía avanzando y sobre el césped ningún pupilos de Diego Martínez. Sólo los porteros. Fue a menos de media hora de las cuatro de la tarde salieron los futbolistas cuyas nóminas tienen algunos ceros menos que los de enfrente. El “¡¡¡¡vamos mi Granada, vamos campeón!!!!” sonó tan nítido como fuerte en un estadio el que cabe casi la quinta parte de la población de Granada.
Sin caer en el desánimo
Y los minutos siguieron pasando.... hasta que las cuatro de la tarde dio comienzo al espectáculo. En el fondo y en lo más alto, miles de gargantas alentaron a los suyos. Los seguidores rojiblancos no se vinieron abajo en ningún momento, ni siquiera con el 3-0 y cantaron como nadie los goles de Machís y Domingos. Fue el momento del “¡sí se puede!”, aunque al final no se pudiera.
Cuando llegó el pitido final, los jugadores agradecieron la presencia de tanto incondicional y los seguidores, el esfuerzo de los que vistieron la rojiblanca.
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