La ley no escrita del fútbol tiene en el cambio de entrenador el asidero habitual al que se agarran los clubes cuando no se dan los resultados que los dirigentes quieren.

Esta premisa cobra un más vigor en la Segunda División del balompié nacional, categoría exigente como pocas, con un elevado número de equipos históricos que llevan la maleta cargada de urgencias y en la que cada campaña hay más equipos que se fijan el ascenso como objetivo.

Eso de que la cuerda se rompe siempre por el lado más débil encuentra pocas excepciones en la llamada Liga SmartBank, convertida desde hace años en un ‘tritura entrenadores’ de grandes dimensiones, casi tanto como el que hay instalado en el Granada CF en las últimas décadas y que sólo Diego Martínez fue capaz de desconectar durante varios inolvidables años.

Esta temporada vuelve a ser un buen ejemplo de que ser entrenador de fútbol en Segunda es una profesión de riesgo. Apenas se ha alcanzado un tercio de competición y ya han sido destituidos cinco entrenadores en la categoría.

En pleno debate sobre lo conveniencia o no de que Aitor Karanka sea el entrenador del Granada, es necesario asumir que si se mantiene la media hasta que concluya la temporada, el técnico que haya salvado el cuello tendrá que sentirse un privilegiado.

El problema está en que cambiar de técnico no siempre es la solución. Es más, en muchas ocasiones ni siquiera se mejora de forma leve la situación del equipo que busca nuevo inquilino para su banquillo.

De los cinco cambios de preparador que se han producido hasta ahora en Segunda, sólo el Levante puede presumir de haber acertado.

A Málaga e Ibiza, por ahora, no les ido bien con el relevo, en Oviedo parece que empiezan a nacer brotes verdes, aunque sea a costa del Granada, y en Zaragoza habrá que esperar a las próximas semanas para comprobarlo.

El primer técnico en ser sustituido fue Pablo Guede en el Málaga. Confeccionaron los vecinos en verano una plantilla para no pasar los apuros de la pasada campaña y soñar con estar arriba, pero desde el inicio se han ubicado abajo.

Buscaron solución en el veterano Pepe Mel, que estaba sin entrenar desde que salió de Las Palmas, pero el cuadro blanquiazul no ha mejorado y sigue instalado en la zona de descenso. Con Mel no ha habido evolución ni en juego ni en resultados.

Revulsivo

Todo lo contrario ocurrió en el Levante, que prescindió de Mehdi Nafti hace un mes tras confirmarse que era incapaz de acabar con su irregularidad de principio de temporada.

Tardó varios días en firmar el cuadro granota como sustituto a Javi Calleja, tiempo que pasó en el banquillo el director deportivo del club, Felipe Miñambres. Cuatro victorias y un empate, precisamente ante el Granada, adornan la reacción levantinista con el relevo.

Casi a la vez también cambió de entrenador el Oviedo, como Levante o Granada un conjunto llamado a pelear por cosas importantes esta campaña. Fue destituido Bolo, que durante el verano fue uno de los entrenadores pretendidos por varios conjuntos.

Álvaro Cervera, su sustituto, no había sido capaz de mejorar los resultados del equipo carballón hasta que el pasado domingo llegó el Granada al Estadio Carlos Tartiere y sumó su primer triunfo.

En un noviembre maldito para los técnicos también hizo las maletas Javier Baraja en el Ibiza. Juan Antonio Anquela, un ex preparador rojiblanco, ocupó su puesto, aunque no ha podido hasta ahora mejorar las prestaciones de los isleños.

El pasado fin de semana se produjo la última destitución en Segunda. Se marchó del Zaragoza Juan Carlos Carcedo tras un mal inicio de curso de un cuadro maño que roza el descenso.

Ha llegado en su lugar Fran Escribá, otro preparador con bagaje y experiencia para otro banquillo muy caliente en las últimas campañas. El tiempo dirá si el relevo funciona, como en el Levante, o es otro de los muchos cambios