La Feria

El Corpus visto desde la otra orilla

  • La mayoría de vecinos del entorno del recinto coinciden en que se puede descansar pese a ciertas incomodidades

Línea de casas y urbanizaciones ubicadas enfrente de la portada del recinto ferial de Almanjáyar.

Línea de casas y urbanizaciones ubicadas enfrente de la portada del recinto ferial de Almanjáyar. / reportaje gráficO: carlos gil

Allí donde todo el mundo ve un páramo para la diversión desenfrenada, la emoción y el jolgorio; para unos pocos tan sólo es la explanada que hay frente a sus casas, que una vez al año se convierte en un parque de atracciones portátil. Son los vecinos aledaños al recinto ferial de Almanjáyar. Hombres, mujeres, niños, jubilados, hijos, padres... familias que ven su barrio transformado en un inmenso hormiguero humano. Granada Hoy ha querido testar la opinión de los residentes próximos al ojo del huracán durante la Feria del Corpus. Y opiniones hay para todos los gustos.

La de Manuel, que deambula por el porche de su casa situada en Casería del Cerro, curiosamente centra sus críticas en todo lo que no sucede el resto del año. "La calle está sucia y descuidada todo el año, y en cuanto llega el Corpus ves las brigadas de limpieza regando y barriendo todas las mañanas", denuncia. Su problema no es tanto con los decibelios que genera el ajetreo en el ferial como con la gente que sale "a las tantas de la madrugada tocados del ala". "Empiezan a tocar en los timbres y aunque no suelen orinarse en la puerta de la casa sí es verdad que forman jaleo. Se puede dormir pero hay ruido", matiza este granadino.

Los cortes de las calles durante el Corpus son una molestia añadida para algunos residentes

Tampoco le molesta excesivamente el aparcamiento, pues reconoce que "nos informan de las calles que van a estar cortadas mediante buzoneo". "No nos dan tarjetas de residentes, aunque sí que nos piden a veces el carnet de identidad", sentencia. En la misma Casería del Cerro, aunque pegando ya a Joaquina Eguaras, vive Pedro. Un sevillano que mantiene un curioso idilio con los recintos feriales. Cuando vivía en la ciudad hispalense residía frente al Real, y este año que se ha mudado junto a su mujer a Granada también tiene la portada al lado del jardín. "La de Granada es una feria más popular y folclórica que la de Sevilla. Es menos clasista. Por ejemplo, aquí puedes entrar en cualquier caseta independientemente de si eres o no socio y allí no", explica. "Vinimos a vivir a Granada por casualidad, en Sevilla teníamos un continuo problema durante la semana que duraba la Feria de Abril: cada dos por tres había botellón. En Granada, ayer (por el sábado) nos acostamos a las dos de la madrugada sin ningún tipo de problema y dormimos bien", sentencia.

A su casa se dirige Paco. Tomarán rebujito antes de almorzar juntos. Pese a que este último protagonista está afincado en el centro de la capital, pasa largas temporadas en casa de su hija; sita en Casería del Cerro. "Durante la feria hay algo de ruido, pero es sólo una semana. Esta es una buena zona para ubicar un ferial", positiviza. En una urbanización situada en las calles contiguas al recinto de Almanjáyar, Queti admite no haber tenido problemas graves, aunque sí que afirma conocer a "compañeras que viven en Joaquina Eguaras y me dicen que es insoportable el ruido y cómo retumba": "Algunas incluso siempre se repartían las vacaciones y los días libres para irse fuera durante la semana. La acústica va en sentido ascendente. Aquí lo más que tenemos es gente que orina en la calle o alguno que se cuela en los garajes y te hace temer por el coche". No obstante, para esta moradora de la zona norte que atracciones y casetas 'aparquen' siete días junto a su domicilio también cuenta ventajas. "Una vez al año tienes la zona animada, y cuando éramos adolescentes venía muy bien para volver a casa sin tener que coger el coche o para llevar a los niños cuando eran pequeños", asevera sin dudar.

No hay más que darse una vuelta por la zona para entender cómo cambia cuando llega el Corpus. Lo que hace una semana eran arterias despejadas, ayer mismo estaban atestadas de gente al mediodía. Muchas de ellas, las bocacalles traseras de Casería del Cerro están cortadas al tráfico. No se puede aparcar en casi ninguna, y donde puede hacerse hay que tener cuidado para salir, pues las restricciones de tráfico y cambios de sentido pueden dar lugar a 'callejones' sin salida. La misma Casería del Cerro muta su fisonomía al dejar de ser de doble sentido para habilitar un carril a taxis y coches autorizados. Por las noches, botellas de plástico y bolsas desmerecen el panorama urbano de toda la zona.

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