José Manuel Atencia | Soltando grillos

Los candidatos de ese partido del que usted me habla

  • El PP asume, tras la debacle electoral del pasado 28-A, que los alcaldables harán campaña para las municipales evitando las siglas

Ilustración de Rosell.

Ilustración de Rosell. / Rosell

Tras la debacle de las generales, el PP de Pablo Casado ha decidido asumir para los comicios municipales lo que se podría denominar como libre elección de modelo de campaña. Si él ha saltado del centro a la derecha más de derechas y de ahí de nuevo al centro en apenas nueve meses, no es plan de impedir que sus candidatos no se puedan manejar a su conveniencia por todo el arco ideológico. Para entendernos, al igual que en Andalucía los ciudadanos pueden elegir el médico que quiere que les atienda, los alcaldables del PP podrán ofrecer una ideología propia para su ciudad, desde un centro derecha moderado a un partido de derechas de toda la vida. Todo será visto con buenos ojos desde la nueva dirección del PP, si con ello consiguen recuperar el voto perdido y mantenerse en las alcaldías. Sobre todo, allí donde han sido vapuleados en las elecciones generales.

Además, para evitarles cualquier tipo de incomodidad a los candidatos, les estará permitido acudir a las elecciones sin el logo, sin el charrán y sin nada que se le parezca. En definitiva, todo aquel que lo considere conveniente podrá ser aspirante en las municipales por ese partido del que usted me habla, sin necesidad de tener que ser más explícito. Se podrá pedir el voto para Albiol, para Paco o para Manolo, sin que exista obligación alguna de poner detrás el apellido político. Este modelo lo ensayaron ya con cierto éxito algunos alcaldables en las pasadas elecciones municipales y lo novedoso en esta ocasión es que la estrategia se globaliza. A esta modalidad de candidato sin partido se puede apuntar en esta ocasión todo el que lo desee, y todos serán atendidos en su demanda de no querer ser atendidos por su partido.

Se trata de asumir que la marca está en horas bajas y que, en esta ocasión y más que en otras anteriores, el tirón de los aspirantes a revalidar la alcaldía o hacerse con ella está muy por encima de las siglas del partido por el que se presentan, lo que incluye que no serán bienvenidos los líderes nacionales a sus territorios si llegan con la cantinela de la “crisis en Cataluña, la España que se rompe y los filo-etarras”.

Aunque pocos se atreven a decirlo públicamente, hay cierta sensación de cuerpo a tierra que “amenazan con venir los míos desde Madrid a ayudarme”. A Francisco de la Torre, el edil que gobierna en la alcaldía más importante que tiene el PP en España, la capital malagueña, le preguntaron el otro día por la posibilidad de que Casado le acompañara en un acto de campaña y tiró de su característica fina ironía: “No tendría inconveniente, pero supongo que tendría muchas peticiones de otros territorios”, que es una forma muy educada de decir que no lo quiere ni en pintura.

Tras la debacle en las generales, el PP ha optado por el libre modelo de campaña

Y es que desde que Casado accedió al liderazgo del PP su participación en las dos campañas electorales que se han celebrado en España ha sido extraordinaria: casi eclipsó a Moreno Bonilla en las andaluzas y, como es obvio, fue el máximo protagonista de las Generales. En ambas ocasiones, los resultados fueron un éxito absoluto: los peores resultados obtenidos nunca por el PP en Andalucía y luego su equivalencia en España, los más malos en cuanto a sufragios y escaños obtenidos en la historia del PP.

No está el patio de su liderazgo como para emular a aquel PSOE de la década de los 80, donde las campañas electorales de los candidatos socialistas a las municipales se hacían solas. Cada agrupación provincial recogía una fotografía de los alcaldables de cada municipio, las enviaban a Madrid y la dirección las devolvía en cajas de imprenta después de un tratamiento idéntico en todos los casos: junto al candidato se colocaba la foto de Felipe González y de ahí directo a las farolas. Fueron los denominados años de la cabra.

En las anteriores municipales, la cabra la tenía Ciudadanos. E hizo campaña escondiendo a sus candidatos. Mientras menos hablaran y menos conocidos fueran, mucho mejor para ellos. Ha sido esta vez la estrategia de VOX en las Generales con sus cabezas de cartel en la mayoría de las provincias andaluzas: ni daban entrevistas ni iban a debates ni había interés alguno en que se les conociera. Otra vez la cabra, aunque en este caso la de La legión. Y es que la ola de la marca es muy importante en política. Al resultado de las siglas del PSOE en las generales están enganchados los candidatos socialistas a las alcaldías como los que se agarran a un clavo ardiendo. Al clavo ardiendo del resultado de Pedro Sánchez.

Podría ser una estrategia, pero hay una cuestión esencial: ¿Aportan algo a las siglas algunos aspirantes a la resurrección del PSOE en la batalla de las municipales? No mucho. Y esa es la principal ventaja que tienen, en demasiados lugares, los candidatos de ese partido del que usted me habla. Los que no tienen la cabra, ni interés alguno en enseñar el charrán.

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