Historia queer del flamenco | Crítica

Derribando muros

  • El bailaor Fernando López se fija en los márgenes de los márgenes en 'Historia queer del flamenco'

Imagen promocional de Antonio Ruiz Soler en los años 60.

Imagen promocional de Antonio Ruiz Soler en los años 60. / Gyenes

El flamenco jamás gozó de instituciones sólidas ni estuvo enraizado socialmente. Ciertamente fue mayoritario en algunas capas, no precisamente las dominantes, de la sociedad andaluza, y acaso española, al final del siglo XIX y en los años 20 y 30. Pero siempre fue un arte, y una forma de vida, marginal. Buscar el elemento marginal en un sector marginal de la sociedad puede ser, o bien buscar una aguja en un pajar o quizá buscar una paja en un pajar. Muchos de los artistas que desfilan en esta obra alcanzaron un éxito social que desbordó con mucho el estricto ámbito de la afición flamenca, se trate de bailaores como Antonio Ruiz Soler o cantaoras como La Paquera. Al final de su obra López se pregunta "¿Son entonces "lo flamenco” y "lo queer" en algún sentido la misma cosa?". Evidentemente la respuesta es afirmativa. Y es por ello que esta obra es un recorrido entusiasta y muy documentado por el flamenco desde sus orígenes en el siglo XIX hasta hoy. López usa para definir la etapa anterior a la fecha de 1847 la expresión "flamenco de uso" frente a la de "flamenco de cambio" que desde esa fecha convivirá con la primera. Ya saben que no somos partidarios de esta división estricta, que estableció en su momento, para lo jondo, Cristina Cruces, y el propio López la va a cuestionar conforme avanza su obra. Lo cierto es que antes de 1847 había cantaores, cantaoras, bailaores, bailaoras y tocaoresy tocaoras profesionales y si no se les denominaba flamencos es por una mera cuestión de modas terminológicas. Cuando en 1847 se empieza a usar la palabra flamenco se aplica a los mismos intérpretes, léase El Planeta, Luis Alonso, Lázaro Quintana, Dolores la Gitanilla, Petra Cámara, Josefa Vargas, etc. de los que antes se hablaba bajo la denominación de cantos y bailes "nacionales, andaluces, del país", etc. Hay un cambio en la denominación, no estricto, ya que al menos durante 50 años para el cante y algunos más para el baile ambos nombres deberán convivir. Pero la esencia artística sigue siendo la misma.

Portada del libro Portada del libro

Portada del libro

Lo que más me ha interesado de este ensayo lúcido y muy documentado de López es su consideración del flamenco contemporáneo, que conoce como espectador e investigador, pero también como intérprete, ya que hablamos de un bailaor en activo. Analizando las tensiones que en él se dan respecto a los roles de género, la presencia del gitanismo en el mismo, los extranjeros que protagonizan hoy buena parte del movimiento jondo, dentro y fuera de nuestras fronteras, y la presencia de intérpretes con diversidad funcional. En realidad el libro juega todo el rato, bajo distintas denominaciones, con el concepto de "normatividad" y "norma" (y "anormal"). Respecto al primero, podemos decir que algunos de estos aprendices de legisladores jondos fueron heterodoxos tan rotundos como el propio Vicente Escudero, autor de un Decálogo del baile flamenco masculino cuando su decadencia física se unía a su falta de encaje con el movimiento del llamado Flamenco neoclásico, y que es, sin duda, el paradigma del flamenco de vanguardia, esa otra tradición jonda. Como señala López, desde hace unos años algunos venimos considerando que el llamado "baile flamenco tradicional" es una construcción bastante reciente. Respecto al segundo, a estas alturas ya a nadie se le debe escapar que todos, vistos más de cerca o a cierta distancia, somos raros. Los conceptos de norma y anormalidad son una creación que, como en el caso del de flamenco tradicional, apenas se usan como arma arrojadiza, como etiqueta comercial o adormidera que nos impide cuestionar nuestro entorno social y, lo que es peor, cuestionarnos. Lo mismo puede pasar, depende de la intención del que lo use, con el de flamenco queer. En el ensayismo flamenco y en la historia de las ideas hay dos tipos de autores: los que levantan muros y los que los arrojan por tierra. López es de los segundos. Por cierto ¿se va a rendir también el ensayismo flamenco a la apisonadora lingüística anglosajona?

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