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Imaginación y verdad

  • Krooked Tree publica un segundo y cuidadísimo disco

The Indescribable Hat. Krooked Tree. Autoeditado. CD / LP

Hay una "tensión", dice Dan Kaplan, el alma de Krooked Tree, una "brecha" que explica el sustrato emocional del último disco de la banda, una decena de temas de corte esencialmente clásico, realmente hermosas y refractarias a la prisa y a cualquier otra forma de la impaciencia, algunas desarmantes en su difícil sencillez, a ratos de regusto melancólico pero a la postre siempre reconfortantes, en las que el músico recorre con naturalidad, delicadeza y profundo conocimiento de la tradición de singer-songwriters de su país natal un imaginario folk con vetas de soul y de country, de atmósfera a veces casi jazzísica y con un tramo final donde resuena, sutil y potente -breve cita explícita a The Doors incluida- un delicioso arrebato de psicodelia pasada por el filtro de James Joyce.

Esa tensión, ese "hilo conductor", apunta Kaplan, neoyorquino afincado en Sevilla, tiene que ver con el arte, "eso que no se puede nombrar o captar bien pero ahí está, dando sentido a las cosas"; con el arte y con las personas que se sienten irremediablemente atraídas hacia él. "No quiero sonar pretencioso -afirma- pero en el disco está mi visión de la vida, la de alguien de 50 años y que sabe bien que las relaciones humanas son lo más complejo pero también lo más enriquecedor de la existencia. En muchas de las canciones las relaciones adoptan la forma de una pareja, pero no es más que una convención narrativa: se trata de cómo nos relacionamos con los otros y con nosotros mismos. Y ocurre que la gente creativa, todo el mundo pero estas personas de modo yo creo que más extremo, a veces no quieren saber nada de nadie, y si experimentan esa clase de impulsos es porque encuentran más armonía en ese mundo que están creando, en el proceso más que en la creación en sí, de ahí ese deseo de recogimiento, de estar en silencio y a solas. Ese buscar la perfección que no encuentras en el mundo y ese saber que todo lo creado por uno mismo no es nada sin el mundo real, esa brecha atraviesa todas las canciones".

The Indescribable Hat, segundo disco del grupo tras A Good Day for Living, es el fruto de muchas alianzas, más allá del crowdfunding que ha hecho posible su cuidadísima edición, en CD y en vinilo, con ilustraciones realizadas ex profeso para cada uno de los cortes por Patricio Cabrera (autor de la obra que sirve de cubierta al álbum), Salomé del Campo, Felipe Candel, Manolo Cuervo, Juan José Fuentes, Curro González, Manolo Ortiz, José Manuel Pérez Tapias, Nelson Ruiz-Acal y Concha Ybarra. Además de con Jerome Ireland, Carlos López, Eduardo Camacho, Juan Miguel Martín y Fernando Jiménez -los músicos que completan la formación de Krooked Tree-, Kaplan ha contado con la colaboración de Carmen Madrigal y Rosario Caro (coros), Dary Rowland (guitarra) y los músicos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Gretchen Talbot (cello) y José María Ferrer (viola).

El disco ha sido grabado por Raúl Pérez en sus estudios La Mina y coproducido por el propio Kaplan y David Cordero. "Los arreglos son bastante más elaborados que los del primer disco y al principio dudamos, nos planteamos grabar por pistas -explica el compositor, cantante y guitarrista- pero Raúl y David insistieron mucho en hacerlo en directo. Eso hicimos, y nos llevó más tiempo, pero hicimos bien. Capturamos un sonido más real, y de haber grabado por pistas habríamos conseguido más perfección en los detalles, pero a cambio de perder ese latido orgánico". No fue el único momento en el que se hizo notar la participación en le proyecto de David Cordero, un músico que -como el mismo Kaplan reconoce- suele transitar universos radicalmente diferentes, desde el ambient al ruidismo digital pasando por el doom más desafiante, movido siempre por un apetito experimental.

"El caso -dice el neoyorquino- es que tiene criterio musical y yo necesitaba una perspectiva desde fuera de la banda. Fuimos quedando, hablamos, le puse las maquetas... y su reacción fue muy positiva. No siempre estábamos de acuerdo en todo, pero su visión me interesó para evitar nuestros vicios como grupo. Yo soy más clásico: busco una progresión armónica que me convenza, una determinada idea lírica y con eso ya casi que me conformo. Y él buscaba abrir un poco las estructuras, jugar con los esquemas más convencionales, ese punto quizás más actual. Además, a mí el papel de compositor y organizador no me resulta cómodo, y en el grupo a estas alturas somos como una familia, lo que hace que prácticamente cada cosa requiera un debate, así que le dimos licencia para dirigir un poco. Y la dinámica funcionó realmente bien".

Aunque nacido en Nueva York, Kaplan se crió en Woodstock, rodeado de músicos. Lee Hays, de The Weavers, una leyenda del folk americano, vivía en el mismo edificio que sus padres; otros históricos, como Artie Traum o John Sebastian de Lovin' Spoonful, fueron igualmente presencias habituales, cotidianas en su infancia. Quizá por ello él dice que "el proceso de componer, las estructuras, las melodías, las armonías, todo eso", le viene "relativa facilidad". Y quizá por ello, también, procura alejarse de "las influencias directas". "En cambio, las letras me cuestan más. La literatura es probablemente el arte en el que más profundizo", dice Kaplan, que se inspiró en el Finnegans Wake de Joyce para escribir Riverrun, el tema que cierra el álbum, cuyo título encierra un guiño a otra obra literaria, Los 13 relojes, un relato de James Thurber, "casi una fábula en la línea de Alicia en el País de las Maravillas". Algunos de sus amigos, comenta, le han dicho que percibían un fondo de tristeza en las canciones, y no es eso, concluye el músico, admirador por vía materna de la "artesanía de las letras" de Ira Gershwin, de Irving Berlin, del Tin Pan Alley en general, y seguramente por eso su música "ha de tener siempre sentido narrativo"; si algo quiere decir, matiza, es otra cosa: que a pesar de "la brecha entre la imaginación y las limitaciones de la existencia", incluso con trapos sucios, con hilos rotos, como dice Joyce, como canta Kaplan en Riverrun, se puede tejer una manta hermosa para cobijarse del frío del mundo.

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