Cultura

Malheur en claroscuro

  • El grupo sevillano, uno de los más singulares de la escena nacional, publica 'Ausiliatrice', un disco en el que se decanta hacia el jazz más libre y eléctrico.

Fieles a las fuentes de las que mana el cauce principal de su música -el Miles Davis de los densos magmas eléctricos, el verso suelto de la vanguardia que siempre ha sido John Zorn, el pulso free-jazz Sonny Sharrock...-, pero sin dejar por ello de sonar tan sólo a sí mismos, Juan Miguel Martín (bajo), Juan G. Acosta (guitarra) y Manuel Montenegro (batería), componentes de Malheur, acaban de publicar su segundo disco. En el trabajo, titulado Ausiliatrice -enuno de sus muchos guiños privados-homorísticos; éste a cuenta de la recurrente apelación al rito de las velas a María Auxiliadora de sus mayores ante aflicciones varias- y editado de nuevo por Knockturne Records, el trío sevillano -puramente instrumental y en permanente exploración estilística- parece haber encontrado una mayor concreción de su sonido en las variaciones armónicas, en la sofisticada arquitectura rítmica y en el hipnótico groove del jazz, que aquí se impone al rock que vibraba también en Dulcia Cum Amaris.

"Aquel disco fue más espontáneo, más de diversión, por eso sonaba más rockero, más arriba todo el rato. Normal, llevábamos sólo cinco meses y cuando nos metimos en el estudio la idea era grabar una maqueta... pero nos vinimos arriba, la cosa fluyó y acabamos haciendo un disco. En éste nos hemos puesto más mijitas para que sonara distinto, mejor, más dinámico y expresivo, porque repetir fórmula nos aburre. Por eso cambiamos también de estudio, como aliciente, para variar, aunque queramos con delirio a Raúl [Pérez, de La Mina, donde se grabó su debut, mientras que para Ausiliatrice fueron a Sputnik, con Jordi Gil y Javi Mora]. Es un disco más racional, queríamos que todo tuviera sentido, no tocar por tocar, sino que todo fuera... más específico. Creo que por eso, aunque dura menos que el primero, parece más largo: pasan muchísimas más cosas, lo cual despierta bastante la atención al escucharlo", explica Juan Miguel Martín.

"Aparte de eso, hemos estado tocando muchísimo, como grupo y con otra gente, en jam sessions y cosas así, y luego cuando te pones a tocar repertorio propio se nota. Pero mucho. Y por otro lado, cuando deja de sonar el instrumento te encuentras con la persona, y nosotros ahora nos conocemos mucho más, así que es lógico que sonemos distinto, la energía es otra, cada uno toca adaptándose a los otros dos", dice el bajista del grupo, que en muchos pasajes de Ausiliatrice suena "oscurito", pero una oscuridad marca de la casa, combinada con cierta alegría rítmica. "Salió natural, como siempre: tocamos, hablamos y si nos ponemos de acuerdo, sale rapidito; y si no, se negocia. Pero la cuestión es que jamás trabajamos con partitura, no hay nada escrito, y en ese sentido el trabajo en el local es lo más rockero que tenemos", dice Martín, que añade sobre ese mántrico juego de claroscuros que es el disco: "El año pasado fue un poco fatídico para nosotros, para enmarcarlo, vivimos muchos contratiempos personales y era inevitable que todo eso se filtrara en el disco. Teníamos pocas ganas de hablar, pero de tocar muchas, siempre. Y puedes tener un mal día, pero a todo el mundo le gusta reírse... El sentido del humor es fundamental para nosotros".

Ese ánimo lúdico siempre presente en la música de Malheur, en capas más o menos profundas, explica la relectura del Giant Steps de John Coltrane que recoge el álbum, titulada Giant Stress. "Llevamos tiempo pasando por nuestro filtro una serie de standards, y ese en concreto quisimos macarrearlo tocándolo en 7/4", dice el bajista, que el viernes, con sus dos compañeros y el trompetista Antonio Campos como invitado especial, renombrados como NBOMe Quartet, ofrecerá en La Mercería (Regina, 10; entrada libre) una de sus habituales y sudorosas sesiones de versiones de Thelonious Monk, Miles Davis, Eric Dolphy o el mismo Coltrane.

"Yo soy de los que piensan que la música alcanza su máxima expresión cuando la defiendes en público; es entonces cuando se produce esa vuelta de tuerca y se disfruta al máximo. Tenemos claro los tres que lo más importante es eso, disfrutar y poder tocar ante un público al que respetes. ¿Expectativas? Mira, hacemos música instrumental... Las mías son muy parecidas a las de Rambo: vivir día a día está muy bien. Nuestra música es como una moneda lanzada al aire, pero de momento está funcionando. La verdad, yo soy un flipado del jazz y si pudiera escuchar a Malheur desde fuera creo que estaría, al menos, conforme, ¡y mira que soy bastante cabrón!".

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