Martirio y Chano Domínguez | Crítica

Un repertorio imperecedero

  • Martirio y Chano Domínguez vuelven a colaborar en una obra con creaciones del mítico cantante Bola de Nieve

Martirio y Chano Domínguez presentan su nueva propuesta.

Martirio y Chano Domínguez presentan su nueva propuesta. / Grupo Joly

La Premio Nacional de Música 2018 y el Premio de la Música Independiente al mejor álbum de jazz de ese mismo año tienen la querencia de reunirse una vez por década para hacernos un regalo maravilloso en forma de disco y gira. Esta vez, la tercera tras Coplas de madrugá (1997) y Acoplados (2004), le toca lugar al repertorio de uno de los músicos más excepcionales, curiosos e irrepetibles de la canción en español llamado Ignacio Villa y conocido por la afición, al parecer por una ocurrencia de su mentora, Rita Montaner, como Bola de Nieve. Ignacio Villa era un actor que se trasformaba prodigiosamente en cada interpretación, incorporando matices, formas, dicción y modulaciones distintas dependiendo del personaje que interpretara. Por eso su figura está ligada al teatro popular de su tierra y por eso sus interpretaciones de las letras de Nicolás Guillén son un portento. Y por eso, también, se trata de un repertorio muy difícil. Más allá de que la composición fuera propia o ajena, Bola de Nieve la hacía suya y temas de María Grever, Marta Valdés o Eliseo Grenet están ya para siempre ligados a su figura. Bola de Nieve, como cantante y como pianista, es un músico familiar que sin embargo siempre resulta fascinante, exótico, nuevo. Su música es imperecedera.

Portada de 'A Bola de Nieve'. Portada de 'A Bola de Nieve'.

Portada de 'A Bola de Nieve'.

Martirio, una cantante dotada de una inteligencia enorme, se ha traído este repertorio a su terreno, que era la única opción de que el reto saliera con bien. Y tanto que ha salido. Martirio no es una debutante en el terreno del bolero y de la música cubana en general. Y todo ese bagaje está en esta obra. Martirio y Chano Domínguez han ido al tuétano de estas míticas composiciones, limando lo que el propio Villa puso en ella en sus interpretaciones y quedándose con los dramas que subyacen en las mismas, es decir, apelando a la universalidad de las emociones, con una franca acentuación de la melancolía (Ya no me quieres, No puedo ser feliz, Vete de mí), la alegría (Drume negrita, Vito Manué, La vie en rose trasmutada en descarga buleaera y El manisero como colombiana, gracias al buen hacer de Chano Domínguez) la ironía y la autoironía. Y, por supuesto, sin olvidar los melismas jondos.

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