Músicas contra la peste | Gregorio Allegri

La leyenda del Miserere

Gregorio Allegri (Roma, c.1582-1652)

Gregorio Allegri (Roma, c.1582-1652)

Hay leyendas que parecen inmunes a los hechos. Las que envuelven al Miserere compuesto en Roma por Gregorio Allegri para la Capilla Papal en la década de 1630 resultan por ejemplo persistentes. Se pone una y otra vez como ejemplo de hazaña musical el que un Mozart de 14 años lo transcribiera de memoria después de escucharlo una sola vez en la Semana Santa de 1770. ¿Y para qué ese esfuerzo memorístico? Se nos dice que lo que pasaba es que la obra no podía salir del Vaticano bajo pena de excomunión.

Lo cierto es que para 1770 el Miserere de Allegri se había escuchado ya dos veces, que se sepa, en Londres y que tres copias circulaban (al menos) desde hacía tiempo por Europa con la autorización pontificia. Por otro lado, la obra de Allegri consiste en una sencilla armonización en estilo fabordón a partir de un canto llano (el tonus peregrinus, una conocida fórmula de recitación), que para un talento como el de Mozart no debía resultar especialmente complicado recordar. La pieza tiene la típica estructura de pregunta-respuesta de las antífonas, pues el material musical se divide en dos coros, uno a 5 voces y otro a cuatro, cada uno de los cuales realiza su propio fabordón.

¿Dónde está pues la gracia? En la ornamentación. Lo que hizo famosa a la Capilla de los Papas, y a esta obra en particular, era la forma en que los cantores tenían de embellecer una música en principio de gran simpleza. Así hasta que en el siglo XIX alguien escribió ese do alto que a todo el mundo le deja el corazón encogido. Una mixtificación romántica. Y qué más da. Resulta tan sobrecogedor. Qué mejor para un Jueves Santo como este, tan raro, que el salmo penitencial por excelencia, el número 50 de la Vulgata, el que se usa en el Oficio de Tinieblas, en una interpretación (algo resumida pero deslumbrante) de uno de los mejores conjuntos corales ingleses de nuestros días, Tenebrae. Y que quienes crean invoquen así a la divinidad, por si acaso.

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