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Un Padre Nuestro por Bowie

ANTIGUO estadio de Wembley. 20 de abril de 1992. David Bowie enfundado en un traje verde claro de elegante dandy inglés vuelve a recordar en el escenario ante más de 72.000 espectadores que todos tenemos derecho a ser héroes aunque sea sólo por un día. Tras su Heroes, ese clásico inmortal de su etapa berlinesa, se inclina para rezar un Padre Nuestro antes de continuar con su actuación. Ese Padre Nuestro es para su amigo Freddie Mercury, a cuya memoria está dedicado este concierto homenaje que le han preparado sus compañeros de Queen. Bowie consigue que esas 72.000 almas, creyentes o no, acompañen con sus voces el Padre Nuestro para su amigo.

Ésta ha sido la primera de las imágenes que me han venido a la cabeza cuando tras nada más despertar y leer las noticias que aparecían en una de las redes sociales creía seguir soñando, quería convencerme de que no podía ser verdad que David se hubiera marchado con su amigo Freddie para dejarnos a los amantes del rock un poco más huérfanos de ídolos. Digo rock, aunque Bowie fue siempre mucho más que rock, muchísimo más.

Fue glam antes de inventarse a Ziggy Stardust y sus arañas de Marte, fue rock and roll mientras se proponía ser ese hombre que acabó vendiendo el mundo, fue soul blanco cuando a mediados de los 70 decidió componer Young Americans, fue músico preelectrónico en la etapa de su trilogía berlinesa, se acercó a las melodías bailables de la mano de Nile Rodgers (de Chic) en Let,s dance...Y siguió y siguió reinventándose y reinventado su música como queriendo contradecir a aquel absoluto principiante al que le dedicó una de sus grandes canciones de los años 80, década en la que en los últimos años pareció querer de alguna manera despojarse de su halo de estrella mundial para ser un miembro más de un grupo de rock ligeramente duro al que bautizó como Tim Machine.

Que Bowie es muchísimo más que rock también lo reflejan los innumerables artistas que afirman que se han sentido influenciados por su música, una música que forma parte de una obra que se extiende durante casi cinco décadas. Entre estos artistas están, por ejemplo, Brett Anderson, de Suede, Jim Kerr, de Simple Minds, o John Taylor, de Duran Duran...

Que Bowie es muchísimo más que rock no lo digo yo, lo dicen otros monstruos de la profesión como el beatle Paul McCartney o el rolling stone Mick Jagger, compañeros de viaje que ayer, como otros muchísimos ídolos del rock, dejaron un pequeño homenaje en forma de recuerdo para el Duque Blanco, para ese camaleón que, como su amigo Freddie, cuando sabía que le quedaba poco tiempo de vida se volcó en dejarnos lo que mejor sabía hacer, en forma de epitafio musical. Su Innuendo -el último disco de Queen grabado con Mercury aún vivo- ha sido esa Blackstar en clave jazzística -siempre reinventándose- estrenada el mismo día en el que cumplía 69 años, justo tres antes de iniciar el camino hacia la inmortalidad. Porque Bowie ya es como ese Lázaro de su último videoclip que grita, tumbado en una cama y antes de resucitar, que la muerte es tan sólo es una liberación. Hoy volveré a escuchar ese último disco, pero antes de hacerlo repetiré en su honor lo que él hizo en honor de su amigo Freddie: rezaré un Padre Nuestro por David Bowie.

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