Cultura

Yin y yang de la guitarra

  • Miguel Ángel Cortés y Eduardo Trassierra, dos maneras de entender la guitarra flamenca, estrenan discos.

El calvario de un genio. Miguel Ángel Cortés. Producido por MAC. Edición del intérprete.

Rara avis. Trassierra Trío. Producido por Eduardo Trassierra. Edición del intérprete.

La guitarra de Miguel Ángel Cortés (Granada, 1972) es contundente, segura. El calvario de un genio llega después de Patriarca (1999) y Bordón de trapo (2006). En ésta su tercera entrega Cortés suena más natural, menos metálico, que en discos anteriores. Este guitarrista tiene querencia melódica pero hay un trasfondo granadino, sacromontino, oriental, que le impide caer en lo edulcorado. Incluso en la fantasía que abre la obra.

Serenidad, proporción, belleza clásica, son los elementos característicos de la pieza, que transcurre en la mayor parte de su extensión en formato libre de ritmo, hasta que nace el compás de hemiolia en la percusión, hacia el final del tema, que se resuelve en una serie de variaciones melódicas sobre una rueda arpegiada. Sobriedad y entereza son los rasgos dominantes también en los tangos Sueño de un torero que parecen inspirados, en su estribillo, por un tema de Morente. La voz la pone José María de Lepe. Se trata de una entrega gustosa, bailable, con un cante fino y entregado y unas falsetas rotundas, sencillas, que no simples, y directas, como corresponde al género. La voz femenina, dulce y sensual, la pone Macarena de la Torre. La segunda entrega por tangos es francamente militante: esas falsetas típicas, sabrosas, morosas, moras y pastueñas del Camino que popularizara en nuestro tiempo Juan Habichuela. Tangos de Granada, de las cuevas, de melodías luminosas, a dos guitarras, con la voz de Marina Heredia para unas letras de Curro Albayzín. Todo el sabor del Sacromonte. Es el corte más largo del disco, y el de más sabor social. Con la darbuka y el laúd árabe, para que no haya lugar a dudas. Pero la contundencia rítmica de Cortés no se limita a los aires de su tierra, como demuestra por bulerías. Se trata de un toque enérgico pero que no se olvida de la melodía cantable. Cortés ha querido ser trasparente en esta obra: ninguna complicación armónica y mensaje franco, que se ve subrayado en la parte épica por Fahmi Alqhai a la viola da gamba, una colaboración que es fruto de la experiencia Las idas y las vueltas entre la música barroca y el flamenco. Una bulería, como todo el disco, apta para todos los públicos. Este guitarrista se aleja instintivamente de las soluciones conceptuales por las que transcurre la mayor parte de la guitarra flamenca contemporánea, para optar, naturalmente, por la comunicación directa con todo tipo de auditorios.

Válgame Dios, compare son unas alegrías enérgicas y crudas en la que Macarena de la Torre canta una letra de Manuel Correa para una melodía compuesta por Arcángel. La voz de este cantaor onubense aparece en todo su esplendor en los tientos que cierran esta entrega y de los que se ha tomado el título del disco. Inspirados en las últimas horas de vida de Federico García Lorca, y con ecos morentianos, El calvario de un genio es una entrega tortuosa protagonizada, como no podía ser menos, por el cante: al fin y al cabo Cortés es uno de los grandes tocaores para el cante de nuestro tiempo.

La soleá es un corte con fuerte acento rítmico y sabor clásico, con el baile de Joselito Fernández. La seguiriya es uno de los estilos en los que más ha volcado su creatividad Cortés, firmando un toque solemne y visceral, categórico e hipnótico como demuestra en Esta herida mía, una creación que le pertenece en toda su extensión, pese a situarse por derecho en la mejor tradición de este palo jondo por excelencia. Un toque campanudo y pleno de rabia tocaora, pese a su apariencia serena. El único estilo, junto a la taranta, de puro concertismo guitarrístico. Sólido, moroso e íntimo, pero contundente y hasta bronco. Una joya. Disonancias y ecos del oriente andaluz en una taranta profunda y luminosa completan esta obra.

Un concepto muy diferente de la guitarra flamenca es el que nos presenta Eduardo Trassierra (Villaverde del Río, Sevilla, 1982) en su disco Rara avis. Para empezar, se presenta con un formato de trío tradicional de jazz, guitarra, bajo y percusión. Le acompañan en este disco, al margen de otras colaboraciones, sus músicos habituales en directo, es decir, el bajo eléctrico de Pablo Pradas y las percusiones flamencas de Andrej Vujicic.

Alejada, en cierta manera, del flamenco más tradicional, Rara avis es una obra muy rítmica y de melodías brillantes. Así la bulería Compadres que en su frenesí rítmico, esconde notables edificios melódicos y el baile de Abel Harana. Trassierra es un virtuoso sin fisuras, un auténtico superdotado de la sonanta. Un máquina, como se dice de manera coloquial. Se trata, por tanto, de una obra muy física. Trepidante y virtuosa, en la línea mayoritaria de la guitarra flamenca contemporánea. La segunda entrega por bulerías es una pieza más alejada del flamenco tradicional, pese a la presencia de la voz flamenca de Kisko de Alcalá.

Los tanguillos se basan en un tema amable, casi cantable, sereno y situado en la zona grave del diapasón. El zapateado es otro derroche de técnica y ritmo, con un espacio para el bajo de Pablo Pradas. Como la rumba, una nueva descarga de energía, en donde surge la guitarra eléctrica para darle la réplica melódica a la sonanta tradicional. En el vals los pies son los de Rocío Molina, otra flamenca electrizante y de contundencia, y es donde el bajo se hace más rotundo que en cualquier otro lugar del disco. Por todo lo dicho hasta aquí no resulta sorprendente que la única versión de esta obra sea A night in Tunisia de Dizzy Gillespie, es decir, el título emblemático de la más frenética etapa del jazz, el be bop, que Trassierra trae, sin forzar, a su terreno. Algunas variaciones nos las ofrece el tocaor, de nuevo, con la guitarra eléctrica dejando también un espacio solista para el piano de Cristiam de Moret. La rondeña es el único toque de puro concertismo de este disco. Una pieza brillante y oscura, plena de una técnica asombrosa que dota a la composición de un aura metálica y sonámbula, construida, en buena parte de su transcurrir, sobre un largo trémolo. Ambas obras han sido autoproducidas por los propios intérpretes.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios