Cultura

Una noche de corbata

Todas las músicas. Todos los cantes. Todos los Migueles Povedas: el flamenco tradicional y la copla, el tango argentino y la música académica. La inauguración de la Bienal, una año más, se abona al barroquismo, al exceso. La historia, las historias de una música, de un individuo. Porque un Miguel Poveda, el cantaor del momento, lo ha habido siempre en la historia de este arte: ahí tenemos a Vallejo inaugurando la canción por bulerías con el Ay, ay de Miguel Fleta. Aquí tenemos a Vallejo con un tango porteño por bulerías. Claro que Poveda, el cante de hoy, es tan dionisíaco que también quiere ser apolíneo y suma al austero de don Antonio, Mairena, ese monje de la intimidad, a esta fiesta. Para contraponerlo al dionisíaco jondo por excelencia: Marchena. Marchena era puro juego, divertimento zumbón, como promete ser el espectáculo Historias de viva voz. Flamencos fueron Isaac Albéniz y ese lindo exiliado valenciano llamado Surinyach que, secretamente, planteó uno de los más fructíferos diálogos flamencos para orquesta sinfónica. Una noche de corbata, aunque sea de lunares.

Lo flamenco es lo posflamenco, lo jondo pasado por la academia, pero también lo preflamenco. Estas Historias de viva voz son, van a ser también, los cantes de nuestros abuelos en la era o esas canciones de gitanos húngaros, es decir, rumanos, búlgaros y franceses, aunque no quiera Sarkozy, que cantaban canciones a una mona, a una cabra, llamada Mariana, llamada Andalucía, canción que entró también en el repertorio flamenco. Va a ser la fiesta íntima, un lagar en Jerez, en plena campiña. Cantes para el que tiene un roto en los pantalones, que decía don Pepe Marchena, del que Galerín afirmó en un periódico sevillano de los años 20: “¡Flamenco con esmoquin y bombín! ¿Dónde vamos a parar?: a las soleares con guantes de cabritilla”. Poveda confrontará esta noche las soleares con guantes de cabritilla a las del castillito de Alcalá de ese monje flamenco llamado Antonio, don Antonio Mairena. Y el baile en los cafés cantantes, y el baile contemporáneo de Antonio Ruz.

Una noche de corbata: ésta es la fiesta del flamenco. Con sus luces y sus sombras, que diría el maestro José Manuel Caballero Bonald, que siempre prefirió, sigue prefiriendo, el flamenco de pantalones rotos. Pero una noche es una noche: póngase la corbata. Es la gran fiesta del flamenco. Nos pondremos de largo para una hermosa celebración jonda. Una cita ineludible y deseada por todos los que amamos este arte. Y si quiere venir Sarkozy, será bien recibido, porque, como decía el malogrado Fernando Terremoto, “el flamenco se lo merece todo el mundo”.

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