muere el icono del terrorismo Sentimientos encontrados desde el Atlas hasta el río Tigris

"Uno de los nuestros"

  • Aunque la figura y la influencia de Osama ben Laden habían perdido crédito entre los jóvenes árabes, las circunstancias de su muerte provocan indignación en muchos

El líder de Al Qaeda, Osama ben Laden, ya no era tan popular entre el Atlas y el Tigris pero su muerte a manos estadounidenses removió de nuevo las conciencias. Estados Unidos golpeó, pero a los árabes no les agrada que Washington aspire a imponer un orden que ellos odian.

La muerte del terrorista más buscado del mundo a manos de un comando especial estadounidense ha sorprendido al mundo árabe en medio de un cambio radical. Algunas imágenes están borrosas en la memoria de algunos, pero siguen presentes en la retina de la mayoría.

"Algo desagradable me sigue carcomiendo por dentro en la muerte de Osama ben Laden", afirma la activista prodemocrática Perihan Abusaid en El Cairo. "Posiblemente es la circunstancia de que sean los estadounidenses quienes lo hayan matado", señala la activista.

Las encuestas de opinión no otorgaban últimamente una gran popularidad a Ben Laden en el mundo árabe. Sólo el 22% de los egipcios, el 13% de los jordanos y el 34% de los palestinos confiaban en él, según un sondeo de este año elaborado por el Pew Research Center de Washington. Lo que indicaba una fuerte caída de su popularidad: en 2003 era el 72% de los palestinos y el 56 de los jordanos quienes lo apoyaban y en 2006, todavía contaba con el favor del 27 % de los egipcios.

Pero pese a ello, muchos árabes ven la muerte de Ben Laden a manos estadounidenses con sentimientos encontrados, pues se despiertan los recuerdos de por qué luchaba al principio en la región, de su rebeldía contra el orden mundial estadounidense, contra el apoyo norteamericano a Israel y la violación de derechos de los palestinos y contra los dictadores árabes que seguían el dictado estadounidense. "Luchaba por una buena causa, pero con medios nada buenos", resume el joven banquero cairota Mahmud Bisari.

La sociedad árabe es además una sociedad joven: a los jóvenes de 30 años los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos les quedan muy lejos. Ellos luchan de otra forma por otros objetivos. En Egipto y Túnez lograron derrocar regímenes autoritarios mediante la resistencia civil pacífica y no mediante el terror. Apuestan claramente por construir, no destruir.

"La agenda del mundo árabe pasa hoy por la dignidad y la democracia. La agenda de Ben Laden está pasada de moda", twiteaba el joven saudí Mahmud Sabagh. El daño que Ben Laden hizo en nombre del islam es "una deshonra colectiva", asegura este joven a través de las redes sociales que tanta importancia han adquirido en el triunfo de los movimientos en favor de la dignidad que se han multiplicado en los países árabes.

Para la joven generación, Ben Laden es un fantasma de tiempos anteriores, la excusa utilizada por los déspotas. Así, el presidente egipcio Hosni Mubarak, en su lucha por la supervivencia política, intentó debilitar al movimiento democrático fomentando el miedo a los "extremistas". Igual que el dictador libio Muamar el Gadafi, que intenta desacreditar a los insurgentes al acusarlos de ser "elementos de Al Qaeda".

En cualquier caso, "su muerte llegó demasiado tarde", cree la estudiante de políticas Dania Ghonim. "La herencia de Ben Laden ya está arraigada desde hace mucho tiempo en el mundo", asegura.

Además, continúa el fuerte malestar hacia la política exterior estadounidense en la región, traducida en un profundo escepticismo o en una hostilidad abierta contra Washington.

Los Hermanos Musulmanes egipcios, actualmente la fuerza política mejor organizada con prometedoras perspectivas para las próximas elecciones, calificaron incluso la muerte de Ben Laden como un "atentado".

La organización islámica se pronunció "contra la violencia en general, contra atentados y a favor de procesos judiciales justos", afirman en una declaración. El líder terrorista muerto había recibido el respetuoso título de Sheij (jeque). Pudo haberse equivocado, pero al final era "uno de los nuestros", les gustaría decir a su público.

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