El futuro de la unión europea Un auténtico experto del arte de evitar conflictos

Barroso, un pragmático sin contrincantes para su reelección

  • Los adversarios del presidente de la Comisión Europea lo ven como un último recurso que contenta a los gobiernos preocupados en no encontrar problemas en Bruselas

El portugués José Manuel Durao Barroso hará realidad su ambición de obtener un segundo mandato al frente de la Comisión Europea, pero su éxito se debe más a un pragmatismo llevado al extremo que a una gran concepción de lo que debe ser Europa.

Durante su mandato de cinco años "ha sido un presidente competente, de consenso, un buen comunicador, pero no un dirigente particularmente visionario o dinámico", afirmó recientemente el diario británico Financial Times en un artículo menos crítico con el portugués que otros publicados en periódicos europeos.

A sus 53 años, Barroso se ha convertido en un experto del arte de evitar conflictos.

El jefe de fila de los Verdes en el Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, lo tilda de "camaleón": un presidente que "cambia de opinión como de camisa", prisionero de los intereses contradictorios de los grandes Estados miembros de la Unión Europea (UE), contentado con una Europa de mínimos.

Este políglota, padre de tres hijos, ha cambiado varias veces de rumbo profesional.

Miembro de un movimiento maoísta durante la revolución de los Claveles en Portugal a finales del año 1970, ingresó en la década siguiente en el Partido Socialdemócrata de su país.

Tras varios puestos en el Gobierno portugués, en el año 2002 accedió al cargo de primer ministro, que ocupó durante dos años, antes de provocar la sorpresa general y partir a Bruselas para asumir la presidencia de la Comisión Europea.

Fue el entonces primer ministro británico Tony Blair quien aupó la candidatura de este atlantista convencido, que unos meses antes había hecho de anfitrión de la cumbre de las Azores, donde arrancó la cuenta atrás para la invasión estadounidense de Iraq.

Barroso debutó en Bruselas con un programa abiertamente liberal, defendiendo la liberalización de los servicios y erigiéndose artífice de una Comisión más modesta cuyo principal lema era "legislar menos y mejor".

Pero la crisis institucional abierta por el rechazo a la Constitución Europea en 2005 le llevó a virar hacia un discurso más social, que la debacle financiera mundial acabó de consagrar.

Presionado por Francia y Alemania, trató de hacer de la regulación de los mercados su caballo de batalla, sin lograr satisfacer a sus detractores, que le acusan de no querer airar a nadie para ser reelegido.

"La Comisión tiene tanto miedo ahora de los Estados miembros... Y como cada uno sólo piensa en su reelección, sólo contamos con propuestas que no están a la altura", denunció un alto responsable del Gobierno francés en asuntos europeos, Jean-Pierre Jouyet.

Barroso se estima víctima de ataques "dogmáticos" y defiende que la Comisión "hace todo lo posible con los instrumentos de los que dispone", admitiendo que sólo se atreve con propuestas con muchas posibilidades de ser aceptadas por los Estados miembros de la Unión.

El portugués reivindica además una buena gestión en la lucha contra el cambio climático, felicitándose de la adopción de un ambicioso paquete de objetivos europeos para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) pese a la crisis económica existente en la actualidad.

Pero sus adversarios continúan viéndolo como un último recurso, que contenta a los gobiernos preocupados en no encontrar grandes obstáculos en Bruselas.

"Durao Barroso es tan débil que será recompensado con otro mandato", ironizó a fines de 2008 el ex jefe de la diplomacia alemana Joschka Fischer.

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