x aniversario del 11-s El grupo teatral actuó en Nueva York día y medio después de la catástrofe

Cruzar el puente de Washington Bridge

  • Al cerrar Manhattan, La Cuadra fue la única compañía que actuó en Nueva York la noche del 12 de septiembre de 2001

Un impresor, un decorador de escaparates y el dueño de una tienda de instrumentos musicales, los tres sevillanos, estaban en Nueva York la mañana del 11 de septiembre de 2001. Diez años después, creen que el destino les regaló estos años de más de maravillosa propina. "Si lo de las Torres pasa dos horas más tarde, nos coge a todos allí, porque todos teníamos previsto dirigirnos allí".

El impresor se llama Daniel Acosta; el escaparatista, Fernando Ortega; el comerciante, Julio Vera. Son tres de los 25 componentes de la Banda de las Tres Caídas de la Esperanza de Triana que desde su estreno en el castillo gerundense de Perelada en 1996 acompañan a La Cuadra en la Carmen recreada por Salvador Távora. Acaban de volver de Barcelona de cosechas un rotundo éxito. Han llevado a su caballo Cascanueces. A Nueva York iban con otro caballo, paradigma de aquel episodio que todavía les produce estremecimiento.

En julio de 2001, La Cuadra actuó en El Puerto de Santa María, Santander, Mairena del Alcor y Almería. Ese mismo mes, Távora y Lilyane Drinon viajaron a Nueva York para ultimar los detalles. "Estuvimos alojados en el mismo hotel donde iríamos después", recuerda Lillyane. A dos calles del City Center, una antigua mezquita convertida en el teatro donde iban a actuar, y a diez calles de las torres del World Trade Center.

"Las gestiones para actuar en Nueva York se hicieron, como siempre, un año antes", dice Távora. "Allí no se hace ninguna cosa improvisada. Lo único improvisado fue lo de las torres". Habla con conocimiento de causa, porque La Cuadra fue a Nueva York con Bacantes, Manuela Vargas en el elenco, y allí se produjo el estreno mundial de Crónica de una muerte anunciada antes incluso de que el propio García Márquez la viera en México.

La Cuadra y los 25 músicos de la banda de cornetas y tambores de Triana llegaron el 9 de septiembre a Nueva York. Julio Vera, director de la banda desde hace 25 años, es padre de dos niñas. En ese viaje, Cristina tenía nueve meses y Triana ocho años. Fernando, corneta de la banda, vivía con sus padres y ahora vive con su novia. Daniel, percusionista, es padre de un chaval, Luis Daniel, que en septiembre de 2001 tenía 9 años.

El elenco, músicos incluidos, cruzaron la víspera el puente de Washington Bridge que separa Nueva York de Nueva Yersey. Aquí se encontraba el caballo al que en la obra debía montar Jaime de la Puerta. "Es uno de esos caballos que Domecq les vende a los americanos", dice Távora. Fueron para que el animal se familiarizara con la música. A primeras horas del 11 de septiembre, Lilyane estaba en plena fase de montaje. Los tramoyistas tenían la televisión puesta y por ahí supo Távora de la catástrofe. "Empezaron a sonar las alarmas y bajé y subí tres veces por las escaleras las 46 plantas del hotel", recuerda Julio Vera. Estaban a doce calles del epicentro de la tragedia. "Como éramos la única compañía que todos sus miembros estaban en Manhattan", dice Távora, "el alcalde, Rudolph Giuliani, pidió que actuáramos con total normalidad para dar la sensación de que Nueva York no se paraba". Que seguía siendo la ciudad "puesta de pie" que retrató Celine en Viaje al fin de la noche. Al ensayo general faltó el caballo, que sí pudo estar en el estreno, día y medio después del magnicidio. "El caballo fue el único que pudo cruzar el puente con un permiso especial del Ayuntamiento".

En una de las torres derribadas por los terroristas había un repetidor de telefonía móvil. "Todos los móviles se bloquearon", dice Julio Vera. Távora confirmó a Fran López de Paz, de Canal Sur Radio, que todos los miembros de la compañía estaban bien. Supervivientes y testigos. Dani Acosta se queda con una imagen. "Cuando se estrelló el segundo avión con la otra torre, ya había colas de donantes de sangre que le daban la vuelta a los hospitales". Távora lo dice muy gráficamente. "Es el único día de mi vida que me sentido americano. Me sentí agredido". Pánico en la ciudad donde más seguro se había sentido en todos los días de su vida. "Aunque sea en Santiponce, yo siempre tengo que salir acompañado, pero en Nueva York siempre iba solo. Sus calles son como las del Cerro, están perfectamente alineadas. Las cuentas y no te pierdes".

Actuaron hasta el 23 de septiembre, en plenas secuelas del espanto. Como el aeropuerto estaba cerrado, Lilyane había previsto volver en autobús hasta Canadá y allí coger un avión. Regresaron a Europa y su primer compromiso en octubre era en Toulouse. "Poco antes de llegar explotó en la ciudad francesa una fábrica de perfumes". Y de Toulouse a Marinaleda, donde no les pasó nada. Unos saltos típicos de una compañía acostumbrada a ir de Los Palacios a Singapur o de Berlín a La Algaba.

Fue el empresario que los contrató para la gira por Australia y Nueva Zelanda el que los llevó primero a Inglaterra y después a Nueva York. Diez años después, Távora no ha vuelto. Ahora está embarcado en un sueño flamenco-taurino titulado Al paso de un caballo andaluz que como hace quince años la Carmen también lo estrenará en el castillo de Perelada. El grafitero chileno Miguel Chacoff termina de pintar el cartel del cuadrúpedo. El caballo no extrañará el envite porque en el programa hay un soneto del rejoneador Ángel Peralta.

La Carmen de España (y de Nueva York) y no la de Merimée. Les marcó la experiencia. Távora tiene dos cosas metidas en la retina: el tono de guerra de George Bush en su primera aparición o la estrecha relación entre la muerte y la religión. "Veías por la calle a gente rezando de distintas maneras. Con el rito musulmán, con las manos entrelazadas, arrodillados, orando en las paredes...".

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