Los habitantes de la ciudad iraquí de Mosul celebran su primer Ramadán sin padecer los latigazos con los que, en los últimos tres años, el Estado Islámico (EI) castigaba por incumplir el ayuno.

A pesar de la escasez de servicios básicos -no hay agua corriente o luz-, la libertad se ha convertido en el bien más preciado para los iraquíes que residen en el que fue el feudo más importante de los extremistas en Iraq, señaló un habitante de Mosul, Mohamed Naguib al Naemi.

Este vecino de la zona Este de la ciudad recuerda que los yihadistas aplicaban "medidas arbitrarias", prohibían a las mujeres salir de sus viviendas y a quienes no guardaran el ayuno les propinaban 30 latigazos y les imponían multas de hasta 21 dólares.

Los castigos físicos eran impuestos frente a los mercados para que sirvieran de ejemplo y así la población cumpliera a rajatabla la prohibición de fumar, comer o beber agua en las horas diurnas, sin importar que los termómetros superen los 40 grados. La hisba, el cuerpo parapolicial del EI, vigilaba en todo momento los mercados y las calles en busca de pecadores, recuerdan los habitantes de esta ciudad, la segunda mayor de Iraq.

Este año, con el EI arrinconado por el Ejército y la Policía en el centro de Mosul, la mayoría de la ciudad volvió a celebrar los festejos del mes más importante para los musulmanes. Las tiendas volvieron a colocar los carteles con suras del Corán y palabras que felicitan la llegada del mes y las decoraciones de vivos colores que durante la época del EI estaban prohibidas.

No obstante, aún sin la amenaza del látigo, la población de Mosul sigue guardando el ayuno y la mayoría de los restaurantes cierra durante las horas diurnas.

Según Amar Saleh, dueño de una tienda de bebidas y dulces, aunque "los habitantes de los barrios liberados siguen viviendo en la pobreza y bebiendo el agua contaminada de los pozos", agradecen a Dios por la caída del EI.