El presidente estadounidense, Barack Obama, imaginaba un final un poco diferente para sus vacaciones de verano. Se suponía que su programa iba a reducir el desempleo y generar un repunte en su golpeada popularidad.
Sin embargo, el panorama es más complicado que nunca ante el riesgo de que los demócratas pierdan su mayoría en el Congreso en las elecciones del 2 de noviembre.
"Mr. impopular", fue el título que le dedicó al mandatario la revista Time.
El Día del Trabajo tradicionalmente marca el fin del verano en Estados Unidos. Vuelven a comenzar las clases, el presidente retorna a la Casa Blanca, la rutina laboral se normaliza y a su vez comienza la campaña para las siguientes elecciones.
Obama está atravesando un período complicado. Cuenta con pocas semanas para cambiar la opinión negativa de gran parte de la población antes de las elecciones legislativas. Para eso tendrá que generar confianza en que la economía volverá a crecer con fuerza y en que volverán a crearse empleos.
En otro frente, debe hacer frente a los ataques de los republicanos, que lo acusan de ser el mayor derrochador y generador de deuda en la historia del país, así como un "socialista" defensor del sistema de bienestar social europeo.
Hace dos años, cuando Obama se presentó como candidato a la Presidencia, la mayoría de los votantes creían en su campaña del "Yes we can" . Pero la fe se fue extinguiendo.
Actualmente, sólo un 45 por ciento declara estar satisfecho con su presidente. Asimismo, este sector se muestra particularmente poco propenso a creer en la política económica y de creación de empleo del mandatario.
Pocas veces la imagen de un presidente ha caído tanto en un lapso tan breve.
Los demócratas se muestran preocupados ante la posible pérdida de la mayoría en ambas cámaras del Congreso. De ser así, precisarían contar con votos republicanos para sacar adelante cualquier legislación propuesta. Obama pasaría a ser el rey desnudo.
La última estrategia de la Casa Blanca promete, entre otros, reducir los impuestos de la clase media y las pequeñas y medianas empresas. Por otra parte, Obama tiene en mente eliminar los beneficios fiscales para sectores creados por el ex presidente George W. Bush y vigentes hasta fin de año.
El problema principal es que hasta el colosal paquete de estímulo de 787.000 millones de dólares aprobado poco después de que Obama asumiera funciones en la Casa Blanca falló a la hora de aplacar los temores de los estadounidenses parados.
Los analistas consideran que el estímulo logró varios objetivos al frenar la drástica caída de la economía y salvar unos 3,3 millones de puestos de trabajo.
Sin embargo, el electorado está molesto porque la tasa de desempleo sigue sin mejorar y apenas si está por debajo del 10 por ciento. Muchas personas ya ni siquiera se registran como desempleadas.
"Sustancialmente, no hay nada que el presidente pueda hacer desde ahora y hasta el día de las (próximas) elecciones que vaya a tener un efecto apreciable en la economía. Nada", citó el Washington Post declaraciones de William Galston.
Galston, asesor de política interna del ex presidente Bill Clinton, aseguró que cualquier cosa que Obama haga o diga en las próximas semanas será irrelevante el día de la votación: no hay tiempo suficiente.
Y ese no es el único problema: también está la deuda nacional de 13.500 millones de dólares. Los republicanos intentan apelar al temor del electorado de que se produzca una "quiebra estatal", haciendo caso omiso al hecho de que quien casi duplicó la deuda fue el ex presidente George W. Bush.
El líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, John Boehner, insiste en que ante este tema cunde el "pánico en Washington".
No cabe duda: para Obama el otoño preelectoral será bien caluroso.
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