El futuro de la humanidad Washington y Moscú colaboran en la reducción atómica

Obama busca pasar a la historia

  • El presidente norteamericano firma hoy en Praga el nuevo acuerdo de limitación de armas nucleares con la meta fijada en un futuro donde no exista este armamento

Más de un año tuvo que esperar el presidente estadounidense, Barack Obama, para obtener su primer gran éxito en política exterior. Pero la firma del acuerdo de desarme Start hoy en Praga es para el mandatario sólo el primer paso de una larga marcha para conseguir un mundo libre de armas nucleares. El Nobel de la Paz quiere entrar en los libros de historia, aunque para hacerlo afrontará una resistencia considerable.

No es la primera vez que el castillo de Praga es escenario de una aparición trascendente de Obama. Hace un año, el presidente presentó allí mismo su visión de un mundo sin armas nucleares. "Como única potencia nuclear que ha utilizado sus armas atómicas, Estados Unidos tiene la obligación moral de actuar". Incluso sus aliados más estrechos se mostraron sorprendidos: Obama volvió a poner el desarme en la orden del día de la política mundial y al mismo tiempo formuló en un abrir y cerrar de ojos el derecho de Estados Unidos a dirigir el proceso. Un auténtico golpe de Obama.

En pocas ocasiones desató el hombre de la Casa Blanca tanto entusiasmo en Europa, tensando valientemente el arco retórico: "Es un giro poco frecuente de la historia: el peligro de una guerra atómica mundial se ha reducido, pero el riesgo de un ataque nuclear aumentó".

No es la confrontación con otros Estados lo que da miedo a Obama. Son "los terroristas que están decididos a comprar ese tipo de armas". Si Obama habla hoy de desarme es porque tiene en mente, además de la "clásica" reducción de los arsenales de armas atómicas, sobre todo el tráfico de material fisible, el floreciente mercado negro del que podrían servirse fanáticos y extremistas.

También el tratado Start es visto por Obama como una especie de escudo para frenar todo tipo de fuerzas oscuras que aspiran a hacerse con armas nucleares. "El significado más profundo es la deslegitimación de las armas nucleares", cree Kenneth Luongo, jefe de la organización Partnership for Global Security Aasociación para la Seguridad Global).

El tratado Start está sólo concebido como un primer paso, "como una llave que puede servir para abrir una serie de cerraduras", opina el Consejo de Relaciones Exteriores de Washington. También un primer caso de prueba para sondear cómo andan las relaciones entre Moscú y Washington, con la vista puesta siempre en el desarrollo de los programas atómicos en Irán y Corea del Norte. Pues para Obama está claro que sin ayuda de Moscú no tiene posibilidad alguna de presionar a Teherán.

Al fin y al cabo, las próximas estaciones en la larga marcha están ya fijadas: el 12 y 13 de abril Obama convocó una cumbre nuclear en Washington en la que se espera la presencia de 45 jefes de Estado y de Gobierno, en la que será posiblemente "la mayor cumbre celebrada nunca en Washington", según se dijo. El tema central será la no proliferación de armas nucleares.

El último objetivo de Obama es lograr en pocos años que el peligroso material nuclear que existe en el mundo continúe en manos seguras. Y para ello Rusia es considerado su más importante socio. Otro objetivo: fundar una organización internacional que garantice en el futuro la distribución de combustible nuclear.

Por otra parte, Washington presentó su nueva estrategia nuclear, en la que aspira a otorgar menos importancia al armamento atómico para su defensa. Ya circulan rumores que indican que Estados Unidos podría reducir su propio arsenal en miles de armas atómicas, lo que incluiría las armas nucleares estacionadas en países como Alemania.

Sin embargo, no todo es motivo de alegría. La disuasión nuclear seguirá siendo fundamental en la defensa estadounidense. Washington tampoco quiere renunciar a ser quien dé el primer golpe en caso de necesidad.

Fuentes de Washington comentaron que la visión de Obama de un mundo libre de armas atómicas choca con la nada desdeñable oposición de círculos conservadores del Pentágono, así como con la "élite nuclear" de la capital estadounidense, que no quieren renunciar a su big stick (el gran palo) de su política exterior.

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