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El Parlamento británico, convulso por su última revolución

  • La última defenestración de un presidente de la Cámara de los Comunes británica ocurrió hace más de 300 años.

El Parlamento británico, curtido en una larga tradición, no había visto algo así desde hace más de 300 años. La última vez que fue defenestrado un speaker -el presidente de la Cámara de los Comunes, conocido mundialmente por su llamadas de "¡Orden! ¡Orden!"-, todavía reinaba Guillermo III de Inglaterra, que ocupó el trono entre 1689 y 1702.

En 1695, sir John Trevor fue destituido de su cargo de speaker en el Parlamento por aceptar 1.000 libras esterlinas como soborno de algunos influyentes hombres de negocios. Antes que él, varios de los que ejercieron el prestigioso cargo instaurado en 1377 corrieron peor suerte, reflejo de la turbulenta historia de conflictos religiosos en los 1.000 años de monarquía constitucional en el Reino Unido.

Pero Michael Martin, un antiguo sindicalista y ex trabajador de un astillero de Glasgow, así como el primer speaker de religión católica desde el reinado de Maria Tudor (1516-1558), representaba a un nuevo tipo de presidente parlamentario. Cuando asumió el cargo durante el gobierno laborista de Tony Blair en 1999, sus orígenes proletarios despertaron muchas críticas de corte snob. Pero, por otro lado, los parlamentarios más reformistas saludaron su llegada como una señal de los nuevos tiempos.

Martin consiguió molestar a los más tradicionalistas al terminar con la tradición de los pantalones negros y los zapatos con hebillas plateadas que solían llevar sus predecesores en el cargo. Ni tampoco se puso la tradicional peluca. Como fuera, Martin demostró después ser un speaker mediocre. Su apelación de "¡Orden! ¡Orden!" reflejaba más irritación que autoridad, y su estilo de dirigir los debates en la Cámara estaba más bien guiado por simples reglas antes que por la "inspiración", como se lo criticaron algunos comentaristas. Por otro lado, los autores de sus discursos, que se quejaban a menudo de su melifluo acento escocés cuando pedía orden, descubrieron pronto que había cosas mucho más serias por las que preocuparse.

Las primeras nubes de tormenta se empezaron a vislumbrar el año pasado, cuando se dio a conocer que el propio Martin se había servido generosamente de las dietas parlamentarias. Se descubrió, por ejemplo, que había hecho que le reembolsaran miles de libras por los recibos de taxi de su esposa, además de cobrar suculentas prestaciones por su residencia en Escocia, en realidad libre de hipoteca, mientras vivía en un esplendoroso y elegante apartamento cerca del Big Ben londinense.

En 2008, Martin levantó además una gran controversia al permitir que la policía entrara al Parlamento para registrar la oficina del diputado conservador Damian Green, todo eso sin una orden judicial, por filtrar supuestamente documentos confidenciales que perjudicaban al gobierno laborista. Pero no fue hasta comienzos de este mes, después de que el Daily Telegraph difundiera los cobros sistemáticos de parlamentarios de todos los partidos por supuestas segundas residencias, cuando Martin se puso directamente en la línea de fuego.

El speaker, a cargo de la oficina de pagos que autoriza el desembolso de las dietas y otros gastos, fue acusado de haber hecho la vista gorda ante cobros extravagantes. Entre ellos, por ejemplo, el correspondiente al alimento para las mascotas y el fertilizante de caballo, así como la enjundiosa venta de propiedades redefinidas ad hoc como "segundas residencias", un procedimiento conocido como flipping (algo así como pasar las casas con fines de especulación).

La situación de Martin empeoró cuando Nick Clegg, el líder del Partido Liberal, rompió las convenciones de la Cámara para llamar a Martin un "defensor obstinado de las cosas tal y como están, del statu quo". El speaker no es la persona adecuada para arreglar un sistema desacreditado que él mismo ha intentado mantener en secreto, indicó Clegg. Martin "era el jefe ejecutivo de una cultura de la criminalidad y la corrupción", apostilló por otro lado Peter Oborne, un columnista del diario Daily Mail. Su salida marca ahora la marcha simbólica de la "vieja guardia", agregó.

Mientras la crisis de las dietas y la ira popular han ido en aumento, el escándalo se ha convertido en algo que muchos han visto como una amenaza para las estructuras democráticas británicas. La reina Isabel II, se comenta, ha advertido a Gordon Brown que no subestime los peligros para la Constitución debido a la inmoralidad, si no criminalidad, mostrada por aquellos que deben representar al pueblo. "Nadie ha asaltado el Parlamento (...), y el público no ha boicoteado hasta ahora unas elecciones", apunta al respecto el Daily Telegraph. "¿Pero quién asegura que esas cosas no van a pasar?", agrega.

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