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Sarah Palin, ¿estrella o diva?

  • La gobernadora de Alaska, de 44 años y que tiene ante sí las trazas de una brillante carrera política, suscita dentro del Partido Republicano tanto pasiones desaforadas como odios acérrimos

Pese a la derrota del equipo republicano en las elecciones presidenciales de EEUU, su candidata a la Vicepresidencia, Sarah Palin, una perfecta desconocida hasta ahora, tiene ante sí las trazas de una brillante carrera.

Esta gobernadora de Alaska de 44 años, amante de la caza de alces y enemiga declarada del aborto, suscita tanto pasiones desaforadas como odios acérrimos.

Aunque los analistas le atribuyen parte de la responsabilidad en la derrota republicana, también le reconocen que se ha ganado la adhesión inquebrantable de la base de su partido, que componen un nada desdeñable 25% de los votantes estadounidenses.

"Ha sido una fuente de inspiración y la veo como nuestro futuro. Que se preparen para 2012 porque les va a hacer falta", afirmó Linda Miracle, una invitada al evento que organizó el partido republicano en la noche electoral en un lujoso hotel de Phoenix.

Ante este apoyo, ya han comenzado los rumores sobre una posible candidatura de Palin a la Presidencia en 2012.

Algunas de sus últimas declaraciones han dado pábulo a esos rumores. "No estoy haciendo esto porque sí", declaró la semana pasada en una entrevista televisada esta madre de cinco hijos, el menor con síndrome de Down.

Poco después evitó pronunciarse sobre el tema. "El año 2012 suena tan lejano en el tiempo que no puedo ni imaginar qué estaré haciendo entonces", aseguró a la CNN.

Palin, desde luego, no ha pasado desapercibida en esta campaña. Su nombramiento para la vicepresidencia, a finales de agosto, sorprendió a casi todos, pues su currículum hasta entonces era muy escaso.

Atractiva, fotogénica, sarcástica y con una desmedida confianza en sí misma, Palin acaparó titulares y cautivó al público con su discurso ante la Convención Republicana, cuando se describió como "un pitbull con pintalabios" y arremetió contra los rivales del partido demócrata.

De repente, la candidatura de McCain, que hasta entonces se había arrastrado un puñado de puntos por detrás del demócrata Barack Obama, se colocó por delante en las encuestas.

El candidato republicano, que en sus mítines en solitario apenas lograba convocar a unos centenares de personas, vio cómo, acompañado de Palin, encabezaba concentraciones de decenas de miles de seguidores que veían a la gobernadora como uno de ellos, alguien de la clase media, capaz de utilizar expresiones coloquiales y con las preocupaciones típicas de un cabeza de familia.

Esa imagen no tardó mucho en desmoronarse, al menos fuera de las bases republicanas.

Al tiempo que estallaba la crisis financiera, Palin concedió una serie de entrevistas televisadas que mostraron una imagen titubeante y un escaso conocimiento político de la gobernadora.

Al mismo tiempo, salían a relucir revelaciones que ponían en entredicho la imagen de rectitud que Palin había intentado transmitir en la campaña.

El diario The New York Times dio ayer a conocer que en el seno de los republicanos hubo una guerra civil entre John McCain y su número dos en plena campaña electoral.

Además, se ha sabido que la campaña republicana gastó 118.000 euros de donaciones en comprar ropa para Palin, lo que contradice la imagen de mujer corriente con las preocupaciones propias de la clase media.

Algunos destacados republicanos llegaron a pedir su retirada del equipo. Otros, como el ex secretario de Estado Colin Powell, afirmaron que habían decidido apoyar a Obama en parte debido al nombramiento de Palin.

A medida que el equipo republicano cayó en las encuestas, comenzaron los reproches incluso dentro de la propia campaña, algunos de cuyos funcionarios acusaron de modo anónimo a la gobernadora de "estar como una cabra" y "portarse como una diva".

A sus 72 años, tras esta derrota parece que McCain ha llegado al final de su carrera política. Pero para Palin, que no ha dejado de acaparar multitudes en sus mítines, esta situación puede representar el verdadero comienzo de la suya.

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