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Los jóvenes saharauis se impacientan

  • La gran mayoría de ellos se inclina por la vuelta a las armas y considera "inútil" la búsqueda de una solución política

Ya sean de la generación anterior a 1975 o nacidos en los campos de refugiados, estudiantes, soldados o mayormente parados, los jóvenes saharauis se inclinan en su gran mayoría por la vuelta a las armas y consideran "inútil" la búsqueda de una solución política. 

En los campamentos de refugiados los saharauis están muy politizados, impregnados desde la más tierna edad por el sueño de la recuperación de su tierra junto al océano Atlántico. 

Los niños de la "hamada", la parte más dura del desierto argelino, aprenden desde muy pequeños palabras como "independencia, derechos humanos u ocupación" y las recitan de memoria en los cantos que van aprendiendo mientras juegan con cualquier cosa entre las ariscas piedras de esta parte del Sahara. 

En el campamento de Esmara, el más poblado de los cinco en los que viven desde hace 34 años cerca de 160.000 refugiados, el joven comerciante Mohamed Sadek sintetiza  en una frase la convicción de la mayoría de los saharauis de su edad. 

"Lo que ha sido tomado por la fuerza no puede ser recuperado más que por la fuerza, el ruido de un tiro de fusil resuena mucho más que los discursos de cien congresos", afirma. 

Sadek es consciente del peso y la gravedad de sus afirmaciones, pero recalca que espera con impaciencia una orden del Frente Polisario para emprender la lucha armada, aunque añade que seguirá las instrucciones del movimiento independentista "con la más rigurosa disciplina". 

Como para justificar sus palabras, eleva un dedo y dibuja un semicírculo que abarca gran parte del campo de Esmara, donde nacieron sus dos hermanas pequeñas y donde su familia sobrevive en condiciones precarias. 

"Cuando se vive en la miseria más total, contando sólo con la caridad para comer, vestirse o curarse, mientras que, apenas a unos cientos de kilómetros, tu país vive bajo la ocupación, con sus numerosas riquezas expoliadas, sólo queda una única opción: batirse hasta el fin para recuperar lo que legítimamente te pertenece", asevera. 

Otro joven parado, Hammoudi, apoyado junto a un muro del que cuelga una enorme bandera con la inscripción "Bienvenido Christopher Ross, portador de una luz de esperanza para una solución justa", comparte la opinión de Sadek, aunque se muestra también partidario de darle otra oportunidad a las negociaciones políticas. 

Ross, nuevo enviado especial de la ONU para el Sahara Occidental, llegó el pasado sábado a los campos de refugiados y se entrevistó el domingo con el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Mohamed Abdelaziz. 

Sus declaraciones tras reunirse con el presidente, en las que dijo que pretende llegar a una solución que tenga en cuenta el derecho de autodeterminación saharaui, han caído en los campamentos como la ansiada agua de la lluvia sobre la "hamada". 

"Hay un tiempo para la guerra al igual que hay un tiempo para la estrategia política y pacífica. No queremos ser los primeros en retomar las hostilidades", comenta Hammoudi, que deposita ciertas esperanzas en el nuevo enviado de la ONU. 

El joven refugiado insiste en que los saharauis desean que la opinión internacional sea testigo de su voluntad de resolver el conflicto que les opone a Marruecos en primer lugar a través del diálogo. 

"Pero en caso de necesidad imperiosa, toda la población está y estará presta para volver a las armas", advierte. 

Cheja, uno de los cientos de saharauis que dejaron los campamentos cuando eran apenas unos niños para estudiar durante años en Cuba con la ayuda del Gobierno de La Habana, coincide también con sus compañeros. 

Al igual que el resto de los llamados "cubanauis", Cheja habla un español caribeño muy divertido para un habitante del desierto y despliega un ingenio similar al de un originario de Santiago de Cuba. 

Es capaz de recitar de memoria a los poetas españoles de la generación del 27 y también de permanecer en los campos cuando su educación le permitiría quizás buscar una vida más prospera en España o en Europa. 

"Llevamos muchos años intentando encontrar una solución con el diálogo, pero la gente está ya cansada de buenas palabras, todos mis amigos quieren salir de una vez de esta vida de vegetales y están dispuestos a todo para ello", subraya. 

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