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Un siglo de la socialista utopía israelí

  • El kibutz, la comuna agrícola que fue semilla del Estado de Israel, atraviesa un proceso de profundas transformaciones

Israel ha celebrado este año el centenario de la fundación del primer kibutz, la comuna agrícola que fue semilla fundamental en la constitución del Estado judío y que hoy lucha por sobrevivir en una sociedad capitalista.

Cuando se atraviesa el portón de entrada a Degania, el primer kibutz establecido en octubre de 1910 junto al Lago Tiberíades, en el norte de Israel, se tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido hace décadas.

Casitas de poca altura y tejados rojos, viejos tractores expuestos como estatuas y senderos donde la bicicleta es el medio de transporte conforman el paisaje idílico de esta utopía israelí.

Cuesta creer que apenas un siglo atrás el mismo terreno fuera un lodazal junto al río Jordán que el Fondo Nacional Judío había comprado a una aldea beduina.

La idea surgió de un grupo de judíos procedentes de Europa del Este que, sin saberlo, pusieron la piedra fundacional de lo que se convertiría en un movimiento de comunidades agrícolas de inspiración socialista y sionista, sin las que no se puede entender el nacimiento del Estado de Israel.

Los pioneros creían en una sociedad igualitaria en la cual los judíos debían administrar su propiedad en común, como se desprende de la voz hebrea kibutz, que significa agrupación.

"Cada uno según su capacidad, a cada cual según sus necesidades", fue la insignia de este sueño colectivo.

Considerado uno de los experimentos comunales más importantes de la historia, el kibutz fue fundado en un momento en el que la agricultura independiente no era práctica y se consolidó gracias a sucesivas oleadas de judíos que llegaron a la zona.

En la actualidad 273 kibutz, hogar de más de 106.000 personas, se hallan desperdigados por todo el país y la Meseta del Golán (territorio sirio ocupado), en su mayoría en zonas periféricas.

El kibutz ha tenido que atravesar un proceso de transformación, iniciado en la década de los ochenta y que pone en duda la vigencia de esta forma de vida alternativa.

Como muestra, el propio Degania se vio obligado hace tres años a adentrarse en un proceso de capitalización parcial.

"Se trató de dar mayor libertad a los miembros del kibutz con la posibilidad de prosperar en la vida", afirma Gen Vardi, de 54 años. Pese a que muchos consideran las nuevas medidas como una "privatización" que pone fin al sueño socialista, sus habitantes las consideran una decisión pragmática y, en muchos casos, la única manera de sobrevivir.

"Lo que se ha hecho es cambiar el equilibrio. Las propiedades siguen siendo colectivas aunque las ganancias se repartan de acuerdo a distintos baremos", apunta Vardi, propietario del Café de los Pioneros, que le ha arrendado la propia administración del kibutz.

Actualmente, 190 kibutz (dos tercios del total) distribuyen las ganancias de forma diferenciada entre sus miembros en función de sus trabajos, tamaño familiar o aportación laboral a la comuna. "Existen salarios mínimos, una especie de red social para aquellos que no aportan nada, pero los que quieren progresar obtienen beneficios y se incentiva su actividad", refiere Sergio Weiner, 47 años, oriundo de Argentina y casado con una nieta de los fundadores. Los miembros de pleno derecho como él no pagan alquiler y muchos servicios siguen siendo gratuitos o subvencionados.

El salón comedor, todo un símbolo donde antaño los agricultores compartían las principales comidas del día, está en decadencia.

"Hoy aquí sólo se sirve el almuerzo y la cena de los viernes, aunque la gente prefiere quedarse en casa con la familia", refiere. La comida cuesta dinero (unos 4 euros porque está subvencionada) y las empresas de cáterin se han hecho cargo de los menús. El mismo edificio del comedor sigue albergando el correo y el teléfono públicos como último vestigio de que el núcleo de la vida comunitaria del kibutz pasaba por aquí.

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