arte

Alientos de alamedas

  • Alfonso Alcalá retrata con su objetivo la Vega que inspiró a Federico García Lorca con una mirada limpia que atrapa bellos horizontes

He escrito en muchas ocasiones que el gran problema de la fotografía es la cantidad de personas que con una máquina en la mano se consideran artistas y fotógrafos de importancia. De todo esto gran parte de culpa lo han tenido los santones del arte que, durante, unos años, aceptaron como buena una fotografía que tenía escasos valores artísticos. Mucha gente, autores, que no artistas ni mucho menos artistas fotógrafos, se acercaban a la fotografía para ver si pescaban en aquellas aguas revueltas por la inconsciencia; incluso, bastantes buenos pintores -algunos de muchísima categoría- se subieron al carro y abandonaron la realidad para la que estaban preparados y donde podían decir algo con voces adecuadas, decantándose por una tendencia para la que estaban mínimamente llamados.

Con todo esto se hizo daño grande a la creación artística; en primer lugar porque la producción no fotográfica se hizo casi inexistente -hemos tenido más de una década de muy mala pintura y de nula escultura-; al mismo tiempo, la fotografía se hizo aburrida, desorbitada, en absoluto interesante y, a veces, hasta odiosa. Afortunadamente, las aguas parecen haber vuelto a sus cauces de normalidad, aquellos santones inquisidores, viéndose equivocados, se han callado y los galeristas mal informados y cegatos que se plegaron a lo que aquellos pontificaban, volvieron a dejarse llevar por otras circunstancias o, simplemente, el tiempo esquivo, les obligó a cerrar. Los creadores volvieron a abrir sus talleres y, como zapateros que eran volvieron a sus zapatos. Ahora, se ve que prevalece lo que siempre hubo: dos tipos de fotografías, la buena y la mala.

La obra que presenta Alfonso Alcalá, no cabe duda de que se encuentra entre ésta última, aquella que realizan los buenos artistas y que está aderezada con todos los valores artísticos. Aliento de alamedas, ya desde el título la belleza se hace más que manifiesta, es una colección de fotografías realizadas por Alfonso Alcalá con textos de Federico, en la que se realiza un recorrido por el bello entorno de la vega granadina, con sus particularísimas alamedas, esas que tanto llaman la atención al visitante desde la autopista cuando se acercan a Granada.

La fotografía de Alcalá es, ante todo, la puesta en escena de un paisaje bellísimo; un paisaje que transcribe, en primer lugar, una realidad absoluta, la que desprende esos contornos cercanos, distintos, llenos de encuadres de bella ilustración y que enseñan el paisaje que Federico conoció de su tiempo de niño y joven granadino en ejercicio. Escenarios rurales que conservan, todavía, mucha de su identidad y que, además, invitan al espectador a nuevas miradas, a participar del propio paisaje, a encontrarse con los misterios del poeta, con sus fantasmas, aquellos que se desvanecen entre los árboles, a las orillas del regatillo, entre las hojas, las hierbas o entre las ta blas del viejo secadero de tabaco, siempre apoyadas por la exuberante luminosidad de un entorno que envuelve de paz y singularísima belleza.

En la obra de Alfonso Alcalá no se encuentran episodios de fingida exuberancia plástica ni derroches de falsa intensidad fotográfica. Sus paisajes están inundados por la calidez de lo que representan, por su pausado ritmo existencial, por la realidad de la representación que el autor capta en toda su magnitud.

Miradas limpias que atrapan bellos horizontes donde la Vega de Granada desprende su determinante posición y que, además, sirve para ahondar en el recuerdo de un joven poeta que nació, vivió y creció en medio de estos justos y excelsos paisajes que, ahora, Alfonso Alcalá rescata de su entorno habitual y los hace, todavía más cercanos, para que se convierten en sutiles "alientos de alamedas".

Museo de la Memoria de CajaGranada

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios