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Antonio Enrique dibuja el paisaje de las emociones en su nueva novela

  • Roca Editorial publicará en el primer semestre de 2009 'La espada de Miramamolín', una historia sobre las relaciones humanas que se mueve entre dos planos temporales

Las relaciones humanas, siempre complejas, encuentran en La espada de Miramamolín el cauce para los sentimientos más contradictorios, extremos, violentos o abnegados. En su sexta novela, el escritor accitano Antonio Enrique retrata una historia de emociones a partir de la figura de un hijo natural del rey Felipe IV que mantiene una relación con una enigmática muchacha morisca, conocida como la hija del querubín, pese a todas las diferencias sociales, culturales, de carácter y de edad. Una sociedad convulsa sirve de trasfondo al suceso inquietante de un episodio nunca resuelto: las voces y gemidos que se podían escuchar en el campo sin que ninguna garganta humana las profiera, atribuidas a las ánimas del Purgatorio pero parte provocadas por los temerosos de una nueva expulsión.

La espada de Miramamolín, cuya publicación ha sido contratada por Roca Editorial para el primer semestre de 2009, consta de tres partes: Los que duermen con los ojos abiertos, La ciudad donde todo se oye, pero nada se ve y Todos ciegos, menos un tuerto. La estructura interna de la historia, además, se mueve entre dos planos bien diferenciados: el retrospectivo, que se refiere al pasado del protagonista en el Alcázar de Madrid, y el inmediato presente las vivencias en su lugar de destino, progresiva y gradualmente encadenadas.

El título de esta nueva nueva de Antonio Enrique alude al nombre con el que se conocía la espada con la que jugaban en el viejo Alcázar de Madrid varias generaciones de príncipes e infantes.' Miramamolín' es término que se refiere a 'general en jefe' y corresponde, históricamente, al caudillo almohade que se enfrentó a las tropas cristianas aliadas en la batalla de las Navas de Tolosa.

Don Carlos Fernando de Austria, veinte años mayor que su hermanastro el rey, se erige como protagonista de la obra. Sin sentirse querido ni respetado por nadie en la Corte, decide emprender una serie de hazañas para volver a contar con el aprecio de su entorno y, con él, de todo su pueblo.

A lo largo de las tres partes de La espada de Miramamolín, el autor narra el viaje a Guadix del protagonista con la única compañía de su hija, Mariana. En la casa en la que se hospedan, perteneciente a un rico canónigo ya fallecido y que fue calificador del Santo Oficio, encontrarán en sus papeles numerosos casos de enjuiciados por brujería que les pondrán en alerta de algo que sucedió hace años y que trastocó la paz de allí.

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