66º Festival de Música y Danza

Apuesta sinfónica para un Festival de despedida

  • El programa de este año incluye una selección de las obras cumbre de Beethoven, Mahler y Brahms en manos de directores consagrados como Zubin Mehta, Simon Rattle y Josep Pons

Especial atención merece la última edición del Festival que dirige Diego Martínez porque ha hecho un esfuerzo en atraer al gran público, con un programa variado, repitiendo conjuntos importantes -como la London Symphony Orchestra, presente el pasado año, como en tantas otras ocasiones-, basado en obras claves del catálogo sinfónico-coral muy conocidas y siempre apreciadas por los aficionados, los exigentes y los que se basan en las músicas mas conocidas y fundamentales.

Apostar por el repertorio clásico sinfónico-coral es hacerlo sobre pilares seguros, por otra parte, claves en la historia del certamen. Ante la Novena, de Beethoven -la obra más programada en el Festival- todos nos rendimos, porque las creaciones geniales siempre parecen nuevas, jóvenes, capaces de emocionarnos como la primera vez que las escuchamos, sobre todo si tiene una mano directora tan sabia como el admirado Zubin Mehta, que cuenta con la Orquesta y Coro del Teatro de San Carlo de Nápoles. Lástima que en las transmisiones habituales que RNE-Radio clásica nos ofrecía del Festival no escuchemos la voz de José Luis Pérez de Arteaga, sus afinados comentarios, producto de su sabiduría. Él, que fue uno de los que más profundamente se acercaron a Mahler y su mundo, musical y personal, nos hubiese ilustrado sobre el Mahler que escucharemos en esta edición, a través de la Sexta y Novena sinfonía que interpretarán la Joven Orquesta Nacional de España -la Novena, en re menor- dirigida por Víctor Pablo Pérez, o la trágica Sexta, por la London Symphony Orchestra, bajo la magistral batuta de sir Simon Ratle. Pérez de Arteaga ha sido un ilustre divulgador de la música en España y, por supuesto, del Festival de Granada, un comentarista y crítico fundamental que merecería, aunque fuese a título póstumo, que el Festival le otorgara su medalla de Honor, no sólo por el reconocimiento que le debe el certamen, sino por lo que ha representado para la música en nuestro país.

Pero es amplio el panorama sinfónico con que se despide Diego Martínez. La misma orquesta londinense y su director ofrecen el Concierto para violín, en re menor, de Sibelius, como Janine Jansen, y la Sinfonía núm. 2, de Brahms. Dos días después, la Orquesta y Coro Nacionales de España, bajo la dirección de David Afkham se enfrenta a la colosal Misa de Requiem, de Verdi, uno de los grandes monumentos de la música de todos los tiempos. Siempre he dicho que la música convierte cualquier misa de réquiem, cristiano, luterano o de cualquiera otra doctrina o símbolo -Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Verdi o García Román, por mencionar el más contemporáneo y cercano de la música española, todos ellos escuchados en la historia del certamen- en algo capaz de emocionar por encima de creencias. La muerte es un capítulo inevitable de nuestra vida y los músicos de todos los tiempos se han acercado a este momento final sea cual fuese su ideología y sus creencias.

Y en este capítulo sinfónico tendremos, por fortuna, la ocasión de escuchar las versiones que el próximo director del Festival, el ya internacionalmente reconocido Pablo Heras-Casado, ofrecerá, con la Philharmonic Orchestra, de tres obras importantes de repertorio: La Obertura Festival, op. 96, de Shostakovich, el célebre Concierto para violín y orquesta en re menor, op. 35, de Chaikovski, con Esther Yoo, al violín, y el ballet completo de El pájaro de fuego, de Stravinski. Una prueba, sin duda, para el joven director, en su tierra, después de tantos éxitos profesionales en su amplio ya recorrido internacional.

Josep Pons vuelve a dirigir a la OCG, con la Séptima, de Beethoven, y una concesión popular al rock, que aparece por vez primera en el programa -como pedía la consejera de Cultura Carmen Calvo-, con canciones de Miguel Ríos. Sin duda, el rock & roll tiene su público fervoroso, y el granadino forma parte de su historia en España. Hay público para todo.

Martínez ha dedicado atención a otro de los pilares del Festival: la danza. Lo ha hecho con el Ballet del Teatro di San Carlo de Nápoles, cuyo Coro y Orquesta abren el Festival. Pone en escena la Cenicenta, de Prokofiev, con coreografía original de Giuseppe Picote, y otra velada dedicada a Roland Petit y Plink Floyd. El Bejart Ballet de Lausanne conmemora al gran Béjart, que abrió una nueva dimensión al ballet a partir del siglo XX y que tan profunda huella ha dejado en el Teatro del Generalife. El Het Nationale Ballet recreará conocidos grandes pasos, como el archiconocido de Don Quijote, incluido el fandango y el finale. Y algo que me parece muy acertado y justo: el homenaje que el Ballet Nacional de España la rinde a Antonio Ruiz Soler, con sus coreografías más aclamadas y que, precisamente, representó en Granada, donde inauguró el histórico Teatro del Generalife el 20 de junio de 1953. Desde el Zapateado, de Sarasate, al Sombrero de tres picos que recreó en este escenario sobre la música de Falla y escenografía y figurines de Pablo Picasso, pasando por su Taranto, de la Taberna del Toro, o la coreografía de Fantasía Galaica, Antonio ha sido uno de los grandes relegados en los últimos años, cuando tiene un puesto esencial entre los grandes pioneros de la universalidad de la danza española, no solamente flamenca, aunque en sus raíces se encontrara lo mejor de su escuela.

Un Festival extenso -comienza el 23 de junio y termina el 15 de julio- con páginas interesantes como la Orquesta del Siglo de las Luces, músicas con poesías de García Loca -que debe estar presente en la programación-,dúos de guitarras, recuerdo a Monteverdi & Friends, el Cuarteto Bretón, peregrinaje por los tercios españoles, Flamenco con Mayte Martín, canciones de Verdi y Granados, el violín adolescente de la granadina María Dueñas, con su 14 años; la compañía de María Pagés y Yo, Carmen, Michel Camino y Tomatito, el piano de Juan Pérez Floristán y, sobre todo, el de Javier Perianes, con Falla, Debussy e Isaac Albéniz. Sin olvidar el baile de Patricia Guerrero ni el recital de la OCG con oberturas y arias de Mozart. Galas infantiles, músicas raciales, entre otras incrustaciones de un largo programa con el que se despide Diego Martínez que ha llenado una etapa, ya comentada, y de la que es broche de su estilo esta edición, con el referido importante soporte sinfónico-coral, dentro del talante conservador, pero de calidad, de las últimas ediciones.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios