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Asensi clama por la novela histórica con 'Venganza en Sevilla'

  • La escritora narra en su última obra las peripecias de una heroína del siglo XVII

La escritora Matilde Asensi vuelve a reivindicar, vehemente, la grandeza de la novela histórica como género en su última obra, Venganza en Sevilla, que ahonda en las llagas del Imperio español de la mano de Catalina, la nueva Alatriste de la ficción ibérica.

Intriga, venganza, muerte, persecución, honor, atracción y duelos de espadas son los ingredientes del segundo volumen de la trilogía inaugurada por Tierra firme, que Asensi ha presentó ayer en Sevilla.

La protagonista de Venganza en Sevilla (Planeta) vuelve a ser Catalina, la mujer valerosa que se traviste para convertirse en Martín Nevares con el objetivo de afrontar peligros sólo aptos para los varones más valientes de la época.

Asensi ha querido rescatar la tradición literaria del Siglo de Oro de mujeres que se disfrazaban de hombres para "poder vivir", que sostuvo ayer que existían realmente: "Tenía muy claro que el personaje me iba a permitir hacer cosas súper chulas".

En esta segunda entrega, en la que Catalina se mete en la piel de Martín por "necesidad y supervivencia", la cosa se pone seria porque los nuevos retos pasan por el asesinato: "Sufrí lo mío para matar a personajes", ha asegurado Asensi.

Esta vez las aventuras, en lugar de en el Caribe, se desarrollan en la Sevilla barroca del siglo XVII, ciudad que albergaba a partes iguales la riqueza más fastuosa, la corrupción más despreciable y las carencias más básicas.

"Esto era el centro del mundo, era el Manhattan de aquella época, pero a mí no me lo enseñaron", indicó la autora, molesta por la falta de sentido crítico que se ofrece en la enseñanza histórica impartida en España.

Asensi ha descubierto al escribir este libro los dos lados de la moneda de un reino dueño del mundo pero incapaz de abastecer a sus ciudadanos: "Qué imperio es ése que permite que su pueblo se muera de hambre. Es un poco lamentable", señaló. El trabajo de documentación fue arduo, pero entusiasmó a la autora, como cuando supo que Sevilla era una "tierra de blancos y negros" con una gran población esclava.

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