José Luis Gastón Morata. Médico y escritor

"Basta con analizar un pequeño período de Granada para encontrar un relato"

  • Su sexto título, 'Bajo el mismo cielo y diferente estrella', recorre de la mano del criado de un noble musulmán la última etapa de la Granada islámica, su corto período mudéjar y sus inicios cristianos

José Luis Gastón Morata (Granada, 1955) está acostumbrado a sanar. Es médico de profesión pero tiene alma de narrador, aunque carezca de tiempo para escribir todos los días. Con sus libros cura uno de los mayores males que puede tener una sociedad: el desconocimiento. Porque abrir sus obras es sumergirse en un océano de acontecimientos verdaderos hilvanados con un hilo imaginario que atrapa al lector. Sabe, como el buen periodista, que los hechos son sagrados, y por eso los utiliza con exquisito respeto para enmarcar sus ficciones. Su quinta novela histórica (su sexta obra en realidad) acaba de ver la luz. Con portada de Juan Vida y titulada 'Bajo el mismo cielo y diferente estrella', (Ediciones Miguel Sánchez), invita una vez más a viajar al pasado de Granada. Espera que su legión de seguidores acoja este título con el mismo cariño que El perfume de Bergamota (2007), La chanfaina (2010), La muladí (2012) y Quimeras de Plomo (2014).

-¿Qué período abarca esta vez?

-La novela tiene un período de treinta y tantos años. Cuenta con un preludio que está escrito en tercera persona, en el que un preso acogido a sagrado que se llama Fernando Alijarte, aunque nació como Khaled Majid, va a contar su historia a la emperatriz Isabel al objeto de obtener un indulto por una condena a galeras. A partir de ese momento, una vez que explica por qué lo va a contar, se escriben en primera persona las tres siguientes partes, que son el período musulmán, un segundo período que abarca la Granada mudéjar, en el que los Reyes Católicos han entrado en Granada, y la Granada morisca. Al final tiene un epílogo.

-¿Por qué eligió como protagonista de su novela al criado de un noble musulmán?

-En verdad la historia que interesa no es la del criado, sino la de Ibrahim Comixa, que es el hijo de Yusuf Comixa, que fue el alguacil mayor de la ciudad. Fue uno de los que firmaron las Capitulaciones de la ciudad junto con el visir mayor de Boabdil. Ibrahim cambia de bando y decide convertirse en cristiano al ver que puede recibir dinero, prebendas, y puede mantener sus propiedades. Incluso llega a ingresar al convento franciscano de la Alhambra. Pero me interesaba más escribir al criado porque me permite describir cosas que vive al lado de su dueño (es el final del feudalismo) y otras que le ocurren cuando va solo, pero sobre todo porque puede contar las grandezas de su amo y, lo más importante, las miserias.

-Nuevamente una novela histórica. ¿No entraña este género más dificultad que otros?

-Sí, es posible. La novela histórica se pone de moda en el siglo XIX, en el período final del Romanticismo. Es una forma de escribir la Historia con la ficción. Eso le da mucha rabia a los historiadores, porque piensan que el que escribe novela histórica quiere contar la Historia, cuando lo que hace es contarla de una forma diferente. La novela histórica te permite acercarte al público porque es una forma más amena de hacerlo. Actualmente existe un auge de la novela histórica, está por todas partes y en Granada concretamente más. Creo que aquí existe un cierto nacionalismo larvado, nacionalismo en el buen sentido de la palabra, no independentismo, sino que los granadinos queremos reivindicar lo nuestro. Quizás porque nos sintamos un poco, pues no sé, quizás alejados del resto de las ciudades de España, donde muchas comunidades afirman que son históricas cuando tienen mucha menos historia que Granada. El único propósito que tiene es dar una visión realista de lo que ocurrió en un momento dado. ¿Más difícil? Lo que obliga es a una documentación exhaustiva. Y no sabe cómo se leen los lectores los detalles. Le cuento una anécdota: Un compañero de mi mujer, cuando se publicó El perfume de bergamota, me mandó un correo diciendo que estaba muy bien, pero que aparecía un personaje comiéndose unos pimientos cuando los pimientos los trajo Colón de América. Había metido la pata, y como los médicos de cabecera tenemos que tener muchas salidas, entonces le respondí que eran una variante turca (risas).

-Y de nuevo Granada como escenario.

-Sí. Yo no me veo escribiendo de otra cosa que no sea Granada. No puedo decir que soy granadino por los cuatro costados porque ni mi padre ni mi madre ni mis abuelos eran granadinos. Mi madre era de Almería y mi padre era de Vitoria, pero sí soy granadino hasta el tuétano. Granada tiene un atractivo literario que no lo tienen otras ciudades. No quiero nombrar ninguna, pero yo no me imagino escribir de la historia de otras ciudades. Decía Antonio Machado que todas las ciudades tienen un encanto y Granada tiene el suyo y el de todas las demás. Y Matías Méndez Vellido, que era periodista y amigo de Ángel Ganivet, que pertenecía a la Cofradía del Avellano, comentaba que en Granada bastaba subirse a una silla para contemplar un paisaje. Eso era antes, ahora no, la están destrozando. Yo soy de los que dicen que basta con analizar un pequeño período de tiempo para poder encontrar un relato.

-Las tareas de documentación han debido de ser arduas.

-Sí, casi todas las documentaciones son arduas. Verdaderamente no he tardado dos años, no ha llegado, porque Quimeras de plomo lo presenté en la editorial en enero de 2014 y esta la he presentado en diciembre de 2015. Lo que ocurre es que tengo una documentación previa que ya en esta voy como corredor de fondo.

-¿De qué fuentes ha bebido?

-De todas las habidas y por haber. Reconozco que tengo una buena biblioteca de temas granadinos. Yo no sé si tengo un casa con libros o una librería con dormitorios. Mi mujer es matemática y yo soy médico, y creo que en casa hay más libros de Granada que de medicina y matemáticas. Hay páginas web donde puedes encontrar bastantes artículos de la Universidad de Granada, y luego están las bibliotecas públicas, que están muy bien surtidas y hay una gente amable y encantadora. Una de las cosas que busqué en esta ocasión para hablar de las galeras fue la novela de Ben-Hur y la encontré en el Zaidín, aunque la edición infantil.

-A lo largo del libro no solo evoca paisajes y rincones de la ciudad de aquellos tiempos, sino que también rescata palabras y giros en desuso.

-Para hacer una novela histórica además de reseñar un período histórico tienes que utilizar el lenguaje apropiado. Tú no puedes utilizar el sistema métrico decimal en una novela del siglo XIV, pues es posterior a Napoleón. Tienes que utilizar un lenguaje determinado: el codo, la legua... Quizás por el hecho de que soy médico me encanta lo que yo llamo palabras moribundas; son palabras que están ahí y que se están muriendo y que a mí me gusta usar. Prefiero utilizar trujamán en lugar de intérprete, alfaqueque en lugar de intermediario o alfaneque en lugar de tienda de campaña... Cuesta trabajo utilizarlas, pero son palabras encantadoras y yo no quiero que se mueran.

-¿Es fiel a la Historia?

-Suelo ser fiel a la Historia salvo cuando meto la pata con los pimientos, los tomates o las patatas (risas). En esta novela me he permitido nada más que tres licencias literarias, y dos de ellas están reseñadas. Una es con Pedro de Granada, que fue alguacil de la ciudad en 1500 y yo lo pongo en 1492. La segunda es al describir el viaje que hace el criado con su dueño camino de la Alpujarra: hay un alcornocal que se plantó en realidad en el siglo XIX. Y la tercera es en el preludio. Cuando Carlos V estuvo en Granada se perdió en una cacería por la zona de la Vega y se identificó como un viajante que se había extraviado. Unos moriscos que vivían en la Vega lo dejaron en la Puerta de Elvira y la licencia en este caso es sencillamente poner que esos moriscos son los fuentebrinos, los de Fuente Vaqueros, donde me tratan muy bien y ha sido un pequeño homenaje a ellos.

-¿Qué es lo que más le ha gustado indagar?

-Todo. Yo hubiera sido un magnífico periodista. La documentación es lo más difícil, pero la verdad es lo que me entretiene, en el doble sentido polisémico de la palabra, porque no me puedo dedicar al relato porque tengo que perder el tiempo en documentarme, pero también me entretiene porque me divierte. Todos conocemos un poco la historia de Aisha, de Boabdil, de Muley Hacén y demás, pero posiblemente de esta misma época que sale en la novelala gente ignore totalmente que los Reyes Católicos estuvieron tres veces en Granada. En la primera apenas se alojaron en la Alhambra porque les daba miedo. En la segunda vinieron a pasar el verano por el rigor estival de Sevilla. Y en la tercera se murió su nieto Miguel, que era el heredero de la corona y al que pertenece el féretro pequeño que existe en la Capilla Real. También hay gente que desconoce que hubo dos bodas reales por poderes que se celebraron en el actual MADOC o que a Cristóbal Colón, al terminar el segundo viaje, lo trajeron preso y lo pasearon por Granada, desde la Puerta de Elvira hasta la Alhambra. ¡Y lo trajeron encadenado! A mí me gusta indagar. Me entretengo y luego lo intento transmitir.

-¿Con qué dificultades se ha encontrado?

-Fundamentalmente con las pocas cosas que hay escritas sobre Ibrahim Comixa. Su historia se ha confundido mucho con la de su padre. Esta novela surge porque un día me encontré por la calle a Salvador Villegas, un catedrático jubilado ya, y me espetó de pronto que por qué no escribía sobre Yusuf Comixa.

-Habrá tenido algún historiador entre sus asesores.

-No. He tenido siempre amigos que me han leído el relato. Pero esta vez, algunos se han jubilado, y otros andan muy ocupados y no he querido molestarlos. Porque a los jubilados yo no sé lo que les pasa que dicen que no tienen tiempo para nada(risas).

-¿Cómo describiría al noble y al criado de su relato?

-Fernando Alijarte (el criado) es un hombre apocado. Hoy el criado se puede marchar, pero en aquella época no. Y el noble, Ibrahim Comixa, en dos palabras, como diría el torero, es un trepa chaquetero, porque cambia de religión según le va interesando y es para poner la mano.

-¿Representan noble y criado al malo y al bueno, a esos dos animales que afirma que existen en las personas?

-Eso es una alegoría que hago yo y lo pongo en boca del criado. Es cierto que en todas las personas existen dos animales. Yo no creo que nadie sea ni bueno ni malo del todo, creo que todos tenemos la parte mala y la parte buena.

-Fue, sin duda, una época marcada por el fanatismo religioso, tan de actualidad hoy con el deleznable yihadismo. ¿Se vuelve a repetir?

-El fanatismo es malo sea el que sea. El religioso quizás sea el peor, porque las creencias se tienen o no se tienen, pero no se pueden imponer. Creo que fanatismo ha habido siempre. En esta tierra, aunque se ha hablado muchas veces de las tres culturas (islámica, judía y cristiana) y de la convivencia, yo creo que no hemos convivido nunca, sino que hemos coexistido. Es mi opinión. Convivencia solo hubo en algunos momentos puntuales, pues la guerra no se mantuvo siempre.

-Aparte de la Alhambra, aparecen otros muchos lugares de esta ciudad. ¿Los ha visitado una vez más para este nuevo itinerario histórico?

-Específicamente, no. Pero sí le diré que tengo una mujer a la que amo y tengo una amante que es Granada. A la primera la acaricio y la segunda la recorro. En general todos conocemos mucho de la Alhambra y del Albaicín, pero tenemos otros muchos rincones, como el Monasterio de San Jerónimo, que aparece en la novela, que tiene un retablo renacentista que es una verdadera maravilla. Tenemos una Capilla Real y una Cartuja que son también maravillas... ¿Y las conocemos? Granada tiene encanto por todas partes y no hay cosa más entretenida que recorrer con mi mujer por las tardes la ciudad. Hacemos siempre además un recorrido típico, que es hasta la Fuente de las Granadas.

-¿Cree usted que vivimos bajo el mismo firmamento pero con diferentes cuerpos celestes?

-No es que lo crea, es que es verdad. El cielo que se ve aquí, en el hemisferio norte, no es igual que el del sur. Yo lo utilizo como metáfora, pero creo que tenemos todos una ley natural, bajo la que nos asentamos, y luego hay diferentes matices por la religión. Cambian las normas de unos y otros, pero hay muchas cosas en común, más de las que nos creemos.

-¿Tiene en mente ya su próxima obra?

-Quiero escribir sobre los judíos, me falta escribir sobre los judíos de Granada. Aquí, al poco de la entrega de la ciudad, se firman dos papeles bastante importantes. El primero, las Capitulaciones de Santa Fe. Pero hay un segundo: el Edicto de la Alhambra, el de la expulsión de los judíos. Creo que expulsar a otra religión es el máximo error que este país ha cometido. De todas formas, le diré que yo me planteo si soy escritor, pues no escribo todos los días porque no tengo tiempo. Siempre he dicho que el que mira al cielo no es astrónomo, sino un señor que contempla las estrellas, A mí lo que me gusta es ser narrador de historias de mi tierra y no quiero ser otra cosa. Soy médico y vivo de mi trabajo en el SAS, y de los 38 años de ejercicio profesional 31 han sido en el Zaidín. Me siento zaidinero de pro. De lo único que presumo de mi currículum es de ser Gorrión de Plata, la distinción que el barrio da cada año.

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