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Batallando entre mallas

  • El Ballet de la Ópera de Roma representó anoche en el Generalife su producción de 'Don Quijote'

Don Quijote paseó anoche sobre los jardines del Generalife entre mallas y zapatillas de ballet en uno de los principales espectáculos de danza del Festival. La ausencia de Tamara Rojo debido a una lesión no fue un impedimento para que la Compañía del Ballet de la Ópera de Roma llevara a cabo una buena representación danzada de uno de los grandes clásicos de nuestra literatura.

El Festival, que puso a disposición del público la devolución de las entradas, aseguró que las entradas reembolsadas habían sido muy pocas y que éstas fueron rápidamente revendidas. El lleno completo del Teatro del Generalife anoche dio constancia de ello.

La producción de Don Quijote traída a Granada, dirigida por Micha van Hoecke y ya estrenada el pasado diciembre en Roma, retomó las coreografías originales de Marius Petipa y Alexander Gorshki en un trabajo llevado a cabo por el célebre coreógrafo Mikhail Messerer. El resultado obtenido fue una visión romántica del estilo español que tanto influyó a Petipa, presente a lo largo de toda la representación.

El ballet relató al público del Generalife la historia de Kitri (Quiteria en la novela) y Basilio, presente en el segundo volumen del Don Quijote de Cervantes. Una narración bailada de trasfondo dramático con final feliz, a la que las locuras, confusiones, y ocurrencias de Don Quijote aportan un toque humorístico, sin eliminar por ello el profundo mensaje subyacente: la necesidad de que el amor verdadero triunfe frente a la conveniencia social y económica.

Una historia que contaron sobre una música enlatada poco favorable los solistas y el cuerpo de baile. La sustituta de Tamara Rojo, Erika Mikirticheva (solista del Ballet Stanivlasky de Moscú), llevó a cabo con soltura, gracia y elegancia el papel de Kitri, lleno de matices interpretativos y requerimientos de perfección técnica. Junto a ella estuvo el cubano Yoel Carreño, con el que la solista tuvo una gran compenetración. Los aplausos, aunque tímidos, fueron continuos, reconociendo números solistas, pasos de dos y grandes pasos sus ejecuciones.

Junto a ellos, Don Quijote y su inseparable Sancho Panza se encargaron de los momentos más humorísticos y divertidos, protagonizando pequeños sketches llenos de pantomima e ingenuidad fingida.

Con una puesta en escena sobria que dejó los cipreses del Generalife como telón de fondo, un vestuario histórico, y un descanso que se prolongó más de lo esperado, el ballet concluyó con el aplauso del público, que se mostró satisfecho con la representación de algo tan suyo como la historia del célebre hidalgo Don Quijote de la Mancha.

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