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'La casa de Bernarda Alba', este fin de semana en el Teatro Alhambra

  • Una de las obras cumbre de Lorca se representa en un espacio apenas ocupado ocho sillas

La casa de Bernarda Alba es una de las obras cumbre de Federico García Lorca y pese a que multitud de compañías la han representado de infinidad de maneras, la grandeza de su historia y, sobre todo de sus personajes, hace que siga siendo un reto para cualquier director y elenco que la pongan en escena.

Este fin de semana -el viernes y el sábado a las 21:00 horas- se representa en el Teatro Alhambra de la mano de Alquibla Teatro en coproducción con Teatro Circo Murcia y bajo la dirección de Antonio Saura, quien considera que "hay textos que deberían estar siempre sobre los escenarios, sin dejar pasar una sola temporada sin una nueva revisión para que el público -especialmente el más joven- tenga la oportunidad y el placer de disfrutarlos".

Sobre la puesta en escena que se representa en el Teatro Alhambra, Saura explica que entre las muchas lecturas posibles de la obra de García Lorca "nosotros hemos optado por una vision existencialista de la tragedia que, en un resurgir telúrico de entre las ardientes paredes" de la casa de Bernarda Alba, hace aflorar "el angustioso anhelo de libertad escondido en lo más profundo de cada uno de nosotros, y que será frustrado a través de una represión". Para representar esta tensión, se ha optado por una cuerda en la que Bernarda y Adela confrontan su visión del mundo desde cada extremo, con Poncia y el resto de las hijas y hermanas tirando hacia un lado y otro según sople el viento.

En este sentido, y respecto al montaje, Saura explica que se ve, además de la confrontación entre la autoridad, el poder y el anhelo de libertad, "una búsqueda del sentido de las vidas de cada uno de los personajes, una visión existencialista del universo femenino compuesto por las ocho mujeres que conforman el reparto completo de la obra".

En cuanto al espectáculo y al atrezo, según el director es "sobrio y vacío de elementos" porque la escenografía "se reduce a ocho sillas, que representan la inacción y una mesa que hace referencia al hogar". Este escenario refleja los entresijos de una sociedad y un tiempo determinados, un mundo que condena a la mujer "a hijo y aguja, la sujeta con una correa de decencia, la pudre por el qué dirán, asfixia su sexualidad en ese infierno de cuatro paredes y obliga a gritar al unísono ¡déjame salir, quiero irme de aquí", según explica el director.

Con estos pocos elementos y un gran elenco el espectador podrá poner los oídos cerca de los muros de la casa para enterarse de lo que se cuece dentro.

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