Actual

BienaventuradosQuímica adictiva, como siempreRegreso y concesiónUn largo paseo espacialCantar de discípulos

  • 'Aventuras domésticas' es el debut del grupo sevillano Las Buenas Noches, que persigue y consigue sonar diferente

No debe de ser casualidad que el primer corte del inminente nuevo álbum de Calexico, Carried to Dust, se titule Victor Jara's Hands. El reconocimiento de los de Tucson a la figura y truncada trayectoria del músico chileno es un jalón más en la paulatina reivindicación desde el ámbito rock de su discografía, en la que a poco que uno escarbe -en El derecho de vivir en paz, por ejemplo- encuentra, precisamente, eso: el rastro del rock (quizás no en la misma medida desarrollada pocos años antes por los tropicalistas brasileños, aunque quizás, también, sólo fuera cuestión de tiempo).

Calexico y Víctor Jara son dos de las referencias que, entrelazadas y aun sin conocer su influencia real en el caso que nos ocupa, acuden desde la memoria cuando suena La palma, la hermosa canción que abre el ciertamente sorprendente debut del grupo sevillano Las Buenas Noches. Trabajo autoeditado mediante una licencia Creative Commons -lo cual, entre otras cuestiones, permite su descarga libre y gratuita desde la web de la banda, www.lasbuenasnoches.com-, Aventuras domésticas colecciona a lo largo de su docena cortes sobradas razones para sobreponerse a los impulsos iniciales que, curiosidad mediante, inducen a su escucha.

A saber: uno de sus integrantes es el bien conocido dibujante e ilustrador Miguel Brieva; otro es el videoartista Daniel Cuberta y un tercero, el arquitecto Rubén Alonso, resulta ser hermano de Daniel Alonso, cantante y compositor en Pony Bravo, otra de las agradables sorpresas que la escena local nos ha deparado en los últimos tiempos.

Todo eso, en fin, queda eclipsado por lo que Aventuras domésticas dice de sí mismo. Como en el caso de Pony Bravo, los componentes de Las Buenas Noches -que completan Camilo Bosso y Dani Matas- se muestran empeñados en la consecución de una personalidad distinguible no ajena al poso de ciertas tradiciones -el blues en la emocionante e intensa Rendición; la copla en El sastre-, aunque sea partiendo de unos presupuestos estéticos diferentes.

Trabajo de entramado armónico cautivador -aquí la instrumentación clásica de grupo de rock comparte espacio con el charango, el dobro, el ukelele, el xilófono y los pianos de juguetes- y de letras con lecturas múltiples -Canción truco es de la escritora Silvia Nanclares y El dios insecto resulta una adaptación de la obra homónima del inclasificable Edward Gorey; el resto son propias-, Aventuras domésticas se sobrepone al desgaste de las escuchas consecutivas: crece con cada una nueva.

Dice poco de nuestra industria discográfica (o mejor, dice mucho) que un trabajo como éste sea fruto de la autoedición. Ahí está, en cualquier caso, para quien quiera disfrutarlo. Y si puede -no es fácil localizarla-, hágase con una copia física; el desembolso de los 5 euros que cuesta queda de sobra compensados por las ilustraciones de Brieva.

Superado el bache, relativo, del cambio de siglo, la banda encabezada por Tim Gane y Laetitia Sadier cogió aire con Margerine Eclipse (2004) e impulso con Fab Four Suture (2006). Chemical Chords revalida una confianza ganada a pulso, en las que las innovaciones formales -más allá del uso recurrente de metales, los elementos esenciales manejados siguen siendo, a la postre, los de siempre: estética pop-art, retrofuturismo, serialismo aplicado al pop...- pesan menos que algunas de las enormes canciones que el álbum atesora. Valga de ejemplo Three Woman, inmensa.

Martina Topley Bird fue la voz atormentada de aquel disco estremecedor, Maxinquaye (1995), con el que el salvaje Tricky reclamó un espacio propio con el tiempo condenado a vaciarse. Trece años y algún disco semivisible después, ese tiempo tampoco parece haberla tratado mejor a ella. The Blue God, pese a ocasionales pasajes de cierta oscuridad -April Grove-, queda más cerca de aquella versión del trip-hop amable y para todos los públicos -Morcheeba- que de aquella otra tenebrosa densidad de la que salió catapultada. Lástima.

Sí, puede dar pereza enfrentarse, respectivamente, a tres piezas de 29, 10 y 16 minutos, sobre todo si éstas van asociadas a la etiqueta cosmic-disco, de nuevo tan en boga. Claro que, si se trata del noruego Hans-Peter Lindstrøm, con el precedente de sus remezclas -busque, si no la conoce, la de Tribulations de LCD Soundsystem- y, sobre todo, del álbum It's a Feedelity Affair, las iniciales reticencias pierden importancia. Y sí, puede que estas ideas no sean grandes ideas, al menos en lo que respecta a su originalidad, pero es entrar en su tobogán y perderse en el espacio.

Frankie's Gun!, Wonderful Life, Love Me Tenderly y varias más te sitúan entre el escepticismo y la fascinación. ¿Cómo se puede uno inspirar, por decirlo de manera suave, de forma tan descarada en Bob Dylan y conseguir canciones que superarían con holgura los tests de fiabilidad de los dylanitas más recalcitrantes? Ésa es la pregunta que gravita sobre la discografía de la banda comandada por Ian Felice y secundada por sus hermanos de sangre, un aún corto listado que viene ganando consistencia por encima de las similitudes. Las canciones, claro, otra vez.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios